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Por: Juan Roberto Reyes Solís
Los Estados Unidos son, hoy en día, el principal país exportador e importador en el mundo. Así lo reporta el CIA World Fact Book que destaca que en 2017 la potencia mundial registró un intercambio comercial cercano a 4 billones de dólares. Los principales proveedores de bienes y servicios en este mercado son China (21.6%), México (13.4%), Canadá (12.8%), Japón (5.8%) y Alemania (5%).
Para erigirse como la nación económicamente más poderosa del mundo se ha recurrido a la implementación de una política comercial abierta que tiene grandes extensiones transnacionales en todos los rincones del orbe. Así las cosas, la Oficina del Representante de Comercio (United States Trade Representative) expone en su página web que el país -con cerca de 5% de la población en el planeta- genera más de 20% de los ingresos mundiales, y claramente, el intercambio internacional es fundamental para lograr dichos resultados.
En este tenor, ha sido esencial participar activamente en la globalización económica mundial de los últimos tres decenios, en donde el libre comercio, la apertura de mercados y el flujo abierto de inversiones han sido aspectos clave para el desarrollo internacional. Los gobiernos de la potencia del norte han aprovechado estas dinámicas para fortalecer y expandir su estructura productiva y con ello tener excelentes estándares de progreso socioeconómico (un producto per cápita cercano a 60 mil dólares anuales, más de 160 millones de personas trabajando y un Índice de Desarrollo Humano de 0.924 -en donde uno es el nivel más alto-, entre otros datos relevantes).
Estados Unidos ha basado su crecimiento económico con el apuntalamiento de industrias altamente estratégicas por lo que su estructura productiva está ampliamente diversificada. El valor agregado, la innovación tecnológica y el poderoso despliegue del sector de servicios son algunos distintivos del país.
Ahora bien, con la firme intención de mantener este ritmo de crecimiento, progreso y desarrollo, la administración del presidente Donald Trump se ha caracterizado desde 2016 por un afán de desplegar con mayor vigor las capacidades de la economía nacional y, por ende, de recurrir a todo tipo de argumentos para hacer una realidad notoria el eslogan de “Make America great again.”
Hoy, después de considerar útiles para la causa la implementación de aranceles a diversos países como China y México -entre otros-, el gobierno estadounidense ha dado un giro en su política comercial para crear ante el mundo un rostro proteccionista. La estrategia ha sido acompañada por una agresiva oleada de desplantes y amargas declaraciones en torno a posibles nuevos aranceles cuyos destinatarios serían Japón, la Unión Europea, India y Vietnam.
No está de más señalar las intenciones de reelección de Trump, que en el trasfondo de estas circunstancias y justo cuando el ambiente político se está calentando en EU, el comercio es un elemento útil para su retórica.
En el caso de México, que a pesar del cambio de gobierno se mantiene firme y como principal estrategia el paradigma del libre comercio trazado por los anteriores líderes del país, la fuerte dependencia e integración económica con Estados Unidos nos pone un fuerte reto para el momento actual y futuro.
Datos de la Secretaría de Economía exponen que en 2018 el valor de las exportaciones de México a Estados Unidos alcanzó 79.4% del total de las ventas internacionales (unos 358 mil millones de dólares). Al mismo tiempo, en el transcurso de 2019, nuestro país se convirtió en el principal proveedor de ese mercado toda vez que la confrontación comercial entre Washington y Beijing ha modificado la estructura de importaciones de nuestro vecino del norte.
Ante un panorama así, en el cual no se prevén cambios, y menos aún por los factores políticos que vienen en 2020 a EU -incluida la amenaza arancelaria de la administración Trump y la presión por las políticas migratorias sobre México-, es nuevamente útil recurrir al fortalecimiento del mercado interno y la intención de diversificar el comercio internacional. La realidad que vivimos nos lleva a apostar, a pesar del próximo T-MEC, a la modernización y multiplicidad comercial en donde China y otros aliados serán fundamentales en los años siguientes.
Académico de UVM Campus Querétaro