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Vivía de pisa y corre. No estaba más de una semana en algún lugar y se mudaba. Tres días por hotel y a cambiar. Nunca repetía, mentalizado a que sólo siguiendo esas reglas podía evadir a las autoridades. Quizá por eso los estudios de personalidad de las áreas de inteligencia del Cisen y la Marina lo consideraban un tipo inteligente, serio, cuidadoso.
Hasta que, en un operativo, fuerzas federales de élite lo agarraron en la Ciudad de México. Fue el mismo grupo de infantes de Marina que ha estado a cargo de los grandes golpes: El Chapo dos veces, El Chayo templario, etcétera.
Para aprehender a José María Guízar Valencia, alias El Z-43, no hizo falta un disparo. Lo agarraron desprevenido, de sorpresa. Dijo que sabía que tarde o temprano eso le iba a pasar. No tardó en hablar. Ya bajo custodia, conversó informalmente con sus captores y, según me relatan fuentes bien informadas, contó algunas de sus andanzas. Sirvió para corroborar lo que tenían sobre él:
Empezó a inicios del año 2000 bajo el mando de su padre, Paulino Antonio Guízar Romero, quien se mudó de Michoacán a Chiapas para volverse jefe de la plaza histórica de Palenque. Se hacían llamar Los Michoacanos. Paulino se soñaba como una especie de nuevo Rey Pakal.
Traficaba cocaína de Guatemala a Chiapas para los cárteles del Golfo y Sinaloa hasta que lo mataron, presuntamente por órdenes de los hermanos González Valencia, los temidos Cuinis, fundadores del Cártel Jalisco Nueva Generación.
A su muerte, dejó al frente de la plaza a su hijo Antonio Guízar Valencia, hermano de José María, quien, según las autoridades, logró amasar una fortuna cercana a los 50 millones de dólares.
En 2001, José María Guízar Valencia fue detenido por tráfico de drogas. Lo recluyeron en el penal de Reynosa, Tamaulipas. Dos años más tarde se escapó. Las investigaciones revelaron que le costó 200 mil pesos sobornar a un médico de la cárcel para que lo ayudara a salir.
En 2005, su hermano Antonio fue también ejecutado presuntamente por Jalisco Nueva Generación, ahora con la ayuda de Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho, señalado por el gobierno federal como el objetivo número uno en la actualidad.
Tomó el mando José María. Y en 2007, lo volvieron a detener. Estuvo preso por portación de arma de fuego. Sin embargo, no se dieron cuenta de su identidad. Se hizo pasar por un tal Gregorio. Lo liberaron 7 meses después.
Gracias a eso, se acercó a los “meros-meros” de Los Zetas. Se hizo compadre de Miguel Ángel Treviño Morales, El Z-40, máximo líder histórico del cártel. Lo acompañó cinco años en Coahuila y Tamaulipas. Se creó tal vínculo con él y con el otro mandamás, Heriberto Lazcano, alias El Lazca, que hasta hubo relaciones personales entre la familia Guízar y los dos capos.
Dos veces lo agarraron, dos veces lo dejaron ir. Y con el paso del tiempo, cuando cayeron ambos, se convirtió en el líder de Los Zetas.
SACIAMORBOS. Presumió que un contacto en Monterrey le llevó tres edecanes que salían en televisión. De a 7 mil dólares la noche. Y a una muy famosa modelo y conductora argentina por la que habría pagado 15 mil.
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