Más Información
Pifia ortográfica se cuela en transmisión del debate sobre CNDH; “Dictamen a discución” pasa desapercibido en Canal del Congreso
Delegación mexicana va a la COP29 en Azerbaiyán; promoverá “política ecológica y ambiental humanista” de Sheinbaum
En uno de los hoteles más lujosos del país, el Presidente Intercontinental de Polanco, leyendo de un prompter como los que usa el primer mandatario Peña Nieto para no tener que bajar la vista a las hojas de papel de los discursos, con maestros afines que le echaban porras de ¡Elba, Elba!, en pleno día del regreso a clases, La Maestra Elba Esther Gordillo hizo retroceder el tiempo:
Después de casi cinco años y medio tras las rejas dijo que ella había cambiado, pero su retórica fue la misma de los últimos treinta años. Dijo que el país había cambiado, pero siguió comportándose como la añeja política que todo mundo conoce. Dijo que ya no tiene obsesiones, odios ni rencores, pero sus doce minutos de discurso fueron un rosario de obsesiones, odios y rencores: contra el gobierno federal, contra quienes impulsaron la reforma educativa, contra quienes la traicionaron, contra los dirigentes del sindicato de maestros que quedaron en su lugar, contra los medios de comunicación que reportaron su estilo de vida.
No me parece casual que Elba Esther Gordillo haya escogido el lunes 20 de agosto para su reaparición pública. Es el regreso a clases y ella lo quiso dejar claro: está de regreso. No sólo eso: jugó con el próximo presidente de México y ganó, está libre y la reforma educativa está por aterrizar en el basurero.
SACIAMORBOS. La Maestra tenía todo menos un abogado penalista de confianza. Quizá porque nunca imaginó necesitarlo. Cuentan quienes la vieron en sus primeras horas tras ser consignada al reclusorio y comparecer ante el juzgado federal, que lo primero que hizo al encontrarse con su familia la noche de ese 26 de febrero de 2013 fue pedirles que contrataran al mejor penalista que pudiera sacarla de ahí. No era sencillo. En esas primeras horas de la noche previas a su declaración preparatoria, tocaron puertas de distintos despachos… y no se abrieron. Por eso su defensa, en un primer momento, fue asumida por un ex funcionario de la PGR de bajo perfil a quien no conocía ni la propia Maestra.
Cuando preguntaron a Gordillo a quiénes nombraba como sus abogados sólo atinó a decir que a los que estaban ahí. Ni sus nombres sabía. Los tuvo que leer el secretario del juzgado: Arturo Germán Rangel y José Rigoberto González Sánchez. Incluso después de platicar con ellos, La Maestra se acercó al juez y le preguntó los nombres de sus abogados, como si se tratara de defensores públicos. Después entró al quite el abogado Marco Del Toro, quien venía de ganar varios juicios para otro líder sindical: Napito. Él se encargó de litigar en el juzgado y en los medios de comunicación hasta que logró liberarla.
Aquella vez que peguntó por el nombre de sus abogados, también le dijo al juez que necesitaba atención médica porque tenía un solo riñón, ya que el otro lo había donado. De los cinco años y cinco meses que estuvo detenida, Elba Esther Gordillo sólo pasó cuatro días tras las rejas. Los demás, en un hospital público (del centro de detención), luego uno privado y finalmente en su casa. Todo, bajo el argumento de su grave enfermedad que, como lo reveló en su momento un reportaje de Mario Gutiérrez Vega y Claudio Ochoa, era reportada por su médico particular pero ninguna autoridad de la Ciudad de México acudió a verificar oficialmente durante el tiempo que estuvo presa bajo su jurisdicción. Ayer, en su conferencia de prensa, lució rozagante, fuerte, entera.
historiasreportero@gmail.com