Ana Francisca Vega

De miedo: una visita a las morgues mexicanas

28/11/2017 |02:04
Redacción El Universal
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Empleados del Servicio Forense del Estado de México tienen que llevar sus propios guantes, sus hilos para coser los cuerpos, sus hojas de bisturí para trabajar. Los cadáveres son demasiados, llegan todos los días: hay muchas mujeres y niñas con claras huellas de tortura, de maltrato y de abuso sexual. Nadie investiga qué les pasó: no se dan abasto, no hay dinero ni equipo ni interés de tomar una muestra de DNA que permita devolverles su identidad, regresarlas a sus familias. Muchos de los anfiteatros no cuentan ni siquiera con agua corriente y cuando los cuerpos son demasiados, los van apilando en el piso.

En Hidalgo, el Semefo “se ayuda” de funerarias privadas para trabajar —usando, sus mesas y equipamiento para realizar las necropsias. “No contamos con instalaciones propias y nos apoyan las funerarias”, dijo en entrevista para la prensa local el procurador general de Justicia de ese estado, Ramiro Lara Salinas. En Guerrero, el Semefo está operando al doble de su capacidad: tiene bajo su custodia casi 650 cuerpos repartidos entre Iguala, Acapulco y Chilpancingo. “El Servicio Médico no estaba capacitado para recibir tanto cadáver no identificado”, dice sin tapujos su director. Ahí empleados administrativos y cadáveres, en su mayoría de personas no identificadas, conviven todos los días a pocos metros de distancia. Unos 100 cadáveres tienen la “fortuna” de encontrar espacio en los refrigeradores. A los demás, les buscan lugar en los espacios más frescos que encuentran.

La crisis es de tal magnitud que en la mayor parte del país, las autoridades compran plástico negro por metro o incluso bolsas de basura para guardar los restos humanos. Así, en bolsas de basura, los familiares son llamados de vez en vez para intentar reconocer a su hija, a su hijo, a su padre o su hermana. A menos del 10% se les realizan pruebas genéticas. Son muertos que a nadie le importan, que se van contaminando hasta que una identificación es prácticamente imposible. Son muertos y ya. En genérico.

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¿Conservar evidencias? Los cuerpos se cocinan en los refrigeradores a medio funcionar ¿Autopsias? Los muertos se amontonan y se pegan unos con otros sobre las mesas de disección ¿Pruebas periciales? No hay tiras reactivas para hacerlas ¿Identificación genética? Se pierden las muestras y los perfiles de familiares.

La historia se repite a lo largo y ancho del país, y es una tragedia que crece a la par del despunte en las muertes violentas y desapariciones en México. Y sí: en algún lugar tienen que estar las cientos de personas que simplemente “se esfuman” todos los días en México; las niñas que van a hacer algún mandado y no vuelven más, los jóvenes que simplemente desaparecen después de su partido de futbol, los hombres y mujeres, jóvenes y viejos, víctimas del delito, de la desatención y de la indiferencia.

¿Que el Estado mexicano está haciendo un esfuerzo serio por identificar a las miles de personas cuyos cadáveres yacen en las morgues del país? Toda evidencia sugiere lo contrario ¿Qué esconde este desaseo? ¿Ineptitud? ¿Corrupción? ¿Colusión? Usted juzgue.

PASE USTED. Organizaciones vecinales anuncian que a la nueva Ley de Reconstrucción de la Ciudad de México le lloverán los amparos. Con justa razón: es un revoltijo. Falta que los jueces hagan su trabajo. Ya veremos.

@anafvega