Por más que el siglo XX insistió en su desaparición, el heroísmo irrumpe de pronto en una historia, un personaje, una hazaña… y nos devuelve la idea de que aún es posible la grandeza humana.

Bruce Meyer define: “Los héroes son los interruptores que permiten la ignición de todos nuestros mecanismos para la absorción del mundo, engranándose en ese tejido psicológico e imaginativo a partir del cual se estructura la humanidad. Son el punto de referencia de todo relato. El mundo se encuentra siempre en condiciones de ofrecernos modelos que nos ayuden a reflexionar sobre en qué o en quién debemos convertirnos”.

En su libro Héroes (Siruela, 2007), el poeta y académico canadiense hace un recorrido, por la literatura y la historia, de la figura heroica y cómo ha cambiado en el imaginario, desde los musculosos guerreros homéricos en el polvoriento campo de batalla de Troya y “la psicótica creencia de que los problemas del mundo se pueden resolver por medio de la violencia”, hasta la actualidad, cuando el heroísmo cobra forma en “la figura sencilla de cualquiera de nosotros”. La mera idea de que el héroe o heroína hable a favor de la bondad de nuestra naturaleza, advierte, omite ya la posibilidad de que él mismo se encuentre no demasiado lejos de la perfección. Los héroes, pues, tienen sus deseos, sus fobias y sus debilidades como todos, pero de pronto hacen algo que nos obliga a examinarnos a nosotros mismos.

A esa estirpe pertenece Carola Rackete, la capitana del barco Sea Watch 3 que rescató a 52 migrantes en el mar Mediterráneo. Huían de una condición cercana a la esclavitud y estaban a punto de ahogarse cuando ella les salvó la vida. Tocó puerto movida por la urgencia, pero sin autorización, en Lampedusa (Sicilia). Al desembarcar, la joven alemana de 31 años, con brillante trayectoria académica, fue detenida por la policía italiana y unos días después, la tarde de ayer, recuperó su libertad. Uno de sus pares, desde otro barco de rescate, dijo: “De la cárcel se sale, del fondo del mar no”. En su texto “Carola Rackete: la belleza de la dignidad” (www.lamarea.com), Patricia Simón alude al maremágnum de indignación perpetua en la que vivimos. Y advierte: “Nuestro imaginario de lo que está bien y de lo que está mal está siendo bombardeado a través de la guerra que el Norte Global libra contra las personas que huyen del Sur (…)”.

En una situación parecida se encuentra la capitana de barco, Pia Klemp. La carismática bióloga alemana de 36 años enfrenta a la justicia italiana y la posibilidad de pasar 20 años en prisión por rescatar a miles de personas en riesgo de ahogarse en el Mediterráneo en su desesperación por llegar a Europa. Ella y su tripulación están acusados de fomentar la inmigración ilegal. Uno de ellos, el bombero malagueño Miguel Roldán, ha narrado lo que es ver desde el barco a la gente gritar, ahogándose, a 50 metros de distancia y no recibir a tiempo la autorización de la torre de control italiana para salvarlos.

De este lado del mundo, a Óscar y su pequeña hija Valeria les hizo falta una Pia, un Miguel, una Carola… que los rescataran del Río Bravo, de la crueldad de Trump y de la sumisión del gobierno mexicano. Porque el tamaño de la crisis humanitaria en las fronteras norte y sur de México necesita muchas más voces, ONG, defensores de migrantes y una sociedad que demande el fin a la criminalización de los que deciden activar la conciencia y optan por la acción de aliviar el sufrimiento de los demás.

Otro caso es el de Scott Warren, maestro de Geología y activista de la organización “No más muertes”. Hoy está en juicio por depositar bidones de agua y comida para los migrantes en su camino por el desierto de Arizona.

Walt Whitman insinuaba que la figura del héroe no ha desaparecido, sino que se ha disipado en un espectro mucho más amplio. En “Canto a mi mismo”: (…) No te desalientes si no me encontraras,/ si me perdieras en un lugar, búscame en otro,/ en algún lugar te espero.

adriana.neneka@gmail.com

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