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No hay dinero para las medicinas, pero sí se le compran por más de 160 millones de pesos al ex candidato de Morena al gobierno de Jalisco. No hay dinero para hospitales, pero sí para tirar un aeropuerto a la mitad y hacer otro donde hay un cerro. No hay dinero para las guarderías, pero sí para construir una refinería que todos le han dicho que es un pésimo negocio. No hay dinero para los incendios, no hay dinero para las universidades, no hay para los refugios de mujeres víctimas de violencia, pero sí hay para repartir efectivo por todo el país.
¿No lo atienden en el IMSS? Páguese su doctor, que para eso le llega su dinerito en efectivo. ¿No le dan sus medicinas en el Seguro? Cómpreselas en la farmacia, que para eso apoya el gobierno con su sobrecito mensual.
¿Primero los pobres o primero el presidente?
La carta de renuncia de Germán Martínez a la Dirección General del IMSS es la crítica más dura y documentada a la autoproclamada 4T, sobre todo porque vino desde dentro. El secretario Urzúa y la superoficial mayor Buenrostro (denunciados sin nombre en la carta de Martínez) sólo son los ejecutores de la voluntad del presidente AMLO que ha generado una parálisis de gobierno.
De todas, la crítica que debería calar más hondo es la de la insensibilidad frente a las población más vulnerable y pobre. Los recortes drásticos y la política de ahorros a toda costa parece neoliberal, como lo señala Germán Martínez en su carta, pero cuando se completa la película vemos que el dinero está redirigido a un proyecto de populismo extremo: tres obras de infraestructura en las que sólo cree un hombre, el presidente, en contra de los suyos, en contra de las evidencias técnicas y en contra de los señalamientos nacionales e internacionales; y un grupo de programas en los que se anula a las instituciones y se privilegia el apoyo directo con dinero entregado en mano a nombre de ese hombre, el presidente.
Seguir por esa ruta es apostar por el desmantelamiento del Estado para engrandecer la figura de un líder supremo. Se va dejando manco, cojo, ciego al Estado, para alimentar al ganso.
El caso de Germán Martínez es el de un funcionario que heredó un IMSS en los huesos, en crisis, sostenido por alfileres, y en lugar de culpar a los de antes —tenía todos los argumentos para hacerlo— prefirió renunciar que quitarle los alfileres. Una cosa es cortar excesos, lujos, privilegios, camionetas blindadas, etc., otra cosa es paralizar al gobierno a costa de los más amolados.
SACIAMORBOS
Que no digan que soy corrupto, aunque no haya medicinas.
Que no digan que soy represor, aunque estalle el ducto en Tlahuelilpan.
Que no digan que soy conservador, aunque entreguemos la educación a la CNTE y Elba Esther.
historiasreportero@gmail.com