El 2018 será un año en que los mexicanos viviremos en peligro. Y es que, pese a que el PRI está sumamente golpeado, lo ocurrido en la elección mexiquense le da oxígeno y proyecto electoral. A Enrique Peña Nieto lo resucitó: le permitió realizar una Asamblea a modo en su partido y, mediante la cabal restauración del “dedazo”, adueñarse por completo de la próxima candidatura presidencial priista. Es el modelo a seguir por el priismo en los próximos comicios federales: el Edomex a escala nacional. Si se pudo en esa entidad, parece razonar el PRI-gobierno, se puede en el país. Veremos una elección de Estado con mayúscula. Se intentará a cualquier costo impedir la construcción del Frente Amplio para que los partidos opositores vayan solos, se lanzará a uno o dos contendientes dizque “independientes”, se comprarán votos, se hará cuanta trapacería hay en el repertorio priista durante la jornada electoral. En suma, se echará la maquinaria completa y todo el aparato encima de la oposición.
A mi juicio, el candidato no será lo más importante. No sé si la eliminación de los famosos “candados” perfile a José Antonio Meade o sea una finta para que jale la marca y le permita descolgarse a Aurelio Nuño (o en un acto de locura al mismísimo Luis Videgaray), pero el eje de la táctica priñanietista no será la persona sino, insisto, los incontables recursos que puede usufructuar y movilizar la Presidencia de la República. El presidente y su grupo apostarán a su estructura. Habrá imponderables, desde luego. Odebrecht. La macroeconomía, que puede estar más o menos bien para entonces si la renegociación del Tratado de Libre Comercio no acaba en desastre, pero que también puede padecer la inflación y los platos rotos de la estratosférica deuda que dejó Videgaray y un derrumbe si Estados Unidos se sale del TLC. Y antes que eso habrá que ver qué pasa con Donald Trump y sus “amigos” de este lado. También falta saber si no surgirá algún conflicto social y si la violencia no se desbocará más. Pero en cualquier caso la apuesta oficial será la misma: la maquinaria y el aparato.
Y es que un régimen tan carcomido no tiene otra opción. Si bien puede maquillarse con una candidatura más presentable, es imposible que se quite la imagen de podredumbre que tiene ante la mayoría de la población. Por eso su jugada es ganar el veintitantos por ciento de la votación con lo que le queda de voto duro y sus redes clientelares y esperar que una oposición fragmentada haga el resto del trabajo. ¿Puede ganar el PRI? Sí y solo si los opositores se mantienen separados y dejan que la única coalición sea la del priismo y sus satélites. ¿Puede ganar Andrés Manuel López Obrador solo? Sí, pero en una elección de Estado es un volado, y por ello considero un error que Morena haya rechazado las alianzas. ¿Y el PAN, puede ganar solo? Sí, pero es otro volado. Lo único cercano a la certeza de triunfo lo daría un gran frente de partidos y organizaciones sociales. Ya vimos la película: en 2015 todo apuntaba a una derrota priista, que se convirtió en victoria gracias a que logró imponerse el “divide y vencerás”.
El turbio, tramposo triunfo del PRI-gobierno en el Edomex revivió a un muerto. Ese zombi que es ahora el priñanietismo, con sus huestes de moribundos trashumantes de talantes monstruosos, llegarán trastabillando al 2018. Creo que van a perder, pero en el camino pueden dejar una estela desoladora. Quiero pensar que los cañonazos para comprar rivales e inventar candidatos “ciudadanos” -la marca de los independientes, que se hace un par de años se proyectaba como alternativa exitosa, se ha desgastado y desdibujado- serán resistidos al menos por una parte de la oposición.
Con todo, sería un error negar que la elección del Edomex modificó los escenarios para 2018. Antes de esa demostración de fuerza marrullera del PRI-gobierno y sus aliados y de debilidad estratégica de Morena, el PAN y el PRD todos dábamos por vencido al PRI; hoy pocos descartan que su versión zombi pueda contradecir los pronósticos. Lo bueno es que la viabilidad de tal sorpresa está más en función de las desviaciones opositoras que en la operación del régimen. Así pues, ante esta oportunidad histórica de cambiar el régimen, los mexicanos que sí queremos un gobierno honesto que combata la desigualdad, la violencia y el autoritarismo tenemos la palabra.
PD: #Charlottesville y #Barcelona. La pregunta no es qué hicieron los dos grupos manifestantes el día 12 de agosto en Virginia sino qué ha defendido cada bando durante más de un siglo, y la respuesta es fácil: uno racismo excluyente y el otro pluralismo inclusivo. Por lo demás, el terrorismo neonazi de los supremacistas blancos que mató a Heather Heyer y el terrorismo islámico que el pasado jueves 17 asesinó a 14 personas en Cataluña son igualmente abominables. Mi solidaridad inequívoca está con los deudos de las víctimas y con las causas de la igualdad y de la paz.
@abasave