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Fotos: Ariel Ojeda
Eduardo Bustamante es un empresario mexicano que creó la máquina de reciclaje: Biobox, la cual por cada botella de plástico o lata que reciba, regala 10 centavos acumulables para la tarjeta del Metro y Metrobús; además de puntos para ir al cine o comprar en el supermercado.
Si el usuario no tiene la tarjeta o no quiere acumular puntos, también puede donarlos a alguna de las fundaciones que regalan quimioterapias a niños con cáncer.
La idea surgió al ver cómo las trabajadoras domésticas llevaban bolsas de basura llenas de botellas de plástico para venderlas. “Se iban en el camión y era una movilidad difícil, hasta donde les compraban el material. Y casi lo que les pagaban era la misma cantidad de dinero que se gastaban en el transporte. Por eso también se perdió el interés”, recuerda Eduardo.
De ahí salió la propuesta de hacer un bote de basura eléctrico que comprara los desechos, pero se dieron cuenta de que era muy caro, por lo que buscaron patrocinadores e hicieron funcionar la máquina a través de internet para que el dinero no se diera en efectivo sino como puntos acumulables en tarjetas.
“Por eso quisimos hacer una máquina que premie la acción del reciclaje y de cuidar al planeta. Los premios que damos, como puntos en las tarjetas, son más altos que el valor del envase o de la basura”, comenta Eduardo.
Según datos de la Revista del Consumidor, una botella de plástico puede tardar de cien a mil años degradarse. Al aire libre se fragmentan, pero si quedan enterradas es más difícil que se descompongan porque los microorganismos no tienen los mecanismos necesarios para atacar el PET.
Una lata de refresco tarda 10 años en degradarse si se expone a la intemperie, aunque hace falta que llueva mucho para que la humedad la cubra totalmente de óxido.
De todo el PET que se desecha, sólo el 21.5% se rescata para reciclarse; el 0.5% está disperso en el ambiente, y el 79% se encuentra en rellenos sanitarios y tiraderos; es decir, ocho de cada diez botellas no son aprovechadas.
Además, esta basura causa la muerte de muchos animales en los océanos porque confunden el plástico con comida. Estimaciones dicen que el número de animales muertos es más de un millón.
Sin embargo, si las botellas de PET se reciclaran, su materia prima serviría para la fabricación de otros productos alfombras, relleno para chamarras y asientos, lámina, escobas, cepillos, ropa y brochas.
Se calcula que cada habitante en México desecha 6.5 kg de PET al año, que son alrededor de 195 botellas.
Los primeros pasos
El proyecto empezó hace cuatro años con Eduardo y cinco personas más, quienes trabajan en Biobox. Comenzaron con distintos prototipos de máquinas que se han ido transformando con el paso del tiempo hasta llegar a la actual, que hoy tiene presencia en más de 18 puntos de la Ciudad de México.
“La máquina es 100% mexicana, tanto en el diseño como en el sistema de elaboración”, comenta Eduardo Bustamante, quien es parte del grupo de socios que la hicieron, es director general de la empresa y es socio fundador.
Ellos se inspiraron en el modelo de países como Alemania y España, donde un dispositivo recibe estos mismos desechos, pero regresa el impuesto del material para llevarlo a una planta de tratamiento para su reciclaje. En México no es posible hacerlo de esta manera, pero sí acumular “recompensas” por el valor de la basura.
Eduardo comenta que actualmente el valor de la basura es pequeño, pero cuando la gente ve que un envase funciona para otra cosa le da más importancia y hasta les llama más la atención.
El esfuerzo se vuelve significativo si consideramos que en promedio cada mexicano consume 163 litros de refresco al año, la mayoría en envases de PET; como consecuencia se usan 450 mil toneladas de este plástico. En años pasados se consumió un promedio de 234 litros de agua por persona, lo que genera 21 millones de botellas de PET al día, de las cuales sólo se recicló el 20%.
Según datos de la Cámara de diputados, el consumo de PET en México es de 722 mil toneladas al año. Nuestro país es el segundo consumidor de envases para refrescos en el mundo y el primero para recipientes de agua embotellada.
En la actualidad, los océanos se llenan de ocho millones de toneladas de plástico al año; se estima que para 2020 sean 500 millones de toneladas por la acelerada producción y por lo lento del proceso de degradación.
Cada envase vale 10 centavos que pueden donarse a una fundación, pero si el usuario decide abonar esa cantidad a una tarjeta de puntos o de transporte deben bajar la aplicación gratuita de Biobox que estará disponible a partir del 15 de abril para los sistemas iOS y Android.
Con ella los usuarios podrán acumular puntos para canjearlos por cupones para ir al cine, descuentos en distintos comercios, restaurantes, boliches o saldo en la nueva tarjeta de transporte. También pueden cambiarse por puntos para consumir en los establecimientos que son socios, como algunos cines y centros comerciales; además de hacer recargas de tiempo aire para celular.
Las tarjetas Pay Back son gratuitas y pueden conseguirse en cualquier tienda asociadas, incluso también pueden solicitarla en la página de internet y pedirla a domicilio. El usuario es quien decide qué premio quiere de acuerdo con sus necesidades.
Así, la gente puede ir a cualquier máquina que le quede cerca para depositar las botellas y evitar traslados y gastos mayores a cambio de una recompensa. Eduardo asegura que no dan dinero en efectivo porque si no serían más vandalizables.
Los usuarios tienen la opción de donar o acumular sus puntos. La idea es similar a otros proyectos de Alemania y España en los que se imprimen tickets de descuento por cada botella introducida a una máquina.
Los creadores de Biobox iniciaron la instalación con los primeros prototipos de máquinas en la ciudad, había tres en el Parque México, Parque España, dos en la delegación Cuauhtémoc, en distintas sedes de la UNAM y tres en la Avenida Álvaro Obregón. Ahora estas máquinas serán modificadas por el modelo más reciente.
Ahora hay máquinas en supermercados, en el Acuario Inbursa, Polanco y la delegación Cuauhtémoc. Durante estos días comenzó la instalación en el resto de las delegaciones de la ciudad. “El reto más importante es tener el capital necesario para poner tantas máquinas porque para generar un alto impacto necesitamos tener varias distribuidas en la ciudad”, comenta Eduardo.
El primer paso es llevar la botella a una de las Biobox, pero sin aplastarla para que pueda escanear el código de barras de la etiqueta y así sea registrada en el sistema.
También se le puede quitar la tapa y depositarla en otro de los orificios de los costados, pues así es más fácil seleccionarlas para llevarlas a una fundación “Doctor Sonrisas” que da quimioterapias a niños con cáncer.
La gente interactúa con la máquina que la separa de acuerdo al material y al color. Se desliza la tarjeta Pay Back o introduce el número de cuenta para acumular los puntos.
Cada una de las Biobox avisa cuando ya llegó a su máxima capacidad para que las personas encargadas recojan su contenido y lo lleven a recicladoras o trituradoras, según sea el caso.
Hasta el momento, cuenta Eduardo, no se han enfrentado a ningún tipo de obstáculos por parte de la gente o del gobierno de la ciudad, incluso ya iniciaron la campaña de lanzamiento para la instalación de las máquinas, las cuales protegen de cualquier acto de vandalismo; el sistema táctil está protegido para que no se rompa fácilmente y la máquina no puede abrirse con ningún tipo de herramienta.
A finales del mes de marzo la máquina y la campaña de reciclaje fueron presentadas por el gobierno de la ciudad como una forma de promover esta cultura en los ciudadanos. “Hay una aceptación positiva por parte de la gente hacia las máquinas, es un proyecto en el que ganamos nosotros, el gobierno, el ciudadano y el medio ambiente. Los obstáculos son cómo crecer rápido o cómo seguir creciendo”, explica Bustamante.
Eduardo y su equipo reciclan en promedio 500 botellas diarias por máquina y esperan terminar el año con al menos 500 máquinas instaladas en toda la ciudad. El material reunido es llevado a distintos puntos de reciclaje, dependiendo el material. Con las botellas se pueden hacer otras nuevas y en ocasiones se extrae la fibra para obtener un hilo especial, hecho con plástico del cual se obtienen telas para trajes de baño y otros productos similares.
En el caso del aluminio, se funde y se usa para distintas funciones, Por el momento Eduardo y su equipo tienen interés en enfocarse en la CDMX pero en el futuro quieren llevarlo a toda la República, primero en Puebla y Querétaro, y de ser posible a otros países.
Durante un recorrido hecho por EL UNIVERSAL, utilizamos las máquinas Biobox que están sobre la Avenida Juárez y la Alameda Central. Una señora de limpieza de la CDMX que estaba cerca les explicaba a curiosos y visitantes cómo podían utilizar la máquina. "Hay que meter la botella para reciclarla", indicaba después de que escaneaban el código, señalando la puerta de plástico.
La gente se mostraba interesada al explicarles por qué se meten latas y botellas al contenedor, incluso un hombre con su hijo pequeño usó la máquina para introducir una botella. Aunque solo se hizo la donación a "Doctor Sonrisas" porque el abono a la tarjeta del Metro iniciará a partir del 15 de abril.
Los creadores de Biobox comentan que la aplicación funcionará hasta ese día y desde entonces se irán acumulando los puntos. También aclararon que si alguien no tiene o no le es posible conseguir la tarjeta de puntos Pay Back, puede solicitar el envío a domicilio a través de la página www.payback.mx
El propósito principal de este proyecto es generar conciencia entre los niños y jóvenes para que sepan que reciclar no es una moda, sino un acto de conciencia.
“Hoy estamos en un mundo que nos estamos acabando, por eso pensamos en una solución para hacer del reciclaje una forma de vida y que sea algo con un impacto en México y el mundo”, dice Eduardo.