Salvador Novo, además de ser un poeta y prosista excepcional, se colocó a la vanguardia de una sensibilidad moderna, en la cual el dandismo, la libertad sexual y el ánimo cosmopolita conformaron un temperamento proclive a la ironía y a la provocación.
Señalado por su afeminamiento y sentido de clase, como observó Carlos Monsiváis: “Novo nada más dispone [para defenderse] de su inteligencia verbal, la propia de un escritor, prodiga ideas en forma de epitafios instantáneos o agresiones memorables”. Para su mala fortuna, la palabra no siempre logró dirimir las diferencias con sus enemigos y, en varias ocasiones, debió llegar a las manos para zanjarlas.
Alfonso Taracena, en La verdadera revolución mexicana (1932-1934), recordó los orígenes del zafarrancho que involucró al Contemporáneo y al escritor Ermilo Abreu Gómez: “Conozco pormenores de una riña por culpa del vanguardismo, entre Salvador Novo y Ermilo Abreu Gómez. Este se dio por aludido en un artículo de Novo sobre la provincia y dijo que muchos provincianos debieran regresar a su pueblo a provocar más escándalos con sus cantos a los choferes. ‘Hasta en eso estás atrasado —replied Novo—. Ya no me interesan los choferes. Ahora canto a los técnicos’. Esto quiere decir policías. Por su parte, Rafael Heliodoro Valle me ilustra de que Ermilo devolvió varios golpes, lo que también publica un diario de la tarde. El hecho es que, según el mismo Jiménez, ahora dicen a Abreu Gómez la Venus d’Ermilo”.
Existen discrepancias entre la versión de Taracena y la que relató Elías Nandino. “Novo era difícil. Todo lo enfadaba y el fastidio fue un gran compañero de su vida (…) El chiste mordaz o la ofensa baja estaban a flor de labio en él. Como es sabido, siempre le gustó golpear a los amigos que le caían mal, pero los escogía miopes y prefería que fuera en el elevador. Rápidamente les quitaba los lentes, les pegaba y se los devolvía para salir corriendo. Así lo hizo con Ermilo Abreu Gómez”.
Uno de sus enfrentamientos más sonados fue el que protagonizó con Rodolfo Usigli —a quien había conocido gracias a Xavier Villaurrutia— en 1947. Para esa fecha Novo fungía como jefe de departamento de teatro en el recién inaugurado Instituto Nacional de Bellas Artes, en tanto que Usigli era uno de los dramaturgos más reconocidos del ámbito nacional.
El 17 de mayo inició la temporada de El Gesticulador en el Palacio de Bellas Artes. La puesta en escena escrita por Usigli constituía una crítica mordaz en contra de la demagogia revolucionaria que entronizaba la milicia y prometía vagas ilusiones de transformación social. Tal fue la controversia que provocó la obra que Novo aseguró que, para evitar esos inconvenientes, debió representarse en un recinto de menor jerarquía, como el Teatro Lírico.
Cuando el ciclo de presentaciones estaba por concluir, el INBA quiso prolongarlo para evitar cualquier sospecha de censura. Se discutía al respecto cuando Novo se hizo de palabras con Usigli: “Usted escribe teatro para Palillo”, gritó, a lo que el dramaturgo respondió: “Usted ni de palillo de dientes sirve”.
Novo culminó el duelo verbal gritando: “Es que es usted un Palillo a la Creme”, y salió enfurecido.
La misma noche Usigli refirió que, mientras recorría el vestíbulo del palacio con dirección a la salida, escuchó que lo llamaban y al voltear recibió dos golpes que lo mandaron al suelo. Fue entonces que increpó a su agresor llamándolo cobarde mientras este corría en dirección contraria. Antes de que desapareciera logró reconocer el semblante de Novo. Este último, por su parte, envió una carta a la redacción de EL UNIVERSAL, en la que puntualizó: “A menos que el señor Usigli tenga instaladas en la espalda las mandíbulas con que detuvo mis puños, no se entiende que por ella le haya yo atacado. Tampoco sería sino insólito que una persona atacada por la espalda midiera el suelo no de boca, sino de espaldas, como el dicho dramaturgo lo hizo”.
Desde entonces, dijeron, no existían más uno para el otro. De hecho, Novo vetó a Usigli de Bellas Artes y amenazó al entonces director Carlos Chávez con renunciar si le prestaban el recinto.
Esa enemistad no impidió que Novo le augurara buen viaje a Usigli cuando fue nombrado representante de México en Líbano en 1956.