El plan es que la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador sea un acto político de talla internacional. Comandados por el futuro canciller, Marcelo Ebrard, varios integrantes del equipo del gobierno entrante han estado trabajando para invitar ese día a los jefes de Estado más importantes del mundo.
Pero hay un problema. Grave. El 1 de diciembre es la toma de posesión de AMLO y los días 30 de noviembre y 1 de diciembre es la Cumbre del G-20 en Buenos Aires, Argentina, a la que van presidentes y primeros ministros, pues congrega a naciones que significan 85% del PIB, dos tercios de la población mundial y 75% del comercio internacional.
¿Quiénes andan ocupados en Buenos Aires esa fecha? Macron el francés, May la inglesa, Pedro Sánchez el nuevo de España, el americano Trump, el ruso Putin, el canadiense Trudeau, Shinzo Abe el de Japón, Xi el chino, Temer el brasileño, el turco Erdogán y desde luego el argentino Macri que es el anfitrión. Todos, potenciales invitados de honor en la toma de posesión del mexicano López Obrador.
¿Quién queda? Pues Nicolás Maduro, el presidente de Venezuela. Quizá uno de los más desprestigiados mandatarios del mundo, que tiene a su país al borde del colapso, y de cuyas influencias, vínculos y comparaciones ha querido sacudirse AMLO desde hace años. Lo malo es que, según nos revelan fuentes allegadas a la organización de la toma de protesta del 1 de diciembre, Maduro casi casi tiene su boleto en la mano: es el más ilusionado con venir y ha mandado todas las señales de que aquí estará.
Obviamente en el equipo de transición lopezobradorista no quieren que Maduro sea la figura internacional relevante del momento histórico. Sería iniciar con el pie izquierdo la diplomacia 2018-2024. ¿Cómo solucionarlo? Están todavía esperanzados en que figuras convocadas para el G-20 puedan hacer algún ajuste de agenda para acudir a la Ciudad de México, pero también están ideando si realizan un acto de fuerte simbolismo internacional en una fecha posterior a la que marca la Constitución para tomar posesión, es decir, un acto solemne con invitados especiales, a lo mejor el 2 de diciembre, o algo así. Todo está sobre la mesa. Horas, días, formatos.
Lo que tienen muy claro es que Maduro no va a ser el padrino de la fiesta.
Ha sido una muy mala coincidencia de fechas, porque también es cierto que el presidente electo ha concitado interés global. Desde la campaña, López Obrador se convirtió en un personaje del que se sabía en el mundo. El acrónimo AMLO se volvió del dominio público en los medios de comunicación internacionales. La polémica sobre su figura, la polarización que desató, la incertidumbre sobre qué tipo de líder sería, sumados a los recurrentes escándalos de violencia y corrupción de los últimos años que alimentaron su popularidad, más la importancia geopolítica de México, volvieron a la elección de nuestro país una noticia relevante.
Y eso tiene sus ventajas y desventajas. A ver cómo maniobran con ellas.
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