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Con los nombramientos de quienes serán sus secretarios de Defensa y Marina, el presidente electo López Obrador termina de cerrar el círculo de lo que será sin duda una sacudida dentro de las Fuerzas Armadas del país. Si no sucede en otras áreas de la vida pública, por lo menos ahí sí habrá una verdadera transformación.
El general Luis Cresencio Sandoval González y el almirante José Rafael Ojeda Durán rompen con la continuidad en el Ejército y la Marina, respectivamente. Ninguno de los dos era favorito de los actuales secretarios, el general Salvador Cienfuegos y el almirante Vidal Soberón.
El mandatario electo tampoco se inclinó por ninguno de los dos militares que estuvieron en coordinación permanente con el equipo de transición para las áreas de seguridad, concretamente con Alfonso Durazo, la cabeza de estos temas para el gobierno electo: los enlaces eran el general Saavedra y el almirante José Luis Vergara, quienes llegaron a ser ubicados en distintas notas de prensa como favoritos para ocupar los máximos cargos en sus dependencias.
Esta ha sido sin duda una sacudida para las Fuerzas Armadas, sobre todo porque se sabe que AMLO tendrá como prioridad de su gobierno y casi como su tarea personal de cada mañana resolver el problema de la inseguridad.
Una segunda sacudida también relevante es que hace un par de semanas, el presidente electo advirtió que los secretarios de su gabinete no son para seis años, que no dudará en cambiarlos si no dan el ancho o no se coordinan. Al menos en los últimos tres sexenios en México hemos visto que los integrantes del gabinete de seguridad no se coordinan y muchos de ellos no han dado el ancho. Sin embargo, por lo menos en los casos de las secretarías de Defensa y Marina, los titulares nunca han sido removidos durante el sexenio desde hace muchas administraciones federales. A partir de ahora, el general Sandoval y el almirante Ojeda llegan con la advertencia de que pueden irse, que su cargo no está amarrado seis años, que esa tradición se puede romper también.
La tercera sacudida es que el presidente electo ha trabajado su estrategia de seguridad sobre la idea de establecer en la práctica un mando entre él, en su calidad de comandante supremo de las Fuerzas Armadas, y los secretarios de Defensa y Marina. De entrada, es previsible que como coordinador de las labores del general Sandoval y el almirante Ojeda esté el futuro secretario de Seguridad Alfonso Durazo (no en el organigrama constitucional, pero sí en la organización de gobierno cotidiana).
La cuarta sacudida es que en su reciente gira a Tamaulipas, el presidente electo delineó que planea establecer un mando único que coordine a decenas de miles de elementos del Ejército, la Marina y la Policía Federal, con entrenamiento de élite y blindaje anticorrupción. Este mando único sería civil, lo cual implica todo un proceso de adaptación para los militares que por décadas se han resistido a mezclarse y dejarse mandar por alguien que no trae el mismo color del uniforme.
A ver qué tal funcionan estas cuatro sacudidas al tablero.