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“En diciembre casi no salía de casa, porque hacía frío y me quedaba viendo la televisión. Y como no teníamos cable, siempre veía el Teletón . Veía historias impresionantes. De niños que yo consideraba que no podían seguir con su vida con los problemas que tenían y luego mostraban cómo a pesar de todo juegan fútbol o cosas así.Y yo decía: ¡wow, ese niño salió adelante!”, recuerda Silvia Arámbula .
Texto: Isis García
Fotos: Iván Cruz
Desde que estaba pequeña le preguntaba a su madre cómo podría ayudar a los niños con discapacidades . “Después de ver ese tipo de cosas, la primera impresión que tienes es: yo que sí tengo todas mis facultades, quizá puedo ir un poquito más arriba y ayudarle a todas esas personas. Y todos irnos parejo”.
Su mamá le explicó que estudiando ingeniería podría crear aparatos como los que veía en la televisión. Cuando entró a la Universidad en Cetys Campus Mexicali notó que debía estudiar Cibernética Electrónica “ahí es donde vas a aprender cómo conectar dispositivos electrónicos a las personas ”.
Tras un semestre en la carrera, la joven comenzó a armar sus primeros prototipos: robots minisumo. Estos aparatos se ponen en una especie de dojo y se pelean hasta que uno saca a otro.
Esta pasión la llevó hasta un torneo en China ‘El Robotchallenge’. Su equipo ganó el tercer lugar “donde antes los mexicanos no tenían voz, voto, ni presencia”. Y en Robomatrix Ecuador obtuvieron el cuarto lugar.
Silvia cuenta que durante la competencia su robot dejó de funcionar porque uno de sus cables hizo corto. “Hicimos ‘una chicanada’ para arreglarlo. Como los chinos no entendían qué era, hasta nos querían expulsar. Les explicamos que es una forma fácil de hacer las cosas. Utilizamos un cable básico. Ni siquiera lo soldamos y sirvió. Le pasó a muchos equipos que ya no lo pudieron arreglar. Y les llamaba mucho la atención cómo podíamos salir adelante con poco presupuesto. Con cualquier cosa que tengas a la mano”, cuenta.
“En otros países normalmente es: ya no me funciona, me retiro. Y el mexicano es: no, déjame ver qué puedo hacer hasta el último momento”.
Gracias a estas experiencias, ahora le enseña a programar a niños y niñas. Como mentora de tres pequeños de 10 años: Emiliano Canché Martínez, Francisco Javier Castillo Osobampo y Ximena Xcaret Soberanes Delgadillo; ganaron el pase entre 200 equipos a la Olimpiada Mundial de Robótica (WRO) en China que se llavará a cabo en agosto.
“Los niños con los que trabajo en Museo sol del Niño han participado en eventos de WRO sin llegar a las finales, hasta ahora. El reto de primaria para este año es realizar un robot que lleve a personas (en LEGO) de un sitio a otro”.
Sin embargo, Silvia no siempre fue así de persistente, en el camino fue aprendiendo que darse por vencida no era una opción.
La primera competencia profesional en la que participó fue en Guadalajara. “Llegas a un ambiente muy pesado. Eran puros hombres. Era raro ver mujeres. Yo iba con mi robot y nadie me hacía caso. En ese momento me dí cuenta que tienes que imponerte”.
A mitad del torneo uno de los sensores de su robot dejó de funcionar. “Me mandaron a hablar y me dijeron: no sirve. Esa fue la única vez que lloré en una competencia. Las personas se me quedaron mirando feo y pensé: no puedo llorar en este ambiente, me van a comer viva”.
Ese día, Silvia aprendió dos lecciones importantes. “Es algo difícil, ya llevas meses haciendo pruebas, diseños, consiguiendo tus componentes. Todo para que en el momento que tienen que funcionar, no funcione. Pero ganas mucha experiencia: Uno, el saberte defender. Dos, el no llorar por cualquier cosa. A partir de esa derrota he hecho recetas que me han servido para conseguir becas, para estar en más competencias, en viajes. Esas experiencias de robótica me han servido para la vida”.
Cuando la joven regresó a su país, decidió buscar una forma para que más niñas se acerquen a la Ingeniería y se unió a Epic Queen, un programa para que las niñas estudien Ciencias Matemáticas y Arte. Ahora es coordinadora regional de Mexicali.
Pero el acercamiento con las niñas le han hecho notar que los padres son los primeros en limitar a las pequeñas. “Desde su casa les dicen ‘se ve que tú no eres para eso. ¡No eres buena!’ Sí me ha tocado comentarios de “mejor dejáselo a tu hermano” o “este año entró aquí, pero para el siguiente año la voy a meter a clases de cocina”.
Incluso Silvia recuerda que su papá le decía desde chiquita: tú vas al área de administración, tú vas a ser psicóloga, maestra. “Cuando mi mamá me dice, puedes ser ingeniera, mi papá me dice: bueno, pues adelante. Eso sí. Nunca me detuvo”.
“Mi mamá es ingeniera en electrónica. Ella ya había lidiado con el ‘si eres mujer no puedes entrar’. Sus papás le cerraron todo el apoyo. Así que ella tenía que ir pagándose sus cosas. Al principio de la carrera, cuando hacían equipos, ella tenía que trabajar sola, porque ningún hombre la quería en su grupo. Y cuando le tocó conseguir trabajo, le decían “mejor vete a recursos humanos o a otra área. Aún teniendo el título en mano”.
Afortunadamente Silvia está en un polo opuesto y nunca ha sufrido discriminación por género. Es de la cuarta generación de talento de su universidad. Un programa para jóvenes universitarios que quieran conocer el mundo, para ver qué conocimientos pueden traer a México.
“A esta generación le tocaron varios temas. A mí me tocó el tema del agua. No tenemos agua en México, ¿cómo vamos a hacerle? Estuvimos tres semanas en Israel compartiendo con investigadores sobre cómo obtener agua a partir del mar, de los lagos e incluso, de la humedad”.
“Desde que llegué me di cuenta que había un área de biotecnología. Investigué por mi parte, hablé con el presidente de la asociación de los amigos mexicanos de la Universidad Hebrea de Jerusalem, y le comenté mi interés”. Así se convirtió en la única estudiante a quien le dieron una beca para estudiar su maestría.
En Israel estudiará biónica, donde quiere aprender a hacer órganos 3D y así ayudar a los niños con enfermedades. “Mi meta en la vida desde que estoy pequeña es ayudar a esas personas, dándoles órganos que sean fáciles de conseguir y que en serio les funcionen. Que no haya problema de compatibilidad, que no sea difícil de conseguir. Que yo pueda decir “te lo imprimo aquí” .
“El consejo más grande que puedo darles, es intentar hacer las cosas. Algo que me detenía mucho era y si no me aceptan, y si no quedo. Perderle un poquito el miedo a los rechazos. Aventarte a las cosas”.