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El clásico de la Concacaf está en juego otra vez, el partido que todos soñaban —sobre todo los organizadores— culminará el torneo de la zona. En teoría, para ambas naciones no es un juego más, no es otro título más, se juegan el orgullo.
Y para los dos, servirá para certificar el arranque de renovación que ambos viven.
Es momento de hacer a un lado el título, será importante analizar cómo quedará parado México después de este juego, cómo la era del Tata Martino puede quedar marcada, para bien o para mal, después de este encuentro.
También hay que poner sobre la mesa cómo será la crítica, porque hasta este momento, la mayoría del tiempo ha sido benévola y de a poco se ha endurecido con el técnico argentino .
Por ejemplo, para la selección de las barras y las estrellas no tendrá repercusiones; si gana, seguirá el camino y si pierde, tampoco alterará la ruta que ha escogido. Ellos están blindados ante las críticas, por lo menos, más que el tricolor mexicano.
Del otro lado de la frontera las cosas son diferentes, existe la paciencia, mientras que en un país tan futbolero como México si ganamos, vamos por el quinto partido, si perdemos para qué vamos al Mundial, siempre nos paramos lejos de la ecuanimidad.
El Tricolor de la victoria:
• Reforzaría la idea de que el Tata es el adecuado de esta nueva empresa; confirmaría a varios jóvenes como realidades (caso Antuna, Rodríguez, Pizarro, entre otros). Estaríamos todos de acuerdo en que los muchachos aprovecharon la oportunidad ante la ausencia de varias figuras importantes por distintas razones.
• A nivel personal para el técnico argentino, sería su primer campeonato en selecciones, no ganó nada con Paraguay o Argentina.
• El proyecto de la nueva Federación Mexicana bajo el mando de Yon de Luisa comenzaría con credibilidad.
El Tri de la derrota:
• Los cuestionamientos serán inevitables sobre los ausentes, ¿si ellos hubieran asistido, se hubiera ganado?
• Se comenzarían a señalar a algunos jugadores de este grupo por no dar el ancho.
• Empezarían las dudas sobre el esquema tan rígido que usa el estratega sudamericano, con ese 4-3-3 tan marcado y muchas veces predecible.
Así de volátil es la Selección Mexicana , con un equilibrio tan frágil que cambia de muy bien a mal en un resultado. Tan urgida de ser perfecta que cualquier sobresalto se convierte en tragedia.
El inevitable: Estados Unidos es mejor que México, y el aceptar que en la Concacaf desde hace mucho ya no hay Gigante Azteca.
Una derrota volvería a generar una gran decepción, perder contra el odiado rival en su casa.
¿Será águila para el triunfo? ¿será sol para la derrota?, afortunadamente no es un volado, es futbol. Lo interesante es cuestionarnos cómo un país que lleva dedicándole menos tiempo a este deporte y que tiene una liga en pañales, comparada con la nuestra, siempre parece llegar más lejos que nosotros; esas serían las dos caras de la moneda. Y sí, es águila o sol, porque para nuestro futbol no hay términos medios.
futbol@eluniversal.com.mx