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Jonathan Sánchez rifó su “vochito” para alcanzar las estrellas. O al menos para dar un paso más en su sueño de ser astronauta. El joven de 19 años se deshizo del automóvil que construyó con su papá para financiar un viaje a la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA), donde propuso un proyecto para mejorar la exploración de Europa, una de las lunas de Júpiter.
Fotos: Valente Rosas
Ese astro, según investigaciones del mismo centro espacial, posee agua debajo de sus cortezas heladas y también podría albergar vida. Si el proyecto de Jonathan funciona, a la humanidad le habrá costado 50 pesos encontrar un nuevo mundo habitable; ése es el precio de los boletos de la rifa organizada por el mexiquense.
Jonathan entregará su vochito en diciembre a quien resulte ganador en la rifa, pero dice “valió la pena”, pues no sólo fue a la NASA como parte del Air Space International Program, sino que durante esa semana ganó el segundo lugar de un concurso con su propuesta para navegar y estudiar a Europa.
Participó contra otros 45 alumnos de diversas partes del mundo como Rusia, Francia, Japón, Estados Unidos y China. En la competencia se enfrentó a las propuestas diseñadas por físicos, matemáticos, biólogos, ingenieros en robótica y electrónica. “Cuando llegamos mi maestro me dijo: 'A ver si no nos comen aquí', porque había gente muy buena”, dice el estudiante de la carerra de Ingeniería Aeronáutica, quien cursa el tercer semestre.
¿Descubrir el universo desde tierras mexiquenses? Jonathan lo ha hecho por años con un telescopio, el cual recibió un día de Reyes Magos. “Quiero ser astronauta”, dice impasible, rodeado de mucha tierra y nubes de polvo; en la zona donde vive no hay pavimentación y a escasos metros de su hogar pasa La Bestia, el tren de los inmigrantes.
Vive en Tultepec, Estado de México, y se traslada a Hidalgo para asistir a su escuela: la Universidad Pilitécnica Metropolitana de esa entidad vecina. Lo hace porque ahí tienen la carrera de sus sueños desde la preparatoria.
Para llegar a clases toma al menos tres transportes públicos, hace más de dos horas de camino y gasta 100 pesos diarios de pasaje. Los principales riesgos están en su colonia, pues vuelve hasta las 11 de la noche a su casa y la luminaria es poca.
Pero no es el único en el país que realiza esos recorridos para llegar a su escuela. Según la última Encuesta Intercensal del Inegi son casi 4 millones de mexicanos quienes pueden tardar hasta más de dos horas en trasladarse a sus centros educativos. Esta cantidad es aún mayor al número de pobladores que habitan en 22 estados de la República.
Aunque las condiciones del lugar donde vive Jonathan no han sido obstáculo para su desarrollo académico, ha enfrentado problemas económicos para participar en muchas de las competiciones donde se ha reconocido su inteligencia. Para llegar a la NASA rifó el vochito, pero en competencias anteriores tuvo que dejar ir otros objetos personales como relojes y celulares con el fin de financiar su participación en diversos certámenes.
Desde su regreso de Estados Unidos no ha tenido tiempo de descansar y el Instituto Politécnico Nacional ya le hizo una propuesta para participar en el diseño de un nuevo satélite. Su proyecto de la NASA es para una investigación que ha ocupado por años a los mejores científicos del mundo; y el de México podría estar ahí, brillando en un barrio casi olvidado del Estado de México.
Vida en Júpiter
La búsqueda de planetas habitables ha trasladado la investigación de la NASA millones de kilómetros más allá de Marte. Europa, una Luna de Júpiter, es el nuevo objetivo. Para mejorar la investigación de este astro, Jonathan propuso mejorar los sistemas de propulsión y comunicación de un satélite que rondará Júpiter. Además, quiere evitar la radiación solar y el daño a los huesos de los astronautas durante los viajes.
“Esto se podría mejorar por medio de un proceso de electrólisis, una reacción química para producir más energía eléctrica que beneficie al satélite. Esta reacción es posible porque Júpiter cuenta con todos los elementos químicos necesarios”, explica el científico.
Por ahora su proyecto se enfoca en estudiar un astro, sin embargo el deseo del mexiquense es expandir su proyecto a cualquier planeta que muestre síntomas de albergar vida.
Antes de eso, cuando Jonathan aún no daba pasos de gigante, empezó ganando concursos locales y estatales hasta elegir la carrera de Ingeniería Aeronáutica.
“Desde que estaba en la prepa me interesé en esto. Me gustaba la física y las naves, y cuando era pequeño me gustaba mucho ver las estrellas. También mi pasión surgió con muchas lecturas. Recuerdo cuando encontré un libro del astronauta Rodolfo Neri Vela y cuando lo leí quise ser como él”, explica Jonathan.
Neri Vela fue el primer mexicano en visitar el espacio en 1985. Las lecturas de hombres como él y Carl Sagan, astrónomo y divulgador científico estadounidense, han inspirado al mexiquense no sólo para ser astronauta, sino para, en un futuro, contar sus propias historias en libros de texto.
Esto lo quiere realizar con el apoyo de su familia y amigos, quienes siempre han estado apoyándolo a falta de instituciones gubernamentales que lo hagan.
Para financiar su visita a la NASA también vendió dulces en la Universidad, sus amigos recolectaron dinero en la Universidad y su familia lo apoyó como pudo.
“Mi papá y el apoyo de mi familia han sido mi inspiración, porque si yo no tuviera el apoyo de ellos de verdad que no hubiera llegado a donde estoy. En general, la familia siempre es lo más importante. Cuando están pendiendo de un hilo pueden vencer hasta las leyes de la gravedad para salvarte”, dice el joven.
Otro apoyo lo recibió por parte de Seguritech, empresa dedicada al desarrollo tecnológico. Esa institución brindó al universitario la mitad del dinero que necesitaba para viajar a Estados Unidos. También ofrecerá la oportunidad al estudiante de realizar sus prácticas profesionales en el área de aeronáutica de la compañía.
Jonathan tampoco pudo acceder a una beca, pues dice “¿para qué la pido? Muchos amigos tienen buen promedio, las piden y se las niegan”.
El mexiquense no sólo ha lidiado esta vez por sí mismo con todas las complicaciones económicas. Por ejemplo, en el bachillerato ganó un concurso de física a nivel estatal, pero rifó un celular y un reloj para cubrir los gastos.
Como una estrella, ha brillado con luz propia hasta ahora. Y después de la NASA, Jonathan, su familia y toda la gente que lo ha apoyado sienten tener un mismo objetivo: que el joven mexiquense conozca el universo y siga cumpliendo sus metas.
Aeronáutica en México
“Me gusta mucho jugar futbol con mis sobrinos o ir a ver películas. Lo trato de hacer cada fin de semana para distraerme de todo porque a veces es pesado. Hay días en los que estoy de 7 de la mañana a 8 de la noche en la escuela, sin horas libres, sin tiempo ni para comer”, dice el joven, señalando un llano donde practica soccer.
“Hay mucho interés en la aeronáutica en México, pero, por ejemplo, muchos no conocen la Agencia Espacial Mexicana. Como yo hay muchos estudiantes interesados, pero es verdad que el gobierno no ha invertido lo suficiente. La consecuencia es rezagarnos en investigación científica”, opina.
Sustenta su argumento en que, desde hace dos años, el gobierno federal ha recortado presupuesto a universidades públicas y al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, que ha visto reducir su presupuesto desde el 2016 hasta llegar a los 26 mil millones de pesos para sobrevivir en el 2018. Además, frecuentemente más del 50 por ciento de la asignación a esa institución se destina al pago de personal.
“Lo que me preocupa de mi país es que nosotros no tenemos oportunidad de hacer nuestros propios satélites, manufacturarlos y diseñarlos. Eso es importante para nosotros porque todo lo que utilizamos, por ejemplo los celulares, se fabrican gracias a tecnología que alguna vez se utilizó para explorar el espacio”, explica Jonathan.
El esfuerzo global de buscar condiciones favorables para la vida en otros planetas al que se sumó Jonathan, dice, sólo tiene una explicación: la contaminación. “Toda esa tecnología que se desarrolla para probarla en otros mundo bien podría utilizarse aquí después. Generar sistemas de energía y evitar la intoxicación del clima, pero para eso se necesita muchas manos e inversión”, opina.
Salir de México, una solución
Hasta el 2014, más de 90 mil estudiantes de posgrado e investigadores mexicanos realizaban sus actividades fuera del país, según el documento Fuga de Cerebros del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP) de la Cámara de Diputados. Dicha pérdida, concluye el mismo estudio, se debe a que este sector poblacional no cuenta con las condiciones necesarias para desarrollar sus habilidades y proyectos personales.
Estados Unidos es el país que los mexicanos prefieren para desarrollar sus estudios e investigaciones, sin embargo, otras naciones como Gran Bretaña atraen a los estudiantes e investigadores de este país por su oferta académica, según el mismo estudio.
“Tradicionalmente nuestro país enfrenta escasez de plazas para científicos y técnicos de alto nivel, además de que México no ha logrado modificar los desequilibrios internacionales que permiten atraer a las elites calificadas a los centros de mayor avance científico y tecnológico”, explica el estudio de la CESOP.
A pesar de esto, Jonathan tiene claro un objetivo: salir al extranjero para adquirir preparación y volver a México: “Si algún día se me presenta la oportunidad sí saldré a otro país, pero quiero volver para trabajar aquí y traer lo que no tenemos aquí: más tecnología. París es una de las naciones a las que me gustaría viajar porque ahí hay mucho estudio de la aeronáutica. Para mi posgrado, espero lograrglo”.
- ¿Por qué quieres tanto tu país?
- Porque México me ha dado muchas cosas buenas y aquí está toda mi familia.
- ¿Y Por qué quieres volver a esta nación si puedes estudiar en otras con mayor avance?
- Porque quiero aprender en el extranjero y contribuir al desarrollo local.