La máxima del sexto presidente de EU, John Quincy Adams, sigue vigente hoy: Estados Unidos no tiene amistades permanentes, sino intereses permanentes. Y con este postulado debe lidiar México. Hoy los intereses de Estados Unidos los representa, nos guste o no, Donald Trump.

Ante los impulsos que rayan en la irracionalidad de Trump, Andrés Manuel López Obrador tiene dos alternativas: confrontarlo o abrazarlo.

Si decide la confrontación, AMLO debe tomar en cuenta la asimetría económica y política y los antecedentes de otros gobiernos que han optado por esta ruta. Canadá, con Justin Trudeau, y los europeos, encabezados por Angela Merkel y Emmanuel Macron, han optado por ponerle un alto a Trump. Los resultados no han sido favorables. Pero, aun así, México puede optar por esta vía ya que tenemos la ventaja geográfica para meterle presión a Estados Unidos con nuestras decisiones.

México podría decidir, por ejemplo, buscar y anunciar una alianza con China en materia tecnológica. Hoy hay una guerra en esta área por ver quien logra desarrollar las comunicaciones utilizando la red 5G. Los chinos, con la empresa Huawei, están amenazando con quedarse con esta medalla que algunos ven como el símbolo de quien será la gran potencia en el siglo XXI.

Trump se encuentra justo en estos momentos de gira en Londres con el propósito no solamente de codearse con la realeza. Lo que más le interesa es convencer al gobierno inglés de no permitir que sea Huawei quien participe en el desarrollo de la red 5G en Reino Unido. Si gran Bretaña accede a dejar que Huawei participe en su red 5G, Estados Unidos ha dicho que podría dejar de colaborar en varios temas, incluyendo inteligencia, con Reino Unido, ya que eso implicaría comprometer la seguridad ante una China a la que acusa de espionaje a través del desarrollo de esta tecnología.

Si México, vecino de Estados Unidos, anuncia una alianza en el desarrollo de la red 5G con China, Trump haría un berrinche mayúsculo. ¿Queremos eso?

La otra alternativa es que México decida abrazar a Trump al estilo Finlandia y su vecindad con Rusia.

Finlandia era, hasta un siglo antes de la Primera Guerra Mundial, una parte autónoma de Rusia. No era una nación independiente. Hoy es un país ejemplo que tiene un PIB per cápita comparable al de Alemania o Suecia.

Los años entre este país pobre, integrado a Rusia, y el rico de la actualidad han dado duras lecciones a los finlandeses de cómo lidiar con un vecino mucho más grande y poderoso. Sin entrar en grandes lecciones de historia, basta tomar en cuenta que cuando Finlandia decidió enfrentar a Rusia en la Primera Guerra Mundial terminó enfrascado en una guerra civil (1918) que fue considerado el conflicto civil de más muertes como porcentaje de la población hasta el genocidio de Ruanda en 1994.

Desde entonces Finlandia ha optado por basar su política interior en reforzar su identidad nacional. Los finlandeses llevan con orgullo sobresaliente su idioma, cultura y apoyo a sus instituciones. Y su política exterior ha buscado extender sus relaciones con Europa y occidente sin poner en peligro la confianza de Rusia.

Esto ha significado que a veces Finlandia ha tenido que sacrificar algo de su soberanía. Ha pospuesto elecciones presidenciales por presiones rusas; ha tenido candidatos a la presidencia que han abandonado la contienda por la misma razón; lleva una libertad de prensa acotada en cuanto a las críticas que puedan vulnerar las sensibilidades de Rusia. Todo esto suena aberrante para México hoy y para las democracias occidentales. Sin embargo, uno de los presidentes más queridos en Finlandia, Urho Kekkonen, explicó que la independencia de los países no es absoluta…los estados deben ceder ante las circunstancias históricas inevitables.

El resultado de esta estrategia finlandesa se vio primero en la Segunda Guerra Mundial: Finlandia no fue invadida por la URSS ni por Hitler. Hoy Rusia sabe que Finlandia le es más valiosa como país independiente aliado en ciertas ocasiones a occidente que si fuera un simple satélite suyo.

Suena complicado porque lo es. Pero quizás es hora de que exploremos otras vías para relacionarnos con el gigante que tenemos por vecino.

Apostilla: para más detalles sobre el caso finlandés recomiendo leer el libro de Jared Diamond, Upheaval: Turning Points for Nations in Crisis.

@AnaPOrdorica

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