Lo recuerdo con sus enormes bigotes y su estatura de 1.85 a bordo de un autobús con sus colegas, algunos de los mejores historietistas del mundo. “Señores, aquí a la derecha podemos apreciar la Universidad Nacional Autónoma de México” cuando una nube de esmog impedía ver algo más allá del otro lado de Insurgentes. Y así, en su papel de “guía”, llegó al Encuentro Internacional de Historietistas en Cocoyoc, Morelos, para exigir la creación de un himno musical sin el que, advertía, sería imposible la reunión. Y es que, para Sergio Aragonés: “La vida es demasiado seria para tomarla en serio”.
El cartonista más veloz del mundo según la Enciclopedia Mundial de Comics y uno de los principales dibujantes de la revista MAD me contó entonces (1981) que de niño cobraba cinco pesos en la primaria por hacerle la tarea de dibujo a sus compañeros. Que era hijo de inmigrantes españoles, que fue actor de teatro y pantomima, alumno de Héctor Azar y Jodorowsky y hasta payaso de ballet acuático. También trabajó para la revista Mañana y fundó, junto con Gustavo Sainz, Nacho Méndez y Rius La Mano, mientras terminaba la carrera de arquitectura en la UNAM.
Sergio Aragonés recordaba en entrevista que llegó en camión a Nueva York, con 24 años, 20 dólares en el bolsillo y su colección de cartones en un portafolio. Sobrevivía recitando poesía flamenca en Greenwich Village, cuando la revista MAD —“que era la Meca para mí”— le dio la bienvenida en 1963. Entonces publica sus “dramas marginales”, la sección “Un vistazo a…” y esas enormes multitudes que caracterizan su obra y se convierte en uno de los pilares de aquel ícono de la sátira que alcanzó tirajes de millones de ejemplares.
Para el autor del comic Groo: “Los chistes no salen de ningún sitio, están volando en el aire, la cosa es buscarlos. En el aire también están la poesía que los poetas ven y la música que los músicos escriben, solo hay que buscarlos con los ojos de la mente. Después ya viene la profesión que permite reproducir la idea; pero, para eso, hay que dejar a la mente volar y yo creo que a mí el teatro me ayudó en eso, a soltarme”.
Hoy, cuando la corrección política, la ideología y el fanatismo parecen levantarse en barreras contra el humor, rescato una idea del caricaturista mexicano de MAD. Decía que, a él, como a cualquier ser humano, le preocupan la situación del mundo, las guerras, la inflación… “pero imaginar que eso influye en mi dibujo es como pensar que la obra de un ingeniero se altera o que a un médico le afectan como para no poder curar al paciente”. Son importantes la música de protesta o los tratados sobre los grandes problemas de la humanidad “pero también debe haber lugar para alguien que busca que la gente olvide un rato todo eso, allí me encuentro yo”.
Ese espacio del que habla Aragonés y en el que profundizó Umberto Eco en El nombre de la rosa, resulta peligroso para algunos en el poder. Porque el humor es una expresión de la inteligencia y la risa, un acto de libertad. Como escribió Amos Oz: “Jamás he visto en mi vida a un fanático con sentido del humor”.
Por eso, percibo señales de alerta en hechos recientes: el anuncio de la revista MAD que dejará de producir números nuevos. The New York Times, que no sólo cedió a las presiones y despidió al cartonista portugués António Moreira Antunes por burlarse de Trump y Netanyahu en una caricatura, sino que canceló la publicación de cartones políticos en su sección internacional. El consorcio de medios canadiense Brunswick News que prescindió, después de 17 años de relación laboral, de Michael de Adder luego de que el dibujante circulara en redes un cartón suyo en el que Trump juega golf junto al cuerpo sin vida de Óscar Martínez y su pequeña hija Valeria, ahogados en el Río Bravo.
Quizá tenga razón el poeta David Eloy Rodríguez: “El problema ahora/ es que hay muchos vigilantes/ y pocos locos. / El problema ahora/ es que la jaula está/ en el interior del pájaro”.
adriana.neneka@gmail.com