Dos escoceses cantaban a todo pulmón un vagón de tren lleno de gente que atravesaba la campiña escocesa. Era el himno de Estados Unidos.

Me quedé sorprendido. Fue el verano pasado, a 8,000 km de distancia de mi casa en Arizona, mientras viajaba de vuelta al hotel después de asistir al Abierto Británico de Golf. ¿Cómo podía ser que supieran toda la letra del himno estadounidense?

“Pues, por mirar deportes en la televisión,” me respondieron.

Claro. Pensemos en cualquier evento deportivo estadounidense, comenzando con el Super Bowl, e invariablemente incluye como acto inicial el himno nacional, independientemente de que el evento sea visto en el mundo entero.

Durante los últimos años, los ecos del himno nacional durante eventos deportivos han resonado más allá de los estadios y las pantallas de televisión y se han instalado en la arena política. Se puede rastrear esa resonancia hasta la ciudad de San Francisco durante el mes de agosto de 2016, cuando el jugador Colin Kaepernick se arrodilló mientras sonaba el himno nacional de Estados Unidos antes de que comenzara un partido de pretemporada de la Liga Nacional de Futbol Americano (NFL). Lo hizo para llamar la atención sobre la violencia policial y lo que luego llamó “la opresión sistemática”.

Está muy de moda hablar del declive del futbol americano pero, como espectáculo, la Liga sigue en pleno apogeo. A pesar de las controversias del caso Kaepernick y las generadas por los golpes y las heridas al cerebro, que tanta atención han generado, la NFL vio crecer la audiencia televidente durante la temporada en un promedio de 5% sobre el año anterior, y de un 12% para el primer round de los Playoffs.

Lo cual significa que la plataforma para los atletas y sus causas sociales (al igual que para los intereses comerciales de la liga) sigue creciendo. Los jugadores que se niegan a permanecer de pie durante el himno lo hacen por la misma razón por la que la leyenda del boxeo, Muhammad Ali , se negó a alistarse en el ejército en 1967, en protesta por la guerra de Vietnam.

Los atletas aprovechan que son el foco de atención del deporte para motivar al público a actuar pero, por lo general, lo hacen por fuera de la competencia en sí, gracias a lo cual pueden llegar a un público más grande sin el riesgo de que el reclamo quede invisibilizado por el partido en sí.

Los deportes no son la panacea para todos los males del mundo, por supuesto.

Pero la regla del marketing es: ir a donde está el público, y eso es exactamente lo que hacen las empresas privadas para promocionar sus marcas y vender más productos.

Los jugadores siguen el mismo guión, con la única diferencia de que ellos quieren dirigir la atención hacia ciertas problemáticas en vez de productos.

En el caso de Kaepernick hay una canción particular y reconocible que suena de fondo en los debates que fomentaron: una canción conocida en todo el mundo como el himno del deporte estadounidense.

*Brett Kurland, Director de Periodismo Deportivo en el Walter Cronkite School of Journalism and Mass Communication de Arizona State University (ASU)

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