El 25 de noviembre iniciaron los 16 días de activismo contra la violencia de género. El objetivo es sensibilizar a la población e impulsar acciones que disminuyan la agresión en contra de las mujeres y las niñas. En la campaña “Que nadie se quede atrás: Pongamos fin a la violencia contra las mujeres y niñas”, el naranja es el color que unificará todas las actividades que la sociedad civil y las organizaciones llevarán a cabo para apoyar esta causa.
La violencia de género, en todas sus formas, es una violación a los derechos humanos. Es fundamental definirla claramente para aceptar que es una condición sistémica y, a partir de ahí, implementar soluciones. Hay una tendencia a normalizar este tipo de violencia y, en la mayoría de los casos, la justicia no se imparte con una perspectiva de género.
En México, un ejemplo claro de los vacíos legales y la falta de conceptualización de la violencia de género es lo que sucede con los feminicidios. El número de mujeres asesinadas ha ido en aumento en los últimos años, pero la realidad es que no conocemos la cifra exacta. Ni siquiera está clara la diferenciación entre un homicidio y un feminicidio. De acuerdo con una investigación de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, solamente 20% de los asesinatos de mujeres son clasificados como feminicidios. Asimismo, se encuentran varias inconsistencias en las cifras reportadas por las procuradurías estatales. El Código Penal Federal establece siete características de un feminicidio: signos de violencia sexual, lesiones o mutilaciones, antecedentes de violencia, una relación entre la víctima y el victimario, las amenazas o agresiones previas al asesinato, que la víctima haya sido incomunicada y que el cuerpo haya sido expuesto o exhibido en un lugar público.
Solamente 11 estados de la República incluyen esta categorización en sus códigos penales. La definición de feminicidio no está homologada en México y esto entorpece la solución al problema.
Muchos casos de feminicidios quedan impunes y los culpables ni siquiera son procesados. La violencia generalizada en contra de la mujer permite ciertas acciones ofensivas y envía un mensaje de tolerancia hacía los delitos en contra de las mujeres. Es inconcebible que si un hombre mata de manera atroz a una mujer, en algunos casos y si justifica sus emociones, recibe una pena menor. El sistema de justicia en México tiene lagunas respecto a lo que significa la violencia contra la mujer y sus implicaciones.
Adicionalmente, no se implementan de manera correcta los protocolos para juzgar con perspectiva de género. Es necesario identificar las barreras que enfrentan las mujeres, considerar las situaciones de desventaja, las relaciones asimétricas de poder basadas en el género y cuestionar los estereotipos culturales con el objetivo de asegurar que no entorpezcan el acceso a la justicia.
La violencia de género existe y hay que reconocer la gravedad del asunto para colocarlo como un tema prioritario en la agenda. No sirve de nada negar o dar la espalda a la realidad, por más indignante o complicada que sea. Para poder implementar soluciones efectivas, primero hay que analizar el problema a fondo, entenderlo y aceptar las circunstancias. Ocultar datos, maquillar cifras, normalizar conductas destructivas o restarle importancia a casos específicos no resuelve absolutamente nada; al contrario, empeora la situación. La violencia de género existe, pero no tiene por qué persistir. Está en nuestras manos ponerle fin.
Fundadora de la Fundación Angélica Fuentes