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Corría el verano de 2005 cuando visité el Reino Unido con un doble propósito: vacacionar y conocer a algunos de mis escritores más admirados. Meses antes, me di a la tarea de investigar los domicilios y los lugares que frecuentaban; gracias a esas pesquisas fue que pude entrevistarme con Doris Lessing e Ian McEwan.
Una de aquellas tardes me trasladé al barrio de Chelsea, a un condominio en el que vivía el ganador del premio Nobel de Literatura en 2001: Vidiadhar Surajprasad Naipaul. Quien me atendió me dijo que el narrador estaba pasando una temporada en su casa de campo. Continué con mi itinerario hasta que, estando en Salisbury, supe que su residencia de descanso se hallaba a escasos 30 minutos de mi ubicación, por lo que emprendí el camino con la esperanza de encontrarlo.
Durante el trayecto me acompañó el libro de Paul Theroux A la sombra de Naipaul, mismo que es una estupenda crónica de la amistad que unió a ambos escritores y de su eventual distanciamiento. Theroux contó que, cuando perdieron contacto, descubrió que los libros que había dedicado a Naipaul estaban en una subasta.
El antecedente me pareció peccata minuta y llamé a la puerta sin recato. Apenas se abrió, se asomó el rostro estupefacto de Nadira Naipaul —segunda esposa del autor de En un Estado libre— quien, sin mediar cortesías, me pidió que abandonara la propiedad antes de que Vidia se percatara de mi presencia, pues era capaz de salir a mi busca con una escopeta. En vano traté de explicarle que venía de México con el único objetivo de saludar al maestro y pedirle un autógrafo.
El incidente, antes que desanimarme, me interesó aún más en la controvertida personalidad de V. S. Naipaul. Nació en Trinidad y Tobago en 1932, aunque su familia era originaria de la India. Ese peculiar mosaico cultural hizo mella en su formación, pues la isla caribeña en la que pasó sus primeros años era, además, una colonia británica. Él mismo reconoció que desde joven despreció las oportunidades que su tierra natal le ofrecía, pues la consideraba alejada de los valores civilizatorios y sumida en el rezago cultural.
Con 18 años consiguió una beca para estudiar literatura inglesa en la Universidad de Oxford y vio en esa alternativa la posibilidad de trascender su marginalidad. Gracias a su padre, de oficio periodista, ideó su escritura como una forma de discutir y refundar su identidad. En la correspondencia que entablaron durante los primeros años que Vidia pasó en Inglaterra, su progenitor le planteó consejos que le permitirían descubrir su voz literaria: “Al escribir hay que tener algo que decir, pero si sólo se escribiera cuando se pensara que se iba a decir lo adecuado, raramente se escribiría”. En estas misivas se encuentra el germen de una de sus obras maestras, Una casa para el señor Biswas, en la que el protagonista renuncia gradualmente a un legado tribal para forjar su conciencia de hombre moderno que busca el reconocimiento de su independencia ideológica, siendo la preocupación del personaje la misma que inquietó al autor a lo largo de su trayectoria.
Es cierto que el desarrollo intelectual de Naipaul estuvo subordinado al encono que le producía que se le percibiera como un advenedizo. Fue esa concepción hacia su persona la que incubó su desdén al colonialismo, fenómeno que consideraba irredimible, creador de periferias y campo de cultivo para el despotismo.
Son proverbiales sus opiniones en contra de los movimientos de minorías, a los que abominaba por su sectarismo. Fue también un islamófobo de cepa, que no perdió oportunidad para ridiculizar el fanatismo antiintelectual de sus fieles. Pero su conducta superó los límites de la ficción, pues jamás tuvo empacho en reconocer la violencia que ejerció en contra de su primera esposa, Pat, cuya muerte él mismo atribuyó a la crueldad con que la trató.
El pasado 13 de agosto el mundo se despertó con la noticia de la muerte de Naipaul. Aunque muchas de sus acciones pueden considerarse reprochables, recordé las palabras de su biógrafo, Patrick French: “Su postura pública como novelista y cronista fue inflexible en una época de relativismo intelectual: Naipaul defendía la más elevada civilización, los derechos individuales y el imperio de la ley”.