Cuesta trabajo ver, que poco a poco, tanto el Senado y el aún candidato electo Andrés Manuel López Obrador, la forma en como ejercen el poder, y eso que todavía no entra a la presidencia, para los mexicanos que estábamos acostumbrados a que no se cumplieran las promesas de campaña de un candidato, ahora, se ve que sí va por la vía que propuso el partido del futuro presidente; pero, de las dos batallas contra las que ha luchado López Obrador, una de ellas, la ganó el 1º. De julio, ganó la elección y tiene el apoyo de treinta millones de votantes, bien posicionado, cuenta con el antídoto a las críticas, aunque a la vista de muchos la forma en como lo hace, no sea lo más adecuada.

El triunfo en las urnas no fue fácil, tres elecciones tuvieron que pasar; aunque su mejor promotor fueron las fallas del sistema neoliberal, que, a decir del próximo presidente, es un sistema rapaz, que ha empobrecido a millones de mexicanos y solo ha beneficiado a la élite política. Ese clasismo neoliberal que surge desde la época del presidente Miguel de la Madrid Hurtado 1982-1988, pues fue él, el que empezó la privatización de las empresas del estado y poco a poco, esas empresas ya no ayudaron al desarrollo del país. Con esto, el sistema político fue perdiendo adeptos y se fue colocando en el paredón de fusilamiento democrático de 2018, el mismo sistema fue el mejor promotor del cambio, por no gobernar con un sistema neoliberal humanista, lo hizo clasista.

Ante esta derrota del neoliberalismo, ahora el presidente electo, ha dicho que ya no seguirá con este sistema, pero se enfrenta a un nuevo desafío, que es el cumplimiento de todas sus promesas y tiene que hacerlo rápido, ya ha dado muestra, y eso que todavía no entra a funcionar, ya se ven las formas en como ha ido ejerciendo el poder; los dos poderes; legislativo (las minorías) y judicial se han mostrado muy preocupados por los cambios que ha generado. Está atacando las estructuras del viejo sistema, esas estructuras que, a su decir, han y siguen fomentando corrupción e impunidad.

Pero el problema para librar bien esta batalla, es el principio de legalidad que tenemos en México, nuestro país tiene actualmente un sistema de justicia humanista y un principio insuperable, claro, si se respeta, que es el principio de progresividad (art. 1º. CPEUM) que impide cualquier retroceso que perjudique la buena marcha de un sistema que protege derechos de personas. Nuestro sistema es bueno, solo hay que aplicarlo bien, este principio también es un tope para el presidente y para el Congreso de la Unión, no se puede cambiar lo que sí funciona bien.

El sistema neoliberal falló porque sus aplicadores irresponsablemente lo llevaron al fracaso, lo usaron mal y causó desigualdad, el nuevo presidente solo tiene que aplicarlo como debe ser y como es, que en la práctica se adapte al bienestar de la sociedad, mire usted; sería correcto se virara a un esquema para poner en práctica el neoliberalismo humanista progresista, basado en la equidad y en la distribución de la riqueza y el buen funcionamiento del estado, en la administración de los bienes nacionales en pro y únicamente en pro del desarrollo colectivo social.

Es necesario abrir un nuevo horizonte a la democracia social humanista, con el único objetivo de la satisfacción a la dignidad humana, ese es el sistema constitucional nacional e internacional que tenemos, un sistema muy protector de el bienestar social y de que los bienes nacionales solo deben aplicarse para el gran colectivo. Esa es la nueva batalla del presente electo. Eso es lo que el nuevo reto de el próximo presidente.

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