El presidente Enrique Peña Nieto declaró en el foro organizado por Grupo Interacciones y El Financiero Bloomberg (16 de octubre) que nunca, ningún gobierno había luchado tanto en contra de la corrupción como el suyo.

En un primer momento pensé que había escuchado mal. Pero no. Lo dijo Peña Nieto y agregó que el problema no es su combate a la corrupción, sino que en México vemos corrupción en todos los problemas. Si hay un socavón, culpamos a la corrupción, aun cuando éstos ocurran en varios países. Si hay un choque, queremos culpar a quien compró el semáforo que, al fallar, ocasionó el accidente.

Olvida el Presidente que, si bien socavones ocurren en otras partes del mundo, éstos no suceden a tres meses de inaugurada la obra que costó casi el doble de lo presupuestado y sobre la cual el propio secretario de Comunicaciones y Transportes presumió que se había invertido en la infraestructura necesaria, en este caso el drenaje, que luego se supo no se invirtió y fue justo la falta causante del socavón.

Pero socavón y semáforos a un lado, si lo que quiere el presidente Peña es que comparemos la corrupción del actual sexenio con la que ocurría cuando López Portillo era presidente y se tiraban bardas de conventos antiguos para meter pianos para su esposa, sí, indudablemente hay menos corrupción a nivel ejecutivo.

El problema es que México ha cambiado y hoy ese tipo de escándalos no son comparativos, pero tampoco son razón para eximir la corrupción actual.

En Los Pinos el presidente Peña y sus cercanos están convencidos que han llevado a cabo un combate como ningún otro gobierno en contra de la corrupción, porque es él el primer presidente, el único, en haber autorizado una investigación sobre sí mismo. Fue por el escándalo de la Casa Blanca de Las Lomas que investigó la Secretaría de la Función Pública.

También considera que su gobierno ha impulsado la creación de una fiscalía independiente y transexenal y otra fiscalía, la anticorrupción.

En todos estos ‘logros’ que ve el Presidente y sus cercanos no se dan cuenta de que se encuentra el origen del enojo ciudadano que se siente engañado por la diferencia entre el discurso y las acciones.

Y es que, concediendo que Peña ha sido el único presidente en funciones que ha autorizado una investigación sobre sí mismo, quien la llevó a cabo fue su amigo cercano y subordinado incondicional, Virgilio Andrade. Tan incondicional que hoy sigue trabajando para el Presidente, ahora en Bansefi.

En cuanto a los otros dos fiscales, el general y el anticorrupción, tenemos instituciones acéfalas. Y el panorama tras la renuncia de Raúl Cervantes a la PGR es que no habrá fiscal general hasta pasadas las elecciones.

¿Combate frontal a la corrupción? ¡¿Como ningún otro presidente?! Si el combate se redujera a intenciones, quizás. Pero no. Lejos de ello. Se combate con acciones. Y si miramos la otra fiscalía, la Fepade, pues el panorama se ve aun más turbio.

¿Realmente era necesario que un encargado de despacho de la PGR cesara a los cuatro días de asumir el interinato a quién estaba llevando a cabo investigaciones sobre corrupción en materia electoral (entre ellas Odebrecht) sin una explicación clara sobre qué falla u omisión cometió? ¿Con el proceso electoral 2018 ya en curso? ¿En serio?

El encargo de Santiago Nieto en la Fepade arrancó en febrero de 2015. Su cargo debía concluir hasta el 30 de noviembre de 2018. Pero Nieto le ha sido incómodo al PRI, al gobierno y al PVEM, desde apenas asumido el cargo. Aun cuando en sus investigaciones también han habido panistas (Miguel Ángel Yunes) morenistas (Eva Cadena) y del PRD.

Combatir frontalmente la corrupción va más allá de hablar sobre ello o de crear instituciones que, o no tienen cabeza, o se les corta cuando ésta es incómoda.

@AnaPOrdorica
ww.anapaulaordorica.com

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