No se haga el que la virgen le habla: bien que se ha comido sus quesadillotas doradas, de sesos, con todas los agravantes: cilantro, salsa roja, cebolla extra y una o dos tremendas micheladas.

Y sin culpa.

Por lo general, según nos enseña la biología, en el mundo donde el más fuerte es el que manda, los depredadores con físico más grande atacan primero el cuello de la víctima para herirla de muerte, y en cuanto el desdichado animalito que no alcanzó a correr a tiempo ya no puede escaparse, pasan a devorar la parte media del cuerpo: proteínas, grasas, órganos con diversa riqueza alimenticia, tripitas y otras suculencias.

El cerebro implica más trabajo, y no es tan difícil ver con los malvados ojos de la imaginación que las aves carroñeras, con sus fuertes picos, pueden llegar a ese manjar con enorme alegría.

El problemilla es cuando uno necesita comer cerebros humanos.

Son una basura, déjeme decirle antes de que se horrorice: están llenos de toxinas que provienen de medicamentos y drogas permitidas e ilegales más las reacciones químico-físicas propias de las sensaciones, órdenes y regulaciones que ahí se forman. Pero son basura, por más que los lave y deje remojar en leche con hojas de laurel un día entero. Y son caros. Y, demonios: su consumo, transporte, venta y almacenamiento está fuera de la ley.

Así que cuando hablamos de Olivia Moore, la protagonista de iZombie —así es la grafía y se respeta—, que está viva pero también está casi muerta, que es médica forense, que trabaja para el área de laboratorio de la policía, que tuvo una existencia amorosa y familiar, pero que si no come cerebros humanos se termina de morir, entonces ya la cosa cambea, varea y se diferencea porque gracias a su necesidad ingiere cerebros de víctimas o victimarios de los que caen en la morgue policiaca y eso le permite tener ligeras visiones y habilidades pasajeras de la persona muerta. Entonces, su trabajo es, si me permite decirlo así, vital para ir resolviendo caso tras caso.

Pronto, el tiempo y los cerebros vuelan, estará de nuevo en la pantalla esa delicia de serie que es iZombie, con la quinta temporada que se anuncia como la final. Será una lástima no seguir las aventuras de este “procedimental” con toquecitos de humor negro —muy pocos y muy discretamente manejados—, pero lo cierto es que no daba para más. Y sabemos, seriéfilo lector, que cuando una serie recibe vida artificial con temporadas extra, el producto que estaba pensado para generar el interés y el placer del espectador simplemente se convierte en decepción y amargura.

Es por esa razón de mantener el listón muy alto que una de las mejores series de todos los tiempos, Juego de Tronos, se acaba en la temporada que está por iniciar. Terminará por todo lo alto, como en su momento lo hizo el más grande procedimental posible hasta ahora, The Wire. Siempre será mejor cortar por lo sano que andar arrastrando la cobija con un trabajo como The Walking Dead, tan decoroso, limpio y cuasi perfecto pero que se volvió para su desgracia en la gallina de los huevos de oro y ahora ya no hay ni gallina, ni huevos ni los personajes entrañables que nos motivaban a seguir episodio a episodio esa lucha a muerte por la supervivencia en un mundo cruel donde los haya.

Yo, zombie o iZombie fue, muy probablemente usted lo sepa ya, un cómic antes de ser adaptado para televisión. Fue hecho por Chris Roberson y Michael Allred, que a través del sello Vértigo publicó DC Comics. La idea de una mujer zombie capaz de resolver misterios luego de ingerir ciertos cerebros era un hallazgo que no podía dejarse pasar. En la literatura y el cine los zombies son en su abrumadora mayoría unos seres sin conciencia, con el cuerpo en jirones y que van por la vida con una actitud más bien descuidada, por no decir que francamente caótica. iZombie no es así: desde su inicio en tanto cómic la personaje principal ya era muy humana para ser del todo una zombie, y de ahí Diane Ruggiero y Rob Thomas fueron los responsables de adaptar la historia que finalmente fue llevada a la televisión a través de The CW Network.

Desde luego que se hicieron adecuaciones que en este particular caso respetaron hasta donde era posible la idea original y la enriquecieron de muy buena manera. A ello contribuyen de manera decisiva la pareja ideal en tanto compañeros de laboratorio que conforman la actriz Rose McIver (Olivia Moore), y su jefe, un afabilísimo, curioso, erudito personaje, el doctor Ravi Chakrabarti, a cargo del actor inglés Rahul Kohli.

Entonces, olvidémonos por ahora de los cerebros humanos porque nos pegan agruras, y concentrémonos en esperar el inicio de la temporada final de iZombie con una buena dotación de quesadillas de sesos de res —una vez lavados, se cuecen en agua y sal, se fríen luego con cebolla y de ahí a la tortilla que, dorada para que “la mordida” tenga crocancia, se convertirá en quesadilla— a las cuales una vez en el plato las aliña con las hierbitas y salsas de su preferencia.

Piense, lector querido, lo que pudo decir Bécquer de haber sabido lo que ahora sabemos de los “no muertos”: Mientras exista una inteligente, hermosa y sensitiva mujer zombie, habrá poesía.

@cesarguemes

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