A la mitad del camino, cada equipo tenía tres goles de ventaja sobre su rival. Una diferencia cómoda, holgada, que lucía inalcanzable. Sobre todo porque se trata de escuadras experimentadas, ya muy corridas en esto de los reflectores y los grandes torneos.
Pero el resultado fue diferente para el Barcelona, el Real Madrid y el Liverpool en la Champions.
El Barcelona llegó a la cancha de la Roma con una ventaja de 4 goles contra 1. Pero se extravió. Se olvidó de todo lo que le hizo llegar hasta ahí. Incluso su gran estrella, el asombroso Lionel Messi, estaba desdibujado. De aquel Barcelona que no se equivocó en el primer partido —el de ida en su cancha— no quedó nada. Roma salió a matar y al minuto 6 ya le había metido un gol. Barcelona se equivocó una y otra vez, hasta que se vio abajo 3-0. Roma había hecho la hazaña: marcador global 4-4, pero el gol de visitante vale doble así que el Barcelona, por una nariz, en un final de fotografía, fue eliminado del torneo.
El Real Madrid también sudó. Y eso que no sólo tenía un 3-0 a su favor en el partido de ida sino que jugaba en su propio estadio ante la Juventus. El Madrid se confió. ¿Cómo le iban a ganar, en su estadio, con su gente? Y fallaron todos, se equivocaron todos. La Juve salió a matar y al minuto 2 ya había metido un gol. Le faltaban dos. Y los hizo. Para el minuto 90 del partido, cuando el tiempo oficial se había terminado y sólo restaba jugar lo que el árbitro agregara por compensación de minutos perdidos, la escuadra merengue perdía 3-0. Con marcador global 3-3, estaban por irse a tiempo extra y quizá después a los penales, pero en eso, arrollaron dentro del área al madridista Lucas Vázquez: penalti a favor del Madrid, el asombroso Cristiano Ronaldo lo anota y el Madrid logra ganar sufridamente.
El equipo inglés Liverpool no sufrió. Llegó a la mitad del camino a las semifinales con una ventaja de 3-0 sobre su añejo rival Manchester City. Los dos se han enfrentado a saciar. Se conocen perfecto. Se saben virtudes y defectos. Asediado por el resultado en contra, Manchester City salió a matar: en el minuto 2 del segundo partido ya había metido gol. Le faltaban dos. Pero Liverpool no se los permitió: se dio cuenta de sus errores, enmendó y con autoridad, le anotó dos más al Manchester City. Marcador global: 5-1.
La política no es un partido de futbol, no dura dos tandas de 90 minutos ni juegan once contra once. Pero frente a una victoria que luce holgada, hay quien se confía y pierde, hay quien se confía y al final reacciona para ganar por un pelito, y hay quien no se confía y gana cómodamente.
Percibo que en las últimas tres semanas, Andrés Manuel ha exhibido al López Obrador que preocupa a muchos, lejos de aquel moderado con madurez que lucía tan disciplinado de hace un par de meses. Como si con ventaja de 3 goles hubiera recibido uno al arranque del partido de vuelta. Nada grave. Igual le pasó al Barcelona, al Madrid y al Liverpool. La cosa es qué hace el resto del encuentro.
Pero el resultado fue diferente para el Barcelona, el Real Madrid y el Liverpool en la Champions.
El Barcelona llegó a la cancha de la Roma con una ventaja de 4 goles contra 1. Pero se extravió. Se olvidó de todo lo que le hizo llegar hasta ahí. Incluso su gran estrella, el asombroso Lionel Messi, estaba desdibujado. De aquel Barcelona que no se equivocó en el primer partido —el de ida en su cancha— no quedó nada. Roma salió a matar y al minuto 6 ya le había metido un gol. Barcelona se equivocó una y otra vez, hasta que se vio abajo 3-0. Roma había hecho la hazaña: marcador global 4-4, pero el gol de visitante vale doble así que el Barcelona, por una nariz, en un final de fotografía, fue eliminado del torneo.
El Real Madrid también sudó. Y eso que no sólo tenía un 3-0 a su favor en el partido de ida sino que jugaba en su propio estadio ante la Juventus. El Madrid se confió. ¿Cómo le iban a ganar, en su estadio, con su gente? Y fallaron todos, se equivocaron todos. La Juve salió a matar y al minuto 2 ya había metido un gol. Le faltaban dos. Y los hizo. Para el minuto 90 del partido, cuando el tiempo oficial se había terminado y sólo restaba jugar lo que el árbitro agregara por compensación de minutos perdidos, la escuadra merengue perdía 3-0. Con marcador global 3-3, estaban por irse a tiempo extra y quizá después a los penales, pero en eso, arrollaron dentro del área al madridista Lucas Vázquez: penalti a favor del Madrid, el asombroso Cristiano Ronaldo lo anota y el Madrid logra ganar sufridamente.
El equipo inglés Liverpool no sufrió. Llegó a la mitad del camino a las semifinales con una ventaja de 3-0 sobre su añejo rival Manchester City. Los dos se han enfrentado a saciar. Se conocen perfecto. Se saben virtudes y defectos. Asediado por el resultado en contra, Manchester City salió a matar: en el minuto 2 del segundo partido ya había metido gol. Le faltaban dos. Pero Liverpool no se los permitió: se dio cuenta de sus errores, enmendó y con autoridad, le anotó dos más al Manchester City. Marcador global: 5-1.
La política no es un partido de futbol, no dura dos tandas de 90 minutos ni juegan once contra once. Pero frente a una victoria que luce holgada, hay quien se confía y pierde, hay quien se confía y al final reacciona para ganar por un pelito, y hay quien no se confía y gana cómodamente.
Percibo que en las últimas tres semanas, Andrés Manuel ha exhibido al López Obrador que preocupa a muchos, lejos de aquel moderado con madurez que lucía tan disciplinado de hace un par de meses. Como si con ventaja de 3 goles hubiera recibido uno al arranque del partido de vuelta. Nada grave. Igual le pasó al Barcelona, al Madrid y al Liverpool. La cosa es qué hace el resto del encuentro.
historiasreportero@gmail.com