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Para quienes no entienden la decisión del presidente electo de cancelar el aeropuerto en Texcoco, ayer soltó una frase que radiografía sus intenciones: su gobierno no va a estar “supeditado a mercados financieros”.
Imagino a un marinero abordando su embarcación y gritándole al viento, desafiante: ¡no me voy a supeditar a la marea! ¡al diablo con su estado del tiempo! Y entonces se hace a la mar, sin importarle el tamaño de las olas, la fuerza del viento o el peligro de huracán. Porque él, digno, no se supedita, no se somete, es independiente, es autónomo.
Los mercados financieros son y están. Como el estado del tiempo. No se pueden desconocer e ignorar porque eso conduce al naufragio.
Es indudable que a nivel mundial se requiere un nuevo modelo económico. Es inobjetable que al amparo del libre mercado se han cometido excesos, atrocidades, abusos y corruptelas que han dañado a pueblos enteros. De criticar eso a decir “a mí el huracán me hace lo que el viento a Juárez” y salir a la mar con alto oleaje, hay un océano de distancia.
Para López Obrador, su relación con la economía es un juego de poder donde uno gana y otro pierde. Los mercados financieros son sus rivales. No parece detectar que no hay registro de un solo país que haya decidido retarlos y haya salido vencedor. Ni uno.
Mientras transmitía su conferencia de prensa para ratificar la decisión de cancelar Texcoco, tenía a mi lado en tiempo real la gráfica del tipo de cambio: mientras más hablaba el presidente electo, más subía el dólar. Eso sucedió –cito una de sus frases favoritas– les guste o no les guste.
Si el discurso buscaba atemperar la reacción financiera, fracasó: pesó más la idea del manotazo de poder (estilo Salinas con La Quina, Zedillo con Raúl, Peña con Elba Esther) que la singular oferta de catafixiar los contratos de Texcoco por unos en Santa Lucía y alguna otra obra pública como método para evitar el golpe a las empresas.
La pregunta es cómo reaccionará el presidente AMLO ante el castigo de los mercados. ¿Entrará en la espiral de esa izquierda latinoamericana que recurre a la cantaleta del “imperialismo yanqui controlador del capitalismo salvaje” mientras ve cómo sube la inflación, cae la moneda y le quitan el grado de inversión, o jugará con astucia en el tablero de la globalización aprovechando que nuestro país es una de las 15 economías más grandes del mundo?
Otro tema es la consulta y sus resultados.
El cúmulo de irregularidades y la poca seriedad con la que se organizó resta toda certidumbre a la lectura del 70-30 que le metió Santa Lucía a Texcoco. ¿Un respaldo al presidente electo? ¿Una ciudadanía convencida de los argumentos? ¿Un fraude de Morena? ¿Un presidente que se esconde en una farsa de consulta porque no tuvo el valor de anunciar como suya una decisión ya tomada?
SACIAMORBOS. A propósito de mi columna de ayer, me contactaron de las cancillerías saliente y entrante para expresar que la confirmación de la presencia de Nicolás Maduro en la toma de posesión de AMLO llegó el 16 de octubre. El gobierno electo la anunció diez días después. Éste enfatizó que no hubo intención de esconder la visita del venezolano para evitar la polémica. Agregó que antes que Maduro, confirmaron nueve presidentes, un rey, un primer ministro, tres vicepresidentes, el representante del Papa y una veintena de dirigentes de organismos internacionales .