Esta semana, hubo cambio de mando en la Policía Federal (PF). Dejó el cargo de comisario general, Arturo Jiménez Martínez, un policía de larga data, dejando a la cabeza de la agonizante institución al general Luis Rodríguez Bucio.

Como recordará el público lector, este es el segundo nombramiento del general Rodríguez Bucio en pocas semanas: a mediados de abril, fue designado por el presidente Andrés Manuel López Obrador como el primer comandante de la Guardia Nacional (GN).

¿Cómo explicar este segundo nombramiento? ¿Por qué poner al general al cargo de una institución que va a desaparecer en un plazo máximo de 18 meses, según lo especificado en la recién aprobada ley orgánica de la GN? ¿Por qué no se concentra en exclusiva a la construcción de la nueva institución?

Por una razón simple: la GN existe en la ley, pero no existe en la práctica. No tiene reglamento, ni estructura, ni presupuesto, ni instalaciones, ni equipo, ni (crucialmente) plazas. Todo eso vendrá eventualmente, pero toma tiempo. Por ejemplo, la ley dio un plazo de 180 días para la publicación del reglamento. La estructura, el equipo y las plazas vendrán después. Entonces la manera más fácil de arrancar la creación de la nueva corporación es colonizando a la PF. Como no hay plaza formal para el comandante de la GN, se le da el lugar del comisario general de la PF y desde allí puede empezar a operar. Algo similar va a suceder, sospecho, con los demás puestos de mando de la PF: el general Rodríguez Bucio va a ir ocupando gradualmente esas posiciones con su equipo.

Eso suena lógico y razonable, salvo por dos problemas. Primero, si los policías federales ya sentían incertidumbre ante la transición a la GN, ahora han de sentir pánico. Les acaban de mandar el mensaje de que sus plazas pueden ser usadas para darle entrada a los militares que formarán parte de la nueva corporación, al menos en tanto se superan los escollos reglamentarios, presupuestales y administrativos que supone crear una institución desde cero. Si ya se sentían integrantes de segunda en la GN —porque van a tener un régimen de seguridad social distinto y peor que los militares, y porque les están vedando por diseño los puestos de mando— ahora peor.

Segundo, si esta va a ser la ruta para la creación de la GN, ¿por qué no empezaron por aquí? Podían haber designado a quien quisieran al frente de la PF, hacer las modificaciones a la estructura que juzgaran necesarias por vía reglamentaria y luego transferir mediante comisión a los elementos militares que consideraran pertinentes. Y si no les gustaba el nombre de PF, podrían haber modificado la designación (a algo que no se llamase GN, para evitar las complicaciones constitucionales) mediante una reforma relativamente sencilla. Ya estarían operando.

Ahora, tiene que haber una explicación para haber escogido una ruta tan complicada cuando había otros caminos mucho más sencillos. No sé cuál sea, pero se me ocurren dos posibilidades (no mutuamente excluyentes): 1) como candidato, López Obrador propuso la creación de algo que se llamara GN y había que cumplir con el compromiso, aunque eso requiriese un largo y retorcido proceso constitucional, legal y administrativo; y, 2) el objetivo no era realmente la GN, sino dotar de facultades a las fuerzas armadas para participar en tareas de seguridad pública, lo cual quedó plasmado en el artículo quinto transitorio de la reforma constitucional. Por un periodo de cinco años, ciertamente, pero con la posibilidad de que alguna legislatura futura lo extienda.

Cualquiera que sea la explicación, un hecho es claro: se embarcaron por una ruta que nos va a dejar sin GN plenamente formada por un buen rato.

alejandrohope@outlook.com. @ahope71

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