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El presidente Andrés Manuel López Obrador quiere aplausos permanentes. Esto lo declaró en entrevista de radio, Rafael Rodríguez, director de la revista Proceso, ante las reacciones que generó el presidente al decir que el semanario no se estaba portando bien como lo deberían hacer los buenos periodistas que siempre han estado a favor de las transformaciones.
Antes de hacer este señalamiento sobre Proceso, el presidente recibió la petición de Jude Weber, la corresponsal del Financial Times en México, de entrevistarlo para el diario inglés. López Obrador le declinó la entrevista porque el periódico ha sido poco autocrítico, dijo el presidente, ya que el FT impulsó el modelo neoliberal e hizo propaganda a favor de las reformas estructurales y la reforma energética con resultados desastrosos para México, de acuerdo con la visión del presidente. Además, le reclamó AMLO a la periodista, el FT pronosticó que la economía mexicana entrará en recesión sin tomar en cuenta el combate que el gobierno emprende en contra de la corrupción. Por ello, se le negó en la mañanera la entrevista solicitada por el Financial Times.
Y antes, el presidente se enojó con otro medio, Sin Embargo, por haber dado a conocer que su hijo menor estaba pasando sus vacaciones en un exclusivo curso de verano en el Camp Santa Úrsula en San Luis Potosí. El campamento tiene un costo de 64 mil pesos por 14 días o de 40 mil pesos por una semana, según lo reportó el medio, al cual López Obrador no desmintió. Lo que hizo fue decir que antes Sin Embargo recibía dinero de la Presidencia, dando a entender que como ahora no reciben dinero, el medio dio a conocer esta información que hace evidente un doble discurso de austeridad por un lado y abundancia por el otro.
El presidente se quejó también en la misma mañanera de la nota de Reforma en la que el periódico reveló que se mudará con su familia a Palacio Nacional, lo cual no resulta tan austero como él prometió. Podría seguir con los señalamientos a la prensa, pero el tema de fondo es que tenemos un presidente que está confundido con el papel que debemos jugar los periodistas y los medios de comunicación. Sería de risa describir a Proceso como un semanario que ha estado al servicio del poder cuando es más que conocida su trayectoria.
Igual hace falta recordar el reportaje del propio Financial Times sobre el caso de la fundación Vamos México, de Marta Sahagún, entonces primera dama, en donde la periodista Sara Silver denunció precisamente la corrupción de ese disfraz de filantropía. Reproduzco tan solo un párrafo de los amplios textos publicados sobre el tema: “Esto es muy claro: algunos de los asuntos de la fundación, incluyendo las relaciones con la prensa, son manejadas por su personal en Los Pinos, la residencia presidencial, cuyos salarios son pagados por los contribuyentes. Los críticos dicen que la fundación es un vehículo enmascarado para promover sus ambiciones presidenciales”.
El FT ha hecho su trabajo antes de la llegada de Andrés Manuel López Obrador y a partir de ésta. Los aplausos permanentes que quiere el presidente no los va a recibir de la prensa a menos que su intolerancia llegue a los niveles de los líderes autócratas de otros momentos y otros países.
El que él se considere a sí mismo un agente de transformación no hace que necesariamente los medios y la población lo consideren como tal. Y, además, no todas las transformaciones son necesariamente positivas. Eso habrá que dejarlo al curso del sexenio y de la historia para emitir una valoración. El presidente es un líder social, sin duda. Tiene un diagnóstico certero de lo que necesita México: atacar la corrupción, disminuir un estado obeso, reducir las desigualdades. Él, como sus antecesores, tiene el enorme reto de saber implementar las políticas adecuadas para luchar contra estos males que nos han aquejado y anclado en el subdesarrollo.
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