Ana Francisca Vega

Las cajas negras de los delegados capitalinos

Si el saldo tras el sismo ha sido duro para el gobierno de la CDMX, ni qué decir de las delegaciones. Inoperantes, bajo sospecha de colusión con inmobiliarias y con un desastre administrativo

21/11/2017 |02:03
Redacción El Universal
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Todos tenemos nuestra historia de terror con una delegación. Me atrevería a decir, incluso, que frecuentemente son las propias delegaciones el primer nivel de extorsión al que se enfrenta un ciudadano común. Yo tengo varias, pero permítanme contarles mi “favorita”. El Parque Ecológico Las Águilas, desde siempre, tuvo una enorme barda pintada de color verde. Y cuando digo enorme, me refiero a varios kilómetros. La barda y su pintura estaban en perfecto estado. Un día, circulando por ahí, noté a una cuadrilla de trabajadores delegacionales que la comenzaba a pintar de blanco. Otra cuadrilla, unos pocos metros más atrás, sobre el blanco, iba pintándola de amarillo —sí, del color del partido político al que pertenecía el delegado, Leonel Luna, que en su gestión dejó completamente amarilla la delegación, trabajo que ha continuado con una persistencia asombrosa Antonieta Hidalgo, la ahora jefa delegacional y esposa de Luna.

En el caso de la barda, y más por principio que por que el asunto tuviera una importancia real, busqué que la delegación me respondiera algunas sencillísimas preguntas: ¿Quién decidió pintarla de amarillo? ¿qué empresa recibió el contrato? Y, sobre todo, ¿cuánto nos costó a los contribuyentes hacerlo?

Insistí, insistieron vecinos. El delegado Luna se comprometió en varias ocasiones —públicamente— a enviarme la información por correo electrónico. No recibí nunca nada, por supuesto. Ni en mi correo, ni como sería lo más deseable, en la  página de la Delegación en donde todos y cada uno de los ciudadanos que quisieran pudieran consultarlo.

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De esta historia ya se cumplieron cuatro años; con ella se ilustra a la perfección una de las tácticas más comunes de las autoridades locales en México: juegan a hacérnosla cansada, como se dice coloquialmente. A matarnos de aburrimiento, o de agotamiento, o de los dos. Le apuestan a que se nos olvide, a matarnos muy kafkianamente: despacito y casi sin darnos cuenta. Sus portales de transparencia son una burla: el de la delegación Álvaro Obregón, de hecho, reporta un : “404 Error”. La página no existe. En la mayoría de las demás delegaciones, el apartado transparencia se limita a transcribir la Ley de Transparencia de la ciudad de México. Muy útil. En otras, como en la Benito Juárez, se han tardado “un poco” en actualizar el enlace de transparencia, que sigue diciendo “Distrito Federal”. Si uno quiere ver, por ejemplo, cómo se ha gastado el presupuesto en Tlalpan, se tendrá que conformar con un par de archivos en PDF llenos de columnas con siglas imposibles de descifrar para el ciudadano común. En Iztapalapa, “se encuentra en proceso de renovación para quedar actualizada al tercer trimestre de 2017 (julio-septiembre)”. Sí, adivinó. Eso no ha sucedido.

A la opacidad se les suma la ineficiencia. Si el saldo post sismo ha sido duro para el gobierno de la Ciudad de México, ni qué decir del que toca a los jefas y jefes delegacionales. Inoperantes, bajo sospecha de colusión con inmobiliarias y con un desastre administrativo tal, que en algunos casos, parecería que facilitaron la desgracia o que, mínimamente, no la detuvieron a tiempo. ¿A alguien le sorprenden los resultados del ejercicio que ha realizado este diario para evaluar la percepción ciudadana con respecto de su trabajo? No hay uno solo que de un puntaje del 1 al 10 haya llegado al 6. Se lo han ganado a pulso.

La barda amarilla es una de las tantísimas historias que suceden sin explicación ni control ciudadano todos los días en mi “caja negra”. ¿Cuál es la suya?

PASE USTED. Están grabadas, las vimos, las escuchamos. Y no, no estamos locos. Estaban en sus curules cuando, en medio de la intervención del diputado Ariel Juárez de Morena, sonrieron divertidas, cuchichearon, se pusieron de acuerdo y dijeron: “va, va…eeeeh, putooo”. Risas, más risas. Qué divertido. ¿De verdad costaba tanto al liderazgo priísta emitir una disculpa? Aparentemente sí. Qué revelador. Diminutos.