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En agosto del fatídico 1968, Julio Scherer asumió la dirección de Excelsior. A su administración le correspondió la cobertura de los acontecimientos de Tlatelolco y de sus consecuencias, como lo fue la separación voluntaria de Octavio Paz del servicio exterior.
En el desempeño de sus funciones como embajador de México en la India, Paz se enteró de la represión sufrida por los estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas. Acto seguido, se comunicó con Antonio Carrillo Flores, entonces el secretario de Relaciones Exteriores, para expresarle su decisión de dejar el cargo al considerarse incapaz de representar a un gobierno con cuyo proceder tenía profundos desacuerdos. Pese a sus diferencias de perspectiva, ambas partes acordaron mantener discreción sobre el tema aun cuando la decisión de Paz tuvo resonancia internacional.
La tregua se quebrantó cuando la SRE emitió un comunicado en el que se leyó: “El embajador de México en la India, señor Octavio Paz, con base en las versiones que la radio y la prensa extranjeras dieron de los recientes sucesos de la Ciudad de México, ha solicitado ser puesto en disponibilidad. En virtud de que es muy grave que un Embajador de México, dando crédito a versiones inexactas, difundidas por ciertos órganos de información extranjeros, juzgue al país o al Gobierno que representa, la Secretaría de Relaciones Exteriores, por acuerdo superior, ha resuelto conceder al Embajador Paz su separación del Servicio Exterior Mexicano”.
Si bien el contenido del boletín fue tendencioso, lo que realmente irritó a Paz fue el título con que Excelsior, con la autorización de Scherer, cabeceó la nota en primera plana: “Cesa Relaciones a Octavio Paz”. Agraviado, el poeta rompió el silencio y declaró: “No fui despedido; renuncié”. Esas palabras le ganaron el recelo del presidente Díaz Ordaz y dieron pauta a una controversia que hoy sigue vigente ente los exégetas y los malquerientes del poeta: ¿Renunció? ¿Fue despedido? Lo cierto es que siguió un procedimiento para separarse del cargo sin perder sus derechos laborales.
Concluido el sexenio de Díaz Ordaz y luego de un periplo por distintas universidades extranjeras, Paz atendió a la promesa de apertura democrática postulada por Luis Echeverría y decidió volver a México. Aunque ya era uno de los autores de mayor relevancia en el panorama latinoamericano, su regreso estuvo marcado por la incertidumbre.
Entretanto, Excelsior se había consolidado como uno de los periódicos más abiertos a la crítica gubernamental, por lo que Scherer decidió ampliar sus horizontes y dar cabida a un suplemento cultural, para lo cual recurrió a Paz, quien recordaría: “Nos propuso la publicación de una revista literaria, en el sentido amplio de la palabra literatura: invención verbal y reflexión sobre esa invención, creación de otros mundos y crítica de este mundo. Aceptamos con una condición: libertad. Scherer cumplió como los buenos y jamás nos pidió suprimir una línea o agregar una coma. Actitud ejemplar, sobre todo si se recuerda que más de una vez los puntos de vista de Plural no coincidieron con los de Excélsior”.
En reiteradas ocasiones el círculo más cercano a Scherer le hizo saber su incomodidad por los contenidos de Plural. Por aquel entonces, entre la gente de “izquierda”, no eran bien vistos los artículos en los que Paz elogiaba la valentía de Alexandr Solzhenitsyn ni “los comentarios irreverentes de José de la Colina sobre los misterios teologales de la liturgia marxista”.
La aventura editorial que emprendieron juntos duró cinco años en los cuales su relación se estrechó, a pesar del consabido temperamento y la pasión crítica que los caracterizaban. Cuando Scherer fue obligado a abandonar la dirección del periódico, Paz estuvo entre los que renunciaron con él. Sus caminos se escindieron, Scherer creó Proceso, y Paz, que había logrado cultivar un nicho significativo de lectores, creó Vuelta, y nunca le reprochó al amigo el malicioso encabezado de 1968.