Si eres político y no te importan las portadas de todos los diarios de circulación nacional exponiendo la tragedia que tu omisión, tu indiferencia o tu ineptitud permitió, poco te debe importar nada más. O quizá es un asunto de sentirte por encima de la ley y del escrutinio social, o una apuesta a la desmemoria de los mexicanos. Cuando pase este escándalo nadie recordará, quizá sea el pensamiento. Hay que darle unos días y listo.
Y bueno, pues resulta que no. Hoy las víctimas de la atrocidad que ilustran esos tráileres llenos de cadáveres recorriendo las calles de tres municipios de Jalisco, tienen una voz cada día más potente, y los mexicanos comenzamos a establecer una base mínima de la cual partir: nunca más algo así.
Yo no sé si el gobernador de Jalisco, Artistóteles Sandoval, pensaba que una vez que pidiera la renuncia de un par de funcionarios y anunciara la “reestructuración” del Instituto de Ciencias Forenses de su estado el asunto iba a parar ahí. Que las familias que fueron “invitadas” a tratar de identificar a algún familiar se quedarían, nuevamente, con la rabia y la indignación guardadas por el trato indigno al que son sometidas, todavía después del escándalo.
Alejandro Puerto, que busca a su sobrino Carlos Arturo, hizo un recuento escalofriante, a través de su cuenta en Twitter, de lo que vivió en el Semefo de Jalisco apenas la semana pasada, “al lado de decenas de madres” que trataban de encontrar a sus hijos. Su testimonio, claro y valiente, deja en evidencia la posición real del gobierno estatal con respecto a esta tragedia:
1. Los familiares esperan horas antes de ser atendidos, y cuando lo son, los reciben prestadoras de servicio social, no personal forense o siquiera alguien preparado para contener una situación de crisis. Nadie del gobierno del estado.
2. No existe una base de datos accesible, la información de cada familiar es tomada a mano, sin ningún criterio básico o sistematización. Las carpetas en las que se encuentra la información de los cadáveres están “apiladas en una silla y las servidoras que realizan la búsqueda se las turnan, es decir, no existe un archivo para realizar búsquedas simultáneas”.
3. Sólo atienden a 2 familiares por turno. Alejandro estuvo ahí 8 horas y le pidieron regresar esta semana porque sólo pudo revisar los archivos de 2018, aunque su sobrino no desapareció este año. Sólo tuvo 10 minutos para buscar en las carpetas. El olor a putrefacción se puede respirar mucho antes de entrar al lugar. “Lo que más dolió”, dice Alejandro, “fue darnos cuenta de lo mucho que la gente está dispuesta a soportar un trato indigno e inhumano con tal de encontrar a sus familiares. Cierro con esto, esperando que nos ayude a dimensionar el tamaño del problema”.
¿El trato podría ser más ofensivo? Es verdaderamente increíble que ni bajo el extenso escrutinio mediático y ante la evidente oportunidad de hacer las cosas diferente, desde el Estado se continúe revictimizando a las familias, haciéndolas pasar por la misma pesadilla una y otra vez. Y frente a este escenario que, sobra decir, se repite a lo largo y ancho del país, uno no puede sino esperar que la apuesta de Andrés Manuel López Obrador funcione. Que ese cambio de tono y de énfasis con respecto a las miles de víctimas que hay en nuestro país abra una puerta de esperanza y dé una solución real, humana y digna para todos los que todavía hoy no la tienen. Porque hoy, queda claro, no hay mucho que podamos esperar de quienes ya están empacando sus maletas. La administración de Sandoval nos hizo favor de recordárnoslo otra vez. Que no se nos olvide.