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Hoy compramos cuatro veces más ropa que hace 20 años. El negocio textil no para de crecer, a pesar de ser la segunda industria que más contamina el planeta y es responsable del 20% de la polución del agua.
Texto: Isis García
Fotos: Iván Cruz
Para combatir este problema, cuatro jóvenes mexicanos y un colombiano crearon Bink. Una empresa que pigmenta telas con bacterias para ahorrar agua. Para lograrlo, Jorge López y Daniela Arriaga, estudiantes de la UNAM, subían a cantar a los camiones para convencer a los pasajeros de apoyar su proyecto.
“Mira cómo contamina la industria textilera. Somos los que crecen bacterias para colorear tus telas”, así comienza la “Cumbia textilera”, el tema que compusieron para invitar a las personas a conocer y votar por Bink, integrado también por los ingenieros veracruzanos Héctor Sánchez y Luis Méndez; y el arquitecto colombiano Carlos Mouriño. La razón de pedir votos fue que el proyecto compitió en el DemoDay, contra otras 37 propuestas provenientes de todo el mundo.
Estos jóvenes fueron elegidos entre 30 mil estudiantes de diferentes países para participar en el “Trepcamp”, un programa que se lleva a cabo en Estados Unidos, Inglaterra y México para apoyar a los emprendedores con ideas que combatirán problemáticas globales.
En ese evento los chicos se conocieron y descubrieron que todos querían cuidar el agua. Luis y Héctor ya trabajaban en el tema con un proyecto de reciclaje de líquido llamado Ventox.
Ya como equipo presentaron sus ideas a empresarios de la industria textil.
“Cuando hablamos con el dueño de una fábrica de ropa nos respondió que el agua no era un gasto muy grande y no quería invertir en cuidarla. Nos dijo que estaba en una guerra de centavos y si él subía un poco a sus costos, cerraba. Eso nos destruyó todo”, cuenta Carlos.
Esa fue la primera gran lección para los emprendedores: aunque su idea tenía una huella ambiental favorable, los empresarios no lo consideraban una opción económicamente viable.
“Ahí es cuando te das cuenta que en México no hay regulaciones para el tratamiento de aguas residuales. Como no hay sanciones, las empresas no están obligadas a tener este tipo de sistemas y liberan toda esa agua con metales pesados y otros contaminantes tóxicos, que son parcialmente tratados y liberados al medio ambiente”, cuenta Luis.
Los jóvenes volvieron con el empresario y le preguntaron cuál era su gastos más alto, y él les dijo que los colorantes. Porque aunque hay colorantes vegetales para teñir las telas sin contaminar el agua, no se usan mucho en la industria porque son más caros.
En México la industria textil contamina 5 albercas olímpicas cada minuto . Por esta razón, las empresas deberían pagar altas multas por verter su agua contaminada o invertir en costosas instalaciones de tratamiento de agua. Sin embargo, esto no es una realidad en Latinoamérica.
La mayoría de los colorantes con las que está pintada nuestra ropa proviene de petroquímicos que contaminan el agua con metales pesados. Cada proceso utiliza por lo menos 2 mil 500 litros de agua, la misma cantidad que una persona bebe en tres años.
“Además tienen efectos negativos en la salud, como el síndrome de bebé azul, que provoca coloración en la piel de los recién nacidos, es común en Asia, además muchos de estos materiales producen cáncer”, señala Héctor
Aunque los colorantes orgánicos podrían ser una opción ambiental, el proceso de producción es muy tardado y costoso. “Ahorita un colorante verde orgánico lo obtienes de plantas, pero ¿cuánto se tarda alguien en cultivarlas ?”, explica Carlos, “una bactería se reproduce cada 20 o 30 minutos”.
El concepto surgió cuando Daniela encontró que su pared se teñía de rojo, tomó la muestra la bactería que secretaba ese color y la comezó a reproducir.
Concibieron la idea 12 horas antes de presentarla en el concurso DemoDay. Para Héctor y Luis fue díficil soltar el proyecto de Ventox, con el que ya habían ganado premios, pero aceptaron dejarlo atrás para comenzar con Bink.
Así llegaron a la ronda de finalistas, estaban muy nerviosos, ya que había otro equipo que trabajaba con nanotecnología y lo consideraban su principal competencia: Yuli.
“Los creadores de Yuli eran estudiantes chinos con doctorado. Su proyecto utilizaba nanotencología en fibras. Es decir, tu ropa captaba energía de movimiento y con ella podías cargar el celular. Tenían ocho patentes. El prototipo era funcional. Yo sentí que iban a ganar”, cuenta Héctor.
Entre los finalistas también había equipos de Londres, Sillicon Valley, San Diego, Nueva York y Ciudad de México.
Los jueces decidieron darle el premio a Bink porque no resolvía un problema individual, sino una global. “Están entrando a una industria que es mundial y millonaria, nos dijo un juez. Quiero que mantengan ese mismo ánimo, porque enfrentan a un monstruo”.
“Nuestro objetivo es que la startup ya sea una empresa formal. En Trepcamp mucha gente nos platicó sobre los famosos unicornios empresariales y dijeron que no hay de este tipo en México o Colombia”, explica Héctor.
En el emprendimiento, las compañías unicornio son aquellas marcas enfocadas a la tecnología que pueden alcanzar un valor mil millones de dólares cuando están levantando capital.
“Por eso estamos trabajando rápido, para que se vea un cambio. Bink es como una boda civil. Tenemos que cumplir nuestro objetivo inicial”, explica Héctor, quien invita a otros jóvenes a sumarse al emprender y cuidar el ambiente. “Mi recomendación es que tengan la madurez para dejar un proyecto, aunque lleven años o meses trabajando en él, y afrontarlo como equipo”.