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1. La Guardia Nacional (GN) es una institución militar, diga lo que diga la Constitución. Su comandante es un general en activo. Dados los requisitos de antigüedad incorporados en su ley orgánica, todos sus coordinadores territoriales y estatales provendrán del Ejército o la Marina. Tres cuartas partes de sus primeros integrantes serán soldados o marinos. Los cursos de inducción se están realizando en cuarteles militares. La formación de sus miembros se podrá realizar en instituciones educativas militares. Para la construcción de instalaciones de la GN, los gobiernos estatales y municipales están haciendo donaciones de terrenos a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), no a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC). Las compras de equipo (chalecos antibalas, botas, etc.) para la GN están siendo realizadas por la Sedena ¿Qué más evidencia se necesita?
2. El número de integrantes de la GN es un blanco móvil. Hace algunas semanas, Alfonso Durazo, titular de la SSPC, hablaba de un despliegue inicial de 61 mil elementos. Ayer, en la presentación de la nueva corporación, se mencionó un estado de fuerza de 70 mil elementos. Esa fluidez en los números sugiere que, en los hechos, no hay ninguna frontera entre la GN y la fuerza armada permanente. La ley mandata que los integrantes de la GN se “separen funcionalmente” de las fuerzas armadas, pero esa restricción muy probablemente se resuelva con simples oficios de comisión. Es decir, nunca dejarán de pertenecer a los institutos armados (y, con alta probabilidad, el pago de sus sueldos y prestaciones seguirá saliendo de allí por un rato). Eso también implica que, en lo fundamental, el crecimiento de la GN no va a provenir del reclutamiento de civiles, sino del traslado de militares.
3. El lanzamiento de la GN significa muy poco en el plano operativo, al menos en el corto plazo. Los 70 mil elementos que (supuestamente) la conforman ya estaban desplegados en el territorio. Provienen de unidades de policía militar y policía naval y Policía Federal. Todos ellos realizaban ya tareas de seguridad pública. Dicho de otro modo, vamos a tener de arranque a los mismos elementos, haciendo lo mismo, en más o menos los mismos lugares, con el mismo equipo, las mismas tácticas y el mismo liderazgo, pero con uniforme distinto. Salvo que el uniforme sea mágico, no se deberían esperar resultados muy distintos a los alcanzados hasta ahora.
4. Tal vez en el mediano plazo, en la medida en que crezca la GN, podría tener un impacto mayor. Pero persiste una pregunta que los promotores de la GN no han podido responder hasta ahora: ¿por qué suponen que el despliegue amplio de elementos federales tiene efectos pacificadores notables? ¿En qué evidencia empírica basan la idea de que a mayor despliegue federal, menor incidencia delictiva y violencia criminal? Existen, por supuesto, algunos ejemplos de intervenciones federales más o menos exitosas: Tijuana entre 2009 y 2011, Ciudad Juárez entre 2010 y 2012, La Laguna a partir de 2013. Pero junto a esos casos milagro, hay muchos ejemplos de intervenciones fallidas (los múltiples operativos en Guerrero o Michoacán, por ejemplo). En el mejor de los casos, la evidencia de un vínculo causal entre más elementos federales y menos violencia es tenue.
5. Dado su carácter abiertamente militar, todo lo que haga o no haga la GN, todo lo que logre o no logre, va a caer en la cuenta de las Fuerzas Armadas (y del Ejército, en particular). En esta apuesta del presidente López Obrador, va el prestigio y respaldo social de las instituciones públicas mejor evaluadas del país. Ojalá, por el bien de México, no la pierda.
Twitter: @ahope71