A Juan, estudiante de ingeniería química de la UdG, le robaron a punta de pistola la camioneta en la que circulaba por las calles de Guadalajara. El joven avisó que había tenido un “imprevisto” y que llegaría tarde a su cita para recolectar firmas a favor de Pablo Montaño, politólogo del ITESO y candidato independiente al congreso federal por el distrito 8 de Jalisco. Unas horas después, Juan llegó a la cita y recolectó 40 firmas. Nadie lo hubiera culpado si se hubiera quedado en casa después del susto. Sin embargo, no lo hizo. “Estamos convencidos de lo que hacemos, yo creo que por eso Juan llegó aún después de lo que le pasó”, me dijo Pablo, que necesita recolectar 6 mil 461 firmas y ya va por la mitad. ¿Han tenido problemas con el funcionamiento del app del INE?, le pregunto, “Sí, hay algunos problemas, sobre todo en términos de la brecha digital. Muchas personas que nos ayudaron en 2015 a recolectar firmas para la candidatura de Pedro (Kumamoto), ahora no nos han podido ayudar porque son adultos mayores que no tienen teléfonos inteligentes”. A diferencia de los aspirantes a candidatos independientes para la Presidencia, Pablo no se queja: “Así es y con eso hay que trabajar”, dice. La carrera contra el reloj vence en la segunda semana de diciembre, tiempo para el que habrá de reunir los apoyos ciudadanos si es que quiere aparecer en la boleta electoral el 1 de julio del 2018. Lo mismo sucede con Alberto Vale y Rodrigo Cornejo, aspirantes a candidatos independientes para los distritos 13 y 10 de Jalisco, respectivamente.
Pablo, Alberto y Rodrigo forman parte de “Vamos a reemplazarles”, proyecto que en 2015 llevó a Pedro Kumamoto a la diputación local. Kumamoto — “Kuma”, como le dicen sus amigos— busca hoy ser el primer senador independiente en la historia moderna del país. Ellos cuatro son una muestra de que en México puede hacerse política desde la colectividad; de que no se necesita gastar millones de pesos de autopromoción vacía para ganar una elección —de los 250 mil pesos que Kumamoto gastó en su campaña del 2015, sólo 40 mil provinieron del erario público y el resto de donaciones debidamente acreditadas y fiscalizadas por la autoridad. Cada una de las campañas de sus contrincantes, todos miembros de partidos políticos, costó a los mexicanos más de 1 millón de pesos.
A Kumamoto y a su equipo les han dicho de todo. Que si no son más que unos chavitos improvisados haciendo política, que si son irrelevantes, que si tarde o temprano se van a corromper. Hoy, para pesar de algunos cínicos y pesimistas, simplemente no hay evidencia que sustente esas críticas. “Vamos a reemplazarles” ha probado que puede ser un actor político eficiente —bajar el dinero público a los partidos y quitar el fuero a los funcionarios en Jalisco, no son poca cosa. Ha probado también que puede con los embates de los partidos tradicionales y que, a diferencia de los otros independientes —los apestados de los partidos políticos—, los que no lograron hueso en el mal llamado Frente Ciudadano por México, los ex políticos que le apuestan a la desmemoria de los mexicanos, los ex líderes de opinión que se cansaron de vivir del sistema y decidieron finalmente “combatirlo frontalmente” —ellos sí han construido un movimiento orgánico, transparente y horizontal que, entre otras cosas, no tiene que pagarle a sus voluntarios para que recolecten las firmas que necesitan para conseguir la candidatura. Tampoco tienen que entregar despensas, mochilas ni condicionar apoyos o programas sociales.
¿Que son pocos? Sí, por supuesto. Ojalá no fueran los únicos. Para desmontar el sistema político corrupto hacen falta muchos más, pero es un principio. Pensemos esto: jamás un grupo de ciudadanos, jóvenes todos, se había propuesto un objetivo político común tan ambicioso: 3 diputaciones federales y una senaduría por la vía independiente. Y lo pueden hacer gracias a su trabajo de los últimos años, a nada más. ¿Que van contra corriente? Sí, también. Y mientras más crezcan —estoy segura de que lo harán porque el hartazgo ciudadano es cada vez mayor— serán objeto de más obstáculos e intimidaciones desde el poder. Y aún así, Pedro, Pablo, Alberto, Rodrigo y los cientos de personas que conforman “Vamos a reemplazarles” nos regresan, de alguna manera, la esperanza de que en México se puede devolver a la política un poco de lo que debiera tener en esencia: debate, sentido de servicio y recuperación del espacio público. Para donde se mire hoy, una bocanada de aire fresco.