Los puntos que han hecho que el gobierno de Mariano Rajoy caiga en Madrid después de la moción de censura son los mismos retos que afrontará el autor de la misma y hoy nuevo jefe de Gobierno del Estado español, Pedro Sánchez, líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
Estos pueden ser resumidos en tres elementos principales. El primero: la corrupción institucional que estableció el Partido Popular, en el gobierno desde 2011. Después de que algunos cálculos establecieran “los casos aislados” del PP en un porcentaje del 86% del coste total para el Estado español y con el 53% del total estatal correspondiendo a este partido (véase https://www.casos-aislados.com/stats.php ) el deterioro del partido de la gaviota lo hacía insostenible en el poder. Sin embargo, esos mismos datos señalan que la corrupción como problema estructural en el Estado ibérico no es exclusivo del partido heredero del franquismo, está presente en casi la totalidad de las organizaciones políticas y las Comunidades Autónomas españolas.
Segundo elemento: el gobierno de Rajoy, especialmente a partir de su segunda legislatura, se caracterizó por lo que podría ser llamado como el fin del bipartidismo en el sistema electoral con la consolidación de partidos “alternativos” en ambos bandos del espectro político: Podemos a la izquierda y Ciudadanos a la derecha. Para Pedro Sánchez, el reto es aún mayúsculo: con 84 diputados del PSOE, su gobierno está obligado a generar pactos y consensos con diversos partidos, entre ellos los vascos y catalanes.
Aquí se vuelve importante señalar dos cuestiones. Por un lado, con la moción de censura y el cambio de gobierno, Ciudadanos que se había convertido en el socio legislativo de Rajoy, pasa a la oposición ahora. Y por el otro, el papel de Podemos y su posible alianza de facto con el PSOE para sustentar un gobierno progresista. El punto aquí es recordar cómo anteriormente el enfrentamiento entre estas dos agrupaciones evitó ya en algún momento que Pedro Sánchez fuera capaz de formar gobierno frente a la opción conservadora.
El tercer punto se relaciona con la cuestión territorial en el Estado español y apoyo de los partidos nacionalistas. Sin ninguna duda, el tema del independentismo catalán ha marcado la agenda política en los últimos años. En este sentido, el cambio de gobierno podría ser una oportunidad para que las fuerzas progresistas españolas buscasen la transformación político-constitucional hacia una verdadera reforma federal que presente una solución política al problema del encaje de Cataluña y la representación de su sentido de pertenencia e identidad. Este tercer punto se relaciona también con la oportunidad de corregir los elementos disfuncionales en la separación de poderes y el uso de la impartición de justicia así como de volver legalista un problema cuyo centro descansa en las bases políticas y de la democracia.
Ahora bien, el cambio de gobierno en El Palacio de la Moncloa puede y debe tener repercusiones en las ecuaciones europeas. Decimos que “puede ser” en sentido negativo, que es algo que Pedro Sánchez debe evitar: el gobierno en minoría e incluso alguna oposición al interior del propio PSOE hace que este gobierno nazca con enormes dificultades parlamentarias, lo que podría propiciar una crisis institucional que derive en un escenario como el italiano actualmente. Parece que las elecciones legislativas de marzo pasado han configurado un gobierno de coalición entre un partido xenófobo (La Liga) y uno euroescéptico (Movimiento 5 Estrellas) no sin antes pasar por momentos de incertidumbre financiera internacional al ser parte de su plataforma la idea de sacar a Italia del Euro. Un escenario de incertidumbre institucional en España más incertidumbre financiera en Italia podría llevar nuevamente a la Unión Europea a una espiral de riesgo político.
Finalmente, el cambio de gobierno “debe tener” impacto en sentido positivo: Pedro Sánchez, sin el lastre de la ilegitimidad que arrastraba Rajoy ante los socios regionales (no olvidar que el PP fue catalogado muchas veces como el partido más corrupto en Europa), debería recuperar la sintonía europeísta e internacionalista y presentarse como un aliado para Emmanuel Macron y Angela Merkel en el estímulo del reforzamiento comunitario, especialmente a un año visto de la salida de Reino Unido del club europeo y frente al neoproteccionismo estadounidense.
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