Texto: Julia Carabias Lillo

Soy parte de la comunidad “unamita” desde los 13 años, y no porque en ese entonces la UNAM tuviera secundarias, sino porque ingresé a estudiar guitarra a la Escuela Nacional de Música, a donde, todas las tardes, mi madre me llevaba al espléndido edificio de la Casa de los Mascarones en la Ribera de San Cosme. Dejé la música cuando mi maestro, años después, me enfrentó a mi primera encrucijada: “Estudias formalmente la carrera de música y dejas la prepa, o te olvidas de ser guitarrista y continuas tus estudios académicos”. El desenlace de mi decisión es conocido.

Cuando terminé la prepa, en el largo periodo vacacional que teníamos los egresados de escuelas privadas y antes de presentar mi examen de admisión, fui al campus de Ciudad Universitaria con la intención de conocer la Facultad de Medicina, aunque la física, matemáticas y biología también me atraían. Atravesé las islas y al llegar a la fuente de Prometeo pregunté a dos jóvenes (aún hoy mis buenos amigos) por la ubicación de la Facultad de Medicina; después de unos minutos, convencida o enredada por sus argumentos, entré a una de sus clases de biología en la Facultad de Ciencias, de allí pasamos a la cafetería y luego a la Asamblea General, en donde conocí a muchos de los que, después, fueron mis maestros. Se debatía si Ciencias apoyaría o no la huelga del sindicato de trabajadores. No dudé que esa era mi nueva casa.

Eran los años 70, se vivía un intenso ambiente cultural, político y científico en la UNAM, que nos entusiasmaba a los jóvenes y nos formaba; buena parte era producto del movimiento estudiantil de 1968 que está cumpliendo 50 años. Allí empecé a conocer a mi país. Hasta entonces mi vida, como hija de refugiados españoles, se había desarrollado en un entorno antifranquista y de justicia social, pero era un mundo bastante cerrado. La UNAM me enseñó los México que desconocía y me dio las bases de mi formación profesional y política.

Desde el inicio de la carrera me incliné por la ecología y el medio ambiente. Se empezaban a discutir en el mundo los impactos del crecimiento poblacional sobre la naturaleza y los efectos de la contaminación ambiental en la salud de las personas. En México defendíamos las selvas tropicales de la destrucción por la ganadería y por las presas; por supuesto perdimos. Al tiempo de estudiar, militaba en los movimientos sindicales universitarios, primero apoyando como estudiante, después como ayudante de profesor. Tuve grandes maestros en la biología y en la política y me hice, desde entonces, de mis amigos de la vida. Ser profesora de carrera de la Facultad de Ciencias, haber contribuido a incorporar el área de conocimiento sobre medio ambiente, conservación y manejo de ecosistemas naturales y formado a más de un millar de estudiantes en estos temas durante 41 años ininterrumpidos es la mayor satisfacción de mi vida profesional.

Además de su calidad académica en todas las áreas, que coloca a la UNAM entre las mejores universidades del mundo y como un referente para las demás universidades del país, la Máxima Casa de Estudios se ha caracterizado siempre por ser un espacio de reflexión, plural y respetuoso, sobre los problemas nacionales, que ha dado cabida a la expresión de todas las opiniones que existen en el país y con resultados muy sustantivos. Esto, aunque se dice fácil, constituye un gran activo para México y un privilegio del que no todos los países gozan.

Un ejemplo lo acabamos de vivir durante la contienda electoral. El foro organizado por la UNAM y el INE, “México 2018. Los Desafíos de la Nación. Las plataformas electorales discutidas por los universitarios”, puso en evidencia la falta de planteamientos de fondo que los partidos registraron en sus plataformas ante el INE. Lamentablemente esta obligación, que es un logro de nuestra democracia, no la toman en serio los partidos y la cumplen como un mero trámite en demérito del proceso electoral.

Estoy convencida de que el foro mencionado, junto con una multitud de expresiones de los universitarios realizadas en TV-UNAM, Radio-UNAM, artículos y libros colectivos, ofrecieron un enorme cúmulo de ideas que contribuyó a que, conforme las campañas electorales avanzaron, los equipos asesores fueran enriqueciendo sus plataformas y programas de acción.

La UNAM, en este segundo semestre del año, tiene otra oportunidad y responsabilidad para contribuir a la reorientación de las políticas públicas sobre el desarrollo nacional que formarán el Plan Nacional de Desarrollo (PND). Por su carácter de institución pública, laica, plural y autónoma, la UNAM es un espacio óptimo de deliberación, para la construcción de puentes de comunicación, para acercar posiciones y, mediante el diálogo incluyente y libre, tan necesario en estos tiempos, generar novedosas soluciones e innovaciones tecnológicas.

Ya desde el año pasado la UNAM ha venido impulsando esta reflexión. Me referiré a dos ejemplos, sin demérito de muchos otros. El primero es el realizado por el Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED). En 2017, el PUED publicó el primer volumen de su colección Informe del Desarrollo en México titulado Perspectivas del desarrollo 2030 y, en 2018, el segundo informe, Propuestas estratégicas para el desarrollo en México 2019-2024. Ambas obras colegiadas contienen una gran riqueza de planteamientos sobre la dirección que debe tomar el desarrollo nacional en la defensa del interés público.

El segundo ejemplo es la “Agenda Ambiental 2018. Diagnóstico y propuestas”, que publicó el Seminario Universitario de Sociedad, Medio Ambiente e Instituciones (SUSMAI). Se trata de un documento elaborado por un amplio colectivo de expertos, que ofrece propuestas concretas para el tratamiento de las problemáticas socioambientales apremiantes del país.

Estos documentos, entre otros, deberían constituir la base de una amplia discusión impulsada por la UNAM sobre las acciones y medidas para cada sector que, a cuenta gotas, día tras día, está dando a conocer la administración que tomará posesión el 1º de diciembre. La suma de estas acciones no puede conformar el PND. Se requiere una visión integral para hacer frente a las lacerantes desigualdades nacionales, mejorar las condiciones de vida de la población, sobre todo la más necesitada, y construir un futuro sustentable con crecimiento económico responsable, respeto al medio ambiente y comprometido con la conservación del patrimonio natural nacional.

Además, los ajustes institucionales anunciados no se están orientando hacia la construcción de una nueva y obligada generación de políticas transversales, que faciliten la urgente coordinación interinstitucional e intersectorial, para poder alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 a los que se comprometió México.

La UNAM puede contribuir de manera sustantiva a construir una visión integral para el desarrollo sustentable ya que tiene no sólo a los expertos, sino la capacidad de discutir y analizar de manera interdisciplinaria y creativa. Ojalá, una vez más, demuestre su responsabilidad como institución que asume los desafíos para la construcción de un mejor país y sea escuchada.

Termino con un reconocimiento y felicitación a la Fundación UNAM por sus 25 años de vida, en los que ha logrado convocar a miles de egresados que compartimos la identidad de “unamitas”. La importante labor de la FUNAM para conseguir recursos económicos ha permitido becar a más de medio millón de estudiantes de escasos recursos para que continúen con sus estudios. Este programa de becas contribuye a cerrar la brecha educativa y aminora las desigualdades nacionales ofreciendo oportunidades a estudiantes para convertirse en profesionistas y cambiar la vida de ellos y de sus familias. Además, la FUNAM promueve el espíritu de solidaridad que caracteriza a la UNAM con acciones como las brigadas de apoyo a las comunidades que viven en condiciones de pobreza para mejorar su salud y el manejo de sus recursos naturales.

La UNAM cambia vidas; además de formar buenos profesionistas, maestros e investigadores, engendra mejores seres humanos.

Profesor de Carrera (definitivo). Laboratorio de Ecología, Facultad de Ciencias, UNAM

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