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Escrito originalmente en lengua bengalí y traducido al castellano por su propio autor, el libro de poemas Sumar sal apareció en España a fines del año pasado con el sello editorial de El Sastre de Apollinaire. Está firmado por el poeta Subhro Bandopadhyay. Este admirable poeta de la India nació en Calcuta en 1978. Vive en Nueva Delhi y trabaja en el Instituto Cervantes.
Decir que me ha impresionado Sumar sal sería decir muy poco. Me he llenado de admiración por la destreza y la capacidad visionaria del poeta, y de asombro ante versos en los que me maravillan por igual la extrañeza, la precisión y el dominio formal, todo bien equilibrado.
Lejos de mí atribuirle esa extrañeza al “factor exótico”, pues pienso que todo buen poema, todo poema eficaz y realmente expresivo, tiene dentro de sí, y lo manifiesta, un fuerte elemento de extrañeza: ocurre en los márgenes de la lengua y explora los límites de ésta. Por eso me llaman la atención los traductores que dicen ante un poema “pero esto no se dice así en la lengua de todos los días”; no han entendido que un poema se aparta de esas formas de la lengua cotidiana y, aprovechándolas, las subvierte. El vallejiano “traje que vestí mañana” les hace fruncir el ceño a esos traductores; lo que hagan después puede ser una calamidad, a menos que lleven a la lengua a la que traducen la extrañeza soberbia de sor Juana, Gorostiza, o López Velarde.
Un gesto a la vez mínimo pero máximamente significativo en el libro de Subhro Bandopadhyay es el epígrafe de Antonio Machado, que ampara la sección “Estación Mediodía”, segunda del libro. Las lecturas de Bandopadhyay en nuestro idioma son abundantes y las ha hecho con un cuidado extremo; se ha apropiado, como buen lector, de escrituras que para él han significado auténticas experiencias.
Sumar sal es una recreación de diversas estribaciones de la imaginación y el mundo, allí donde se tocan, pues quizá son lo mismo: mundos imaginados, imaginaciones del mundo. Me llaman la atención las coordenadas temporales de Bandopadhyay: frente a tantos poetas del instante y de las eternidades que son meras imposturas declarativas, él se acoge a la duración media de los meses. Los meses de Bandopadhyay son lugares habitables, acaso regidos por la regularidad de los monzones. La lluvia, la humedad, el agua en todas sus dimensiones, también están presentes en estos versos.
Tengo que decirlo todo. Mi relación con Bandopadhyay ha durado algunos años y consiste en una larga conversación que abarca temas diversos: de las tramas metafóricas a la vida de Manabendra Nath Roy, fundador del Partido Comunista Mexicano y paisano de Bandopadhyay, pues también era bengalí.
Son, como siempre, malos tiempos para la poesía. No importa. Este poeta bengalí es lector e interlocutor de otros poetas en este lado del mundo: el chileno Raúl Zurita, el cubano José Kozer, la mexicana Coral Bracho. Es uno de los nuestros.