Han pasado pocos días desde que arrancaron las precampañas para elegir al sucesor de Miguel Ángel Mancera y ya hay disparates y ocurrencias de sobra como para escribir todo un año. Pero no se preocupe, lector querido, no le voy a hacer esa “mala obra”. Lo que sí voy a hacer es poner sobre la mesa tres temas (estuvo difícil seleccionar solo tres de los muchos que acumula la ciudad) que, a mi parecer, deben resolverse con un sentido de urgencia que, honestamente, yo no le veo a ninguno de los candidatos (todos ellos, eso sí, preocupados por la grilla, la alianza, el pacto, las camisas ridículamente bordadas con su nombre).
1. Presenten un plan sensato para mejorar la calidad del aire. En 2016, 266 días del año - el 73% de los días – el aire que respiramos los capitalinos fue regular, malo o muy malo. A pesar de que el número de días en contingencia atmosférica bajó con respecto al 2015 y de que se ha mejorado desde aquellas épocas cuando eran 320 días anuales con mala calidad (a fines de los ochenta), hoy no hay un solo ciudadano en la pomposamente llamada “megalópolis” que respire buena calidad del aire. La capa de nata café-grisácea que envuelve a la ciudad es verdaderamente deprimente.
Si el mejoramiento tiene que pasar por medidas dolorosas y amargas para una minoría —los automovilistas— que así sea. Ofrezcan junto con el trago amargo un incentivo real (ver punto 2), pero basta ya de simular y de promover políticas populistas, ineficientes y destinadas al fracaso a costa de la salud de todos.
2. Desmantelen las mafias que tienen secuestrado al transporte público. Sabemos que durante años han utilizado al transporte público - sus concesiones, sus licencias, sus rutas- como moneda de cambio para promover sus ambiciones políticas. Las llamadas “rutas” y los micros, particularmente, son sus grupos de choque y sus votos cautivos, sus “bases”. Eso debe cambiar. Los ciudadanos de la ciudad de México queremos un transporte público limpio, seguro y confiable. No más paradas a mitad de la calle, no más violaciones al Reglamento de tránsito con total permisividad de la autoridad. Desmantelen las mafias de transportistas: revisen las rutas, paradas, aptitud de choferes. Muestren la eficiencia que encontramos en el sistema de verificación del parquímetro, en donde miles de automovilistas son sancionados todos los días con una eficiencia sueca. Repitamos esa eficiencia, ese insólito cumplimiento de la ley, en el caso del transporte público: rutas y microbuses. Estoy segura de que hay miles de esquemas posibles y exitosos de monitoreo si hay voluntad política para hacerlo.
3. Dejen de gastar el dinero público en cambiar la imagen de la ciudad cada 6 años. Dejen de despilfarrar nuestro dinero en pintar bardas, poner su logo en banquetas, farolas, edificios públicos y hasta en macetas. Los capitalinos estamos hartos de vivir en “la ciudad de la esperanza”, “decidiendo juntos”, “capital en movimiento” “capital social”, “ciudad de vanguardia”, “capital del deporte”. El cambio en la imagen —monumento al ego del jefe de gobierno en curso— no solo es completamente innecesaria, sino la evidencia más visible del desorden y de la frivolidad de sus decisiones y prioridades. Taxis verdes, luego dorado con rojo y después rosa; chalecos con sus logos y sus nombres bordados. En serio: paren ya. Tantita vergüenza.
PASE USTED.
Lo que está haciendo la Asamblea capitalina para debilitar el futuro sistema anticorrupción de la ciudad es un verdadero escándalo. Las camarillas de siempre, de todos los colores, cubriéndose las espaldas.
@anafvega