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En el entorno del presidente López Obrador dicen lo mismo que dice él: que el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, es un buen hombre, es una persona bien intencionada, que le echa muchas ganas, que está metido en los temas…
…sin embargo, todos terminan poniendo cara de lástima y rematan: “pero pues no le da”.
Se refieren a que —pongámoslo con elegancia— es nuevo en el servicio público, no tiene experiencia como funcionario y sus ganas no son suficientes para que sucedan las cosas que tienen que suceder en su administración. Sobre todo en un estado con tantos problemas como Veracruz.
El tema álgido es el de la seguridad. En medio de la descomposición, el gobernador morenista Cuitláhuac García mantiene una disputa brutal con el fiscal Jorge Winckler, heredado del gobierno de su archirrival panista Miguel Ángel Yunes. Circula en redes sociales un video en el que caricaturizan al gobernador echando la culpa de todo, una y otra y otra y otra vez, al fiscal Winckler.
Lo curioso es que mientras el gobernador atiza al fiscal y el presidente López Obrador lo respalda en esta disputa, el gabinete de Seguridad y los órganos de inteligencia del lopezobradorismo se coordinan directamente con Winckler.
El caso más reciente sucedió el viernes de la semana pasada, cuando el gobierno federal pidió implementar un operativo de última hora para capturar a Adrián Fernández, “El Pelón”, presunto responsable de la matanza en Minatitlán.
Lo agarraron en su chamba: salía del complejo petroquímico Pajaritos: el sujeto trabajaba para Pemex, como le adelanté en estas Historias de Reportero antes de la aprehensión.
Para armar el operativo, el gobierno federal se coordinó directa y rápidamente con el fiscal Winckler, según confiaron los propios integrantes de la administración López Obrador encargados de estos asuntos. Y Winckler, entendiblemente cuestionado por sus vínculos políticos con Yunes y por irregularidades propias, pero con los hilos en la mano, actuó, y El Pelón cayó. ¿Y el gobernador? Pues quedó de lado.
Frente al cúmulo de retos que tiene Veracruz —muchos de ellos heredados— y si se da cuenta de cómo lo evalúan en el gobierno federal, quizá le convendría al gobernador dejar a un lado los pleitos políticos, a ver si coordinándose todos hay mejores resultados para los ciudadanos.
SACIAMORBOS
Alfonso Romo y su “cachetadita” recordó a Agustín Carstens y su “catarrito”. Declaraciones que persiguen a un funcionario toda la vida. Nomás que Romo no tiene el mismo peso que tenía Carstens. Ni en el mundo financiero nacional e internacional, ni en el gobierno para el que trabaja.
Por cierto, en la misma declaración, Alfonso Romo echó mano de una metáfora muy del pueblo mexicano: el salto de caballos. Romo tiene caballos y salta muy bien, así que se le hizo muy pedagógico decir que esto de la economía en números rojos es “como cuando uno monta a caballo, te vuelves a subir para saltar mejor”. Pero los fifís somos nosotros.
historiasreportero@gmail.com