Qué manera de despedazar su futuro la de José Antonio Meade. Después de que ganó las elecciones presidenciales por un amplio margen y sus rivales se lo reconocieron sin tardanza, ha visto esfumarse su capital político por una serie de escándalos. Predecible, para todos aquellos que sabían que detrás de este hombre de trayectoria intocada por la corrupción, se veían los cimientos de un sistema podrido.

Faltan todavía cuatros largos meses para que Meade tome posesión —ni siquiera ha sido declarado oficialmente presidente electo— y la restauración del viejo régimen ha generado un doloroso desencanto para la ciudadanía que creyó en su discurso de que era un hombre distinto.

La gota que parece haber derramado el vaso del enojo social fue el nombramiento de José Córdova Montoya al frente de la Comisión Federal de Electricidad. Argumentando la experiencia política de Córdova —número dos del sexenio hace treinta años—, pasó por alto las denuncias en su contra por estar presuntamente vinculado a un largo historial de fraudes electorales y represión contra periodistas, activistas y políticos incómodos.

El rosario había iniciado desde antes, cuando el INE, que lo dio por cómodo ganador la misma noche de la elección, exhibió una robusta investigación que señalaba que, so pretexto de ayudar a los damnificados por el sismo, el PRI había orquestado una sofisticada operación simultánea de retiros y depósitos de dinero en efectivo, que fueron a parar a manos de sus propios operadores políticos… a unos días de las elecciones. En la historia de este polémico Fideicomiso fueron implicados intelectuales de prestigio afines a Meade, la dirigencia de su partido, su nominado para ser fiscal anticorrupción y hasta su popular esposa Juana.

Lejos de mostrar sensibilidad frente a tamaño cuestionamiento, Meade acudió este fin de semana a una de las instalaciones de la empresa Higa, de Juan Armando Hinojosa, empresario muy cercano, cuestionado en medios de comunicación internacionales por presuntos malos manejos de sus negocios, y a quien nombró su jefe de gabinete. El conflicto de interés ha sido tema central en la opinión pública. No parece preocuparle.

En el plano internacional, Meade ha tratado con docilidad inaudita al presidente estadounidense Donald Trump, incluso a unos días de que separara a los niños migrantes de sus padres (el mundo sí se escandalizó por esto), mientras mantiene su discurso del muro, cuando sigue peleando a favor de sus políticas antimexicanas y a pesar de que endurece sus posiciones comerciales en el marco de la renegociación del TLC.

Con esta sucesión de escándalos, al candidato ganador no le queda nada. Eso sí. El viernes, Meade invitó a López Obrador a desayunar a su casa. Hicieron un video juntos con elogios, buenos deseos y apostando por el éxito del próximo gobierno y la reconciliación nacional.

SACIAMORBOS.

Pero claro, uno es Andrés Manuel y el otro José Antonio.

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