Estaba muy difícil de creerse eso de que los apagones en la Península de Yucatán se debían a la quema de pastizales que sobrecalentaron las líneas de transmisión de energía eléctrica. Sobre todo porque siempre ha habido quema y no habían generado estos apagones.
Estaba muy difícil de creerse eso de que el lunes de la semana pasada el gobierno, a través del Centro Nacional de Control de Energía (Cenace), declaraba una emergencia operativa por falta de gas natural para generar energía eléctrica en la Península, y al día siguiente decía que estaban mal sus datos, que era una alerta equivocada.
Afortundamente, fue el propio presidente López Obrador el que zanjó las dudas: hay una crisis de abasto de luz en la Península de Yucatán y para evitarla anunció que se va a invertir en una planta de generación de energía eléctrica.
Se agradece la honestidad valiente. A las mentiras de la CFE y el Cenace, la verdad presidencial.
El problema es que la buena intención presidencial apunta en la dirección equivocada: el problema no es la falta de capacidad de generación de energía eléctrica, sino la falta de combustible para que funcione esa capacidad ya instalada. El problema no es que no haya plantas, el problema es que no hay gas que las haga funcionar.
La respuesta del presidente a esta crisis equivale a la del dueño de una empresa que no tiene gasolina para sus camiones repartidores, lo que está generando desabasto de sus mercancías. Y para solucionarlo, decide comprar más camiones. ¡El problema es que no hay gasolina!
Desde febrero en estas Historias de Reportero anticipamos que ante el incremento significativo de la demanda de gas natural por parte de la industria y de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), era previsible enfrentar pronto apagones en el sureste. La respuesta oficial fue que no, que la alerta y críticas estaban motivadas por no sé qué intereses oscuros. Las declaraciones del presidente AMLO terminan de demostrar que el riesgo es real.
De nada sirve que hagan una o diez o cien plantas eléctricas si no hay gas. A menos de que hablaran de hidroeléctricas, pero no parece ser el caso porque eso implicaría hacer una presa y tardaría muchos años.
La solución a esta crisis de apagones en el sureste la tienen en sus manos:
Si quieren resolverla en 5-7 años, que reactiven la inversión en exploración y producción de crudo y gas asociado. En ese plazo los pozos marinos o terrestres pueden recuperar su capacidad.
Si quieren resolverla en 2-4 años, contar con producción desde el proyecto de Lakach que tiene para darle al sureste todo el gas natural que necesita.
Si quieren resolverla en 6-8 meses, pueden importar gas y, por medio de un barco híbrido de almacenamiento y regasificación, de los conocidos como FSRU, inyectarlo en Pajaritos, Veracruz.
Si quieren resolverla en 2-3 meses, que concluyan el proyecto de redireccionamiento de la estación de compresión de Cempoala. El gasoducto marino de Texas a Tuxpan al parecer está listo, pero para llevar el gas al sureste se necesita esa obra en Cempoala que se ha retrasado por cambios de señales que ha enviado el Cenagas (Centro Nacional de Control de Gas Natural) en el actual sexenio.
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