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La Ciudad de México parece de vuelta en los noventa.
Los medios de comunicación están repletos de noticias sobre secuestros, muchos con desenlace fatal. En las sobremesas y las comidas familiares, corren con profusión anécdotas sobre plagios, algunos exitosos y otros frustrados, algunos cercanos y otros solo conocidos de oídas. Se intercambian consejos para evitar ser blanco de secuestradores y se previene del riesgo que implicaría circular a ciertas horas en ciertos lugares.
¿Es esto señal de un alza en el número de secuestros en la capital? Probablemente, pero no se puede afirmar de manera categórica.
Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), el número de víctimas de secuestro en la Ciudad de México se incrementó de ocho en los primeros cuatro meses de 2018 a 27 en el mismo periodo de este año. Eso significaría un incremento anual de 238%.
Pero la secuencia misma de los datos da una primera pista de que tal vez haya un problema con el registro. De las 27 víctimas contabilizadas en 2019, 16 corresponden al mes de enero. En abril, no hay una sola victima registrada. Es decir, si se compara abril de 2019 contra abril de 2018, habría una caída de 100%. Supongo que nadie cree que ese dato es un fiel reflejo de la realidad.
Una segunda pista proviene de las cifras desagregadas. En el SESNSP, se presenta información por tipo de plagio: secuestro extorsivo, secuestro exprés, secuestro con calidad de rehén, secuestro para causar daño y otro tipo de secuestros. Pues resulta que desde 2015, cuando se empieza a usar esa clasificación, no se ha registrado un solo secuestro exprés en la Ciudad de México. Cero en 52 meses.
Lo que muestran esos datos es que, en su inmensa mayoría, los secuestros no se denuncian. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de la Seguridad Pública (Envipe), producida por el Inegi, se habrían cometido 72 mil secuestros en 2017. En ese año, sólo se abrieron a nivel nacional 1,485 carpetas de investigación por el delito de secuestro, tanto en el fuero común como en el federal. Dados los márgenes de error de la Envipe, la llamada cifra negra en materia de secuestros (el porcentaje de delitos no denunciados) se ubicaría entre 97.5 y 98.3%.
En ese contexto, un aumento del número de secuestros denunciados puede reflejar un incremento de los delitos o un incremento de las denuncias (por diversas razones, desde una mejoría en el nivel de confianza hasta alguna campaña de promoción de la autoridad, pasando por el simple azar). Y es difícil, sino es que imposible, diferenciar entre ambos fenómenos.
¿Pero no se podría argumentar que, dado que la cifra negra es más o menos constante, la evolución de los secuestros denunciados revela la trayectoria de los secuestros totales? Tal vez, pero la evidencia no apunta en esa dirección: en 2017, por ejemplo, el número de carpetas de investigación por secuestro disminuyó, pero el número estimado de secuestros en la Envipe aumentó.
En conclusión, no sabemos si el número de secuestros está aumentando en la Ciudad de México o en cualquier otro lugar del territorio.
Dicho lo anterior, las autoridades capitalinas, empezando por la Jefa de Gobierno, harían bien en actuar como si estuviesen aumentando. Primero, porque no se puede descartar que haya en efecto una epidemia de secuestros. Segundo, porque pocas cosas tienen tanto efecto negativo en la percepción pública de seguridad como los secuestros de alto impacto. Y tercero, porque sí sabemos algo de seguro: la mayor parte de los secuestros no se denuncia, no se atiende y no se sanciona. Y eso tiene que cambiar.
alejandrohope@outlook.com
@ahope71