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Singapur es un país pequeño. Una ciudad-Estado. Su apuesta por la modernidad, la tecnología y el medio ambiente la han llevado a volverse una potencia, un ejemplo mundial. Ponga Singapur en Google. Tópese con la imagen de tres torres unidas en la cima por un mismo techo. Las torres son un hotel con 3 mil 500 cuartos. Tiene casino y medio centenar de restaurantes. El techo es la alberca más alta del mundo. También aparece en la imagen una estructura grandota con forma de árbol. De hecho les dicen los súper árboles. Los instalaron en Singapur en un parque central con el objetivo de recrear los ecosistemas originales del lugar y atraer de vuelta a los animales que habían sido expulsados por la expansión humana. Lo lograron.
En Singapur los salarios son altos pero la vivienda es carísima. Hay poca tolerancia al que falta a la ley. Tirar basura en la calle, por ejemplo, cuesta 500 dólares de multa y no hay modo de zafarse. De ser un país de desarrollo medio se transformó en potencia en un par de décadas. Floreció durante una dictadura militar. Ahí el poder se ejerce sin contrapesos. Singapur es uno de los cinco países menos corruptos del mundo.
Quizá algunas de estas características (usted escoja cuáles) sedujeron a la autodenominada Cuarta Transformación porque hoy por hoy, Singapur encabeza la lista de las naciones que pueden estar involucradas en el desarrollo del Tren Transístmico, según me cuentan fuentes bien informadas.
El primer favorito fue China pero la llamada 4T supo desde un inicio que darle ese proyecto tan estratégico a los chinos constituiría una afrenta a nuestro vecino y socio Estados Unidos. No quisieron jugar con fuego.
Ahí fue donde surgió Singapur. Que no nos extrañe que la relación bilateral con esa nación vaya cobrando más relevancia con el paso del tiempo.
Una de las figuras centrales en esto —tampoco hay que perderlo de vista— es Rafael Marín Mollinedo. Inicialmente fue nombrado al frente de las Zonas Económicas Especiales creadas por el presidente Enrique Peña Nieto. Pero lo más relevante es que a él encargó el presidente Andrés Manuel López Obrador los planes del Tren Transístmico, que es uno de los proyectos de infraestructura más importantes de su sexenio con el que apuesta a detonar el desarrollo en una de las zonas más pobres del país. Es también un jugoso negocio. Veremos a quién le toca.
SACIAMORBOS: El gobierno federal del presidente López Obrador hizo pública la lista de las diez compañías farmacéuticas consentidas durante el sexenio anterior. Entre diez se repartieron el pastel, es la acusación central. Faltó una empresa. La de Carlos Lomelí. Ah, no, perdón. A él le compró las medicinas López Obrador cuando era jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Y luego lo hizo político: candidato de Morena al gobierno de Jalisco y ahora superdelegado del gobierno federal en esa importantísima entidad. No creo que salga en la lista. No por otra cosa sino porque la lista es del gobierno federal anterior.
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