La consulta sobre el nuevo aeropuerto que se realizará a partir del próximo 25 de octubre es una derrota histórica para la izquierda que durante décadas luchó a favor de los procesos de democracia directa y participación ciudadana abiertos, transparentes y confiables.
El primer ejercicio de democracia directa impulsado por el que será el primer gobierno federal surgido de la izquierda está lejísimos de lo que defendieron siempre:
-Las boletas son fácilmente falsificables
—Se pueden imprimir las que sean, sin control alguno.
-El equipo del gobierno entrante decide dónde se instalan las casillas sin ningún tipo de transparencia sobre el criterio de selección.
-No hay representantes en las casillas de las dos opciones a consulta.
—Los que organizan están a favor de una de las opciones.
-El gobierno entrante hace campaña abierta a favor de una de las opciones.
-El que va a contar los votos también está a favor de una de las opciones.
-Los que financian el ejercicio están a favor de una de las opciones.
-La información sobre las opciones es elaborada por los mismos que están a favor de una opción y la presentan claramente sesgada a favor de ella.
-Las boletas omiten decir que una de las opciones está en construcción y de la otra no hay siquiera estudios para calcular costos, impacto ambiental o siquiera viabilidad.
El ejercicio se está haciendo sobre las rodillas, es opaco, sesgado y sin ninguna garantía para los que quieran votar. Más que el primer ejercicio de democracia directa parece el primer ensayo de una elección de Estado del nuevo gobierno. Parece diseñado para que el resultado sea el que desea el principal convocante, el presidente electo Andrés Manuel López Obrador.
La consulta en sí misma, por la manera en que se está aterrizando, implica ya un costo político en credibilidad para el gobierno que aún está a mes y medio de entrar en funciones.
Después de una elección presidencial que arrojó un resultado contundente y le abrió al ganador un panorama que le habrían envidiado por lo menos sus últimos cinco predecesores en cuanto a legitimidad y margen de acción para llevar a cabo el cambio prometido, López Obrador se metió sin ayuda de ningún adversario a un callejón que se antoja era totalmente innecesario.
No es un callejón sin salida y en ocasiones anteriores López Obrador ha demostrado habilidad política para enfrentar con éxito situaciones complicadas. Pero es previsible que no salga sin raspones a unas semanas de comenzar el gobierno que anuncia la cuarta transformación de México.
Y sólo hablamos del costo del ejercicio mismo. Los costos de la decisión final, sea cual sea la opción favorecida, ameritan un análisis aparte. Será el acto fundacional del nuevo gobierno. El panorama soleado que se veía para la primera administración federal de izquierda hace apenas una semana hoy es nublado. El equipo de transición lo enredó. A ver cómo lo desenreda.