Un día platiqué sobre un libro mío de poesía, sobre poesía en general, y mis declaraciones aparecieron publicadas. Fue una conversación simpática, con una persona que me cae muy bien; pero el texto de nuestro intercambio salió acribillado de erratas y errores de transcripción, o de palabras que no se escucharon con nitidez y pasaron al dominio de los lectores en una forma, digamos, extravagante.
En cierto momento, hablé de un tema que me apasiona: los versos que hay en el Quijote, pero que no aparecen a la vista de una manera evidente, sino que están disimulados en la prosa, como engastados en ella: versos ocultos, dicho de esta manera que me gusta y que además describe su lugar con exactitud. Es decir: hay poemas que saltan a la vista porque están impresos con sus versos perfectamente claros; pero hay otros versos, los ocultos, que Cervantes incluye en la prosa de su narración sin anunciarlos como tales, de modo que los lectores tienen que descubrirlos por su cuenta, si pueden; vaya, no “tienen que descubrirlos”: eso es como una especie de pasatiempo que pone a prueba nuestra atención.
Dije que son versos “escandidos”; la frase no pasó correctamente, sino de esta manera: “perfectamente medidos, expandidos”. Expandidos en lugar de escandidos; debo confesar que me entristeció un poco. Pero no acabó ahí la cosa; más adelante volví a hablar de ese asunto de la técnica poética, la escansión, y dije algo sobre la oratoria latina y esa especie de versos con la que los romanos concluían sus tiradas discursivas: una suerte de efectista ornamento retórico “que estaba escandido y que se parecía mucho a un verso”. Esto que entrecomillo es lo que quise decir pero no lo que apareció; en vez de ello, se lee: “que estaba escondido y que se parecía mucho a un verso”. Qué lata.
“Expandido” y “escondido” en lugar de “escandido”, entonces: dos errores con la misma palabra. Quizás es natural que la palabra “escansión” y sus parientes más cercanos (el verbo escandir, el adjetivo escandido…) resulten extraños. Cuando un verso no “le suena” a quien lo escucha es porque posiblemente está mal escandido, mal medido, y sus sílabas no cuadran con el esquema que se supone que ha de seguir. Eso es todo.
Curiosamente, esto de la escansión es algo que está presente todos los días en una palabrita que hemos traído del inglés: el verbo to scan, adaptado en español como “escanear”. En inglés, escandir un verso se dice to scan a verse. Es decir, que escanear y escandir quieren decir algo muy semejante, casi lo mismo, pero en diferentes ámbitos.
He llegado a decir que las condiciones para que la poesía desaparezca ya existen, vivas y activas entre nosotros. Lo que cuento aquí es una prueba.
La mayoría de los lectores dirá que no es para tanto. Tienen razón; tienen su razón, que no es la mía. Para mí sí es importante, decisivo, grave, delicado, o como se quiera decir. Cada quién.