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Este 2018 se cumplen 40 años del fallecimiento de Alfonso Quiroz Cuarón, considerado el padre de la criminología mexicana. Luego de una vida dedicada al estudio de la personalidad y las motivaciones de los delincuentes, falleció víctima de un infarto mientras impartía su cátedra de Medicina forense en la Facultad de Derecho de la UNAM.
Son memorables los trabajos que dedicó a Gregorio Goyo Cárdenas, también conocido como El estrangulador de Tacubaya, el asesino serial más famoso de México en los años 40. También se le recuerda por haber contribuido a la captura del falsificador Enrico Sampietro, por su papel en el proceso de identificación de los restos hallados en Ixcateopan que fueran atribuidos a Cuauhtémoc, y por su monumental Tratado de medicina forense.
Su carrera despuntó cuando tenía 30 años y Raúl Carrancá y Trujillo -juez penal adscrito a Coyoacán- le solicitó un análisis de la personalidad de “Jacques Mornard”, imputado por el asesinato de León Trotsky. Quiroz Cuarón accedió y pidió el apoyo de José Gómez Robleda. El informe final tuvo una extensión de mil 359 cuartillas en las que se reflejaron seis meses de arduo trabajo.
Los encargados del caso sospechaban que el homicida era un emisario de Stalin que había logrado infiltrarse en el círculo íntimo de Trotsky con el propósito de ultimarlo. Según testimonio del propio Quiroz Cuarón, su objetivo primordial era confirmar la identidad del detenido, quien afirmaba ser de origen belga y se comunicaba en francés.
Mornard declaró, entre otras cosas, que procedía de una familia de diplomáticos, que había vivido en Bélgica y en Francia, que había quedado huérfano de padre, que tuvo una educación itinerante y un breve paso por la milicia, que intentó estudiar periodismo y que, finalmente, tuvo un amorío con Sylvia Ageloff, entonces secretaria de Trotsky, quien lo adiestró en política y lo adhirió a la Cuarta Internacional. Luego, continuó, viajó a México para ponerse a las órdenes del viejo bolchevique, entró al país con un pasaporte falso y se ostentó como “Frank Jackson”. Cuando tuvo contacto con el exlíder soviético descubrió que era un “traidor” cuya meta era destruir la patria del comunismo, por lo cual resolvió liquidarlo, enfatizando que su decisión fue espontánea y no requirió de secuaces.
Quiroz Cuarón y Gómez Robleda analizaron el relato del detenido y concluyeron que los datos que había proporcionado se correspondían con el arquetipo de ciertos héroes literarios, por lo que desecharon su declaración. Pese a ello, la actitud orgullosa con la que Mornard aseguró que al asesinar a Trotsky había prolongado las esperanzas que el proletariado internacional había depositado en la URSS parecía ser congruente con sus convicciones políticas.
Con la certeza de que estaba en presencia de un suplantador, Quiroz Cuarón dio por terminada su actuación pericial. Una década más tarde viajó a un congreso de Criminología y Psiquiatría que se organizó en París y, obsesionado con averiguar la verdadera identidad de Mornard, se llevó consigo un juego de las impresiones dactilares del criminal. Logró ingresarlas en distintas bases de datos de Europa. Buscó sin resultados en los archivos de Francia, Bélgica e Italia; fue hasta que llegó a España que logró poner punto final a la intriga.
En las instalaciones de la Dirección General de Seguridad de Barcelona coincidió con el polémico comisario Pedro Polo Borreguero, quien lo invitó a recorrer la ciudad y le confió: “Estamos en el número 7 de la calle ancha, donde nació ese muchacho. Aquí todos lo conocen. Se llama Ramón Mercader y es hijo de Caridad Mercader (…). Tiene que haber ficha de él, porque estuvo a disposición del Orden Público”. Después de su afanosa búsqueda, Quiroz Cuarón confirmó que Ramón Mercader del Río, alias Jacques Mornard, alias Frank Jackson, fue el asesino de Trotsky.
El intelecto, la perseverancia y el prestigio de Quiroz Cuarón volvieron legendaria su presencia en la Facultad de Derecho, donde se le llegó a comparar con Sherlock Holmes, el mítico detective que surgió de la imaginación embriagadora de Arthur Conan Doyle.