Desde hace algunos días el presidente López Obrador comenta que el tipo de cambio se ha fortalecido durante las últimas semanas de su gestión. En realidad hace alarde de que el peso se aprecia como si fuera el resultado de sus acciones de gobierno y como si fuera una opción óptima para el país. En realidad, ninguna de estas posibilidades es totalmente correcta lo que tiende a demostrar cierto grado de desconocimiento sobre el comportamiento de la dinámica financiera que ha llevado al peso a convertirse en una de las principales monedas de especulación financiera internacional.
La apreciación del peso responde a múltiples factores internos como externos que poco tienen que ver con los postulados y las acciones de la cuarta transformación. Entre los externos destaca la intención de la Reserva Federal, banco central de los Estados Unidos, de poner un alto al incremento de la tasa de interés que rige la economía de ese país, lo cual ocurre simultáneamente a que los mandatarios de Estados Unidos y China logran negociar una tregua en su conflicto comercial el cual había generado gran volatilidad financiera sobre todo en aquellas actividades con alto contenido de comercio internacional. Estos cambios han inducido a mayor optimismo a nivel internacional, un regreso de la confianza de los inversionistas y, en consecuencia, menor aversión al riesgo que induce a los capitales especulativos a invertir en economías emergentes, como la mexicana. También hay que considerar los mayores estímulos monetarios de otros bancos centrales, como los del Banco Central Europeo que detuvo la acumulación de bonos y prepara incrementos en su tasa de interés, tal como ya lo hizo el Banco de Inglaterra y el de Japón parece que lo hará. La depreciación del dólar igualmente responde a políticas para compensar la ralentización de la demanda interna en EU que puede llevar su crecimiento en 2019, según el FMI, a 2.5% luego de crecer al 3% en 2018 con posibilidades de un bache recesivo en 2020.
Entre los factores de orden interno está la negociación del T-MEC, la menor tensión entre los empresarios y el nuevo gobierno pero particularmente relevante es la postura restrictiva de la política monetaria del Banco de México que en nombre de la estabilidad de precios mantiene un significativo diferencial entre la tasa de interés local y la de EU. Este diferencial de tasas es factor clave para que los capitales especulativos internacionales todavía estacionen en México cerca de 130 mil millones de dólares en activos gubernamentales, ligeramente arriba del 30% del total de estos activos y continúa la compra de pesos en la expectativa de que el FED no incremente nuevamente su tasa de interés. Buscan así reponerse de un año difícil para los mercados financieros con una alta volatilidad que ha impuesto pérdidas significativas en los índices accionarios de las principales bolsas de valores que aumentaron aún más en diciembre último, con lo que ahora se denomina como el “bache Trump”.
Así, el retorno a la normalización de la política monetaria de Estados Unidos y más recientemente la pugna entre el Banco de la Reserva Federal y el presidente Trump ha dado pie a esta era de volatilidad financiera lo que hace necesario tener una adecuada administración entre el tipo de cambio, las tasas interés y la inflación para un desempeño positivo de la economía. El dilema es que la misma gestión de política monetaria puede no satisfacer simultáneamente los dos objetivos de crecimiento económico y mayor renta financiera. La incertidumbre que causa la inflación afecta vigorosamente procesos básicos de una economía, como la inversión y la demanda agregada, lo que repercute negativamente en el crecimiento de la economía. Una política monetaria restrictiva puede manipular la tasa de interés para mantener la inflación relativamente controlada, pero ante esta opción el tipo de cambio se convierte en el mecanismo de transmisión para la relación entre inflación y rentabilidad del capital financiero extranjero invertido en un país. Esta es la razón para que los analistas financieros consideren la apreciación de la moneda como algo positivo y su depreciación como algo negativo en absoluta contraposición a la teoría convencional del comercio internacional que considera que la apreciación hace menos competitivas a las exportaciones y más competitivas a las importaciones que realiza un país, con consecuencias negativas para el deseado equilibrio en cuenta corriente ocasionando déficit comercial. Este desequilibrio encontraría solución con la depreciación de la moneda pero esta opción induce a la salida de los capitales especulativos lo cual retroalimentaría la dinámica de depreciación e invalidaría la lucha contra la inflación.
El hecho relevante es que en las condiciones actuales de dependencia del capital especulativo la política monetaria local restrictiva por altas tasas de interés termina por dar seguridad al capital especulativo a costa de debilitar la balanza comercial y el crecimiento económico nacional. Esta seguridad del capital especulativo transnacional de estar recibiendo mejores ganancias que en otros lados es los analistas financieros denominan “confianza en el país” sin importar que las condiciones precarias de bienestar de la mayoría de la población mejoren o no o que el costo de mantener estos capitales en México haya rondado en años recientes en dos por ciento del PIB anuales por el mantenimiento de elevadas reservas internacionales o que se mantenga un mediocre nivel de crecimiento económico.
Estas consecuencias de una política monetaria restrictiva, que es factor determinante de la apreciación de la moneda nacional, no es algo para festejar como tampoco lo es el supuestamente buen recibimiento de los bonos emitidos por México recientemente. El que existiera una demanda cuatro veces mayor que la oferta y de que el spread que se pagó fuera uno de los más bajos en los últimos años solo muestra el exceso de capitales especulativos que hay en el mundo en busca de oportunidades como las que la financiarización mexicana proporciona.
En estos tiempos de expectativas recesivas mundiales el aumento de estos capitales de corto plazo, que en cualquier momento podrían migrar a latitudes más confiables enviando al peso a una vorágine de depreciación, es un embrollo que podría empañar los futuros logros de la cuarta transformación lo cual podría comenzar por la exaltación a la capacidad de estos fondos para apreciar el peso.