Hace unos días el New York Times publicó un artículo llamado “¿Cómo las películas (como las conocemos) sobrevivirán los próximos 10 años?” en el que se le preguntaba a productores, directores y actores cuál es su visión de la industria en el futuro.

La pregunta ha estado en el aire en los últimos años en los que la popularidad de las plataformas digitales ha explotado pero el debate se ha vuelto urgente pues el cambio ya no es algo imaginario, está aquí. Netflix cambió la forma que tenemos de ver las películas pero es sólo la punta del iceberg pues pronto llegarán otras formas de streaming como Disney, Apple, Warner Bros, etc.

En el artículo, el presidente de Sony Pictures, Tom Rothman, da en el clavo al decir que el meollo del asunto está en encontrar qué películas lograrán hacer que la gente salga de sus casas para ir a un teatro a verlas y pone en la mesa la nueva palabra usada por los grandes estudios: theatricality (teatricalidad).

Algo clave será la selección, pues más que nunca los productores se están preguntando qué piezas son suficientemente originales para estar en un cine y todavía no hay un patrón claro del comportamiento de las audiencias. Por ejemplo, en el caso de Crazy rich asians, de Jon M. Chu, sucedió todo lo contrario a lo esperado y la cinta fue una llamada masiva para acudir a las salas recaudando una taquilla de 26 millones de dólares el primer fin de semana, que la convirtió en la primera película realizada para el público asiático-americano que logra esta posición.

Ahí está la otra cara de la moneda porque aunque siempre estará la tentadora comodidad del sofá, del click y la inmediata satisfacción que han traído a nuestras vidas las pequeñas pantallas, hay momentos en los que la experiencia del cine se vuelve irremplazable.

En los 90 cuando aparecieron los compact disc la industria del vinilo casi desapareció. Dos décadas después, empezó a resurgir. Primero fueron los adultos nostálgicos que querían revivir su juventud con los Beatles, Led Zeppelin, y otras joyas de los años 60 y 70, pero los que le están dando un vuelco a la industria son los millennials, que se han dado cuenta de la calidad del sonido del vinilo (más cálido que el digital) y la experiencia del arte de las portadas, más interesante que hacer una descarga.

En cuanto al cine, quizá la respuesta es el futuro, cuando nos cansemos de ver escenas maravillosas diluidas en la pantalla del celular, cuando añoremos la experiencia comunal de ver junto a familiares, amigos y extraños una misma historia o cuando, simplemente, queramos volver a sentir la magia de estar inmersos, durante 120 minutos, en la sala oscura en la que los 24 cuadros por segundo te hipnotizan.

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