PARK CITY, Utah, Estados Unidos.— Este es un pueblo de esquiadores en nieve. Imagino sus calles en invierno repletas de hombres y mujeres que caminan torpemente por las pesadas e inflexibles botas, ropa repelente al agua, abrigados hasta parecer botargas de sí mismos, niños que van dejando en el camino rastros de su paso: un guante tirado, un gorro que no va a aparecer jamás, en una atmósfera de disfrutable pesadilla cuya escenografía es el pueblo montañés siempre perfecto en el que parece que hasta nieva como parte de la política de embellecimiento de la vía pública.
Imagino que así es porque ahorita no está así. Las calles están repletas de nómadas del mundillo del cine, que visten deliberadamente informal porque el festival de Sundance no auspicia las alfombras rojas de vestido largo y esmoquin. Se ha ganado la fama de independiente, hipster, último reducto americano frente al poderío comercial de Hollywood.
El sábado vi el necesario y poderoso documental Intocable, sobre los abusos de Harvey Weinstein, que solía ser hijo consentido aquí, y me han recomendado mucho Neverland, el documental de cuatro horas sobre Michael Jackson.
Lo que me trae aquí es Sea of Shadows (Mar de Sombras), documental austriaco filmado en su mayor parte en México para exponer al mundo las redes de corrupción, crimen organizado, impunidad y violencia, la pobreza y la ineficacia gubernamental, que han llevado al borde de la extinción a la vaquita marina.
El documental sigue las historias de una bióloga que busca en el mar algún ejemplar de esta especie y un aguerrido piloto de drones que persigue la pesca ilegal, ellos estadounidenses, un activista italiano que infiltra a la mafia china, y una familia de ambientalistas y un reportero (su yucateco servidor) mexicanos que desde sus trincheras hacen la denuncia.
Su estreno mundial fue anoche en Sundance. No es el clásico filme contemplativo sino casi un thriller de acción (con la salvedad de que aquí las balas y las amenazas de muerte son de verdad).
Su director, Richard Ladkani, ha logrado manufacturar un documental trepidante, entretenido, sobre una materia en la que México está apenas a tiempo de no acumular otra vergüenza mundial. El nuevo gobierno federal mexicano no se ha posicionado sobre este tema. Ojalá lo haga pronto.
No se trata de salvar al planeta con una investigación, un reportaje o un documental, pero tal vez sí podemos sembrar en las nuevas generaciones la esperanza de que sean ellas las que lo salven. La mexicanísima vaquita marina es un buen símbolo de esa intención.
Cuando tenemos gobiernos que niegan el cambio climático y boicotean los esfuerzos por salvar a La Tierra, son importantes todos los intentos por documentar que es posible relacionarnos de otro modo con la naturaleza.
SACIAMORBOS. Tengo un claro conflicto de interés al hablar de Sea of Shadows, así que espero que se vea en México en pocos meses.
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