Ya una vez López Obrador fue puntero en las encuestas presidenciales y dinamitó toda su ventaja. Pero también ya una vez vino de atrás y estuvo a punto de alcanzar.
¿Cuál será el López Obrador 2018?
Si se le acusaba de necio e intransigente, ha empezado a dar muestras de que está dispuesto a hacer cosas que antes hubieran resultado impensables.
Hace dos campañas López Obrador hubiera rechazado a cualquier publicista que le propusiera vestir una camiseta, sentarse en la arena a orillas del mar, posar como veterano modelo de ropa informal y liberar tortuguitas mientras habla sobre los dramas del país.
Inconcebible que López Obrador aceptara que grabaran a sus hijos y expusieran su vida privada para sacar provecho político de la imagen familiar, como lo hacen prácticamente todos los candidatos en el mundo.
¿Alguien hubiera imaginado a aquel López Obrador aceptar que el detonador de su precampaña fuera un videoclip de su esposa cantándole trova cubana?
Cosas tan superficiales como que ya le ponen maquillaje en sus entrevistas para televisión, cosas tan relevantes como entablar una alianza con el Partido Encuentro Social.
Quizá esta coalición, que fue explosiva entre sus fieles, para él, en lo personal, resultó mucho menos difícil: López Obrador es muy religioso y profundamente conservador. Como el PES. Lo ha exhibido históricamente: mucho se ha dicho que cuando encabezó el gobierno del DF bloqueó las iniciativas de matrimonio igualitario e interrupción legal del embarazo. Luego en el discurso abrazó estas banderas por conveniencia política. Es una de sus más notables contradicciones.
Tan flagrante, que cuando anunció su alianza con el PES le protestaron hasta con pancartas personajes centrales de su lucha como Elena Poniatowska y Jesusa Rodríguez. Más allá: en el gabinete de López Obrador en Morena hay una Secretaría de la Diversidad Sexual, encabezada por Temístocles Villanueva, quien en un comunicado se dijo sorprendido y escéptico cuando se anunció la alianza. Al día siguiente redactó en Twitter: “pude platicar unos minutos con él”, y divulgó que AMLO le prometió que “no vamos a ceder ante el conservadurismo”. ¿Pude platicar unos minutos con él? ¿Le pasa el ferrocarril encima sin avisarle, y se entusiasma porque se lo topó en un acto (hay foto) y le regaló generosamente unos minutos?
Este episodio exhibe la fortaleza pero la debilidad de López Obrador. Lo que le puede hacer ganar y lo que le puede hacer perder.
Lo muestra como un pragmático que hace cálculos políticos despiadados y actúa en consecuencia: lo que sea para sumar votos. Pero también lo vuelve a exhibir como autoritario, mesiánico, que no es capaz de explicar a un integrante de su gabinete partidista del ferrocarril que lo va a atropellar con su visto bueno, que no se reúne con figuras que lo han apoyado por décadas para convencerlas de la necesidad de una alianza, que ni siquiera tomó la llamada a los damnificados de su decisión sobre quién será su candidata al gobierno de la Ciudad de México. Un López Obrador que no escucha a nadie, que exige no sólo lealtad sino sumisión.
¿Qué López Obrador pesará más?
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