Por más de dos años Lizbeth Tapia ha sido vagonera , ella es ciega y lo que saca de la venta de productos en el Metro es su único ingreso. Anteriormente fue telefonista, pero dejó ese empleo para someterse a un trasplante de córneas que salió mal. Este fue su tercer intento para recuperar la vista.
Fotos: Irvin Olivares
En cuanto se recuperó de la operación Liz ha ido a cientos de entrevistas para conseguir un nuevo trabajo sin suerte. Cuando se entera de una vacante va a pedir informes y la respuesta que le dan es que “el lugar ya se ocupó” , por tanto no le queda más que regresar al Metro a seguir vendiendo.
Pero los domingos ella se reúne con otros ciegos en la Glorieta de la Diana Cazadora . Ahí espera a que algún voluntario de la asociación Paseo a Ciegas la acompañe a pedalear por la ciudad, porque subirse a una bici es su manera de sentirse aliviada por un momento.
“Es muy grato porque se rompe la rutina , como todos salimos a trabajar, a hacer nuestro día a día y llega el momento en el que queremos hacer algo distinto. Cuando pensamos en algún deporte la mayoría de veces se requiere de la ayuda de alguien”, comenta Liz.
El objetivo principal de esta asociación es incluir a los discapacitados visuales en los paseos ciclistas de la CDMX . Con bicicletas dobles, los voluntarios guían a los ciegos por diferentes circuitos, mientras entablan amistad y platican sobre lo que les pasó en la semana.
Liz, mencionó que también hay otras dinámicas en las que pueden participar: “Además de las bicis hay salidas a teatros, conciertos, museos que me gustan mucho. Tenemos un grupo de WhatsApp, por ahí nos avisan en dónde va a ser y cuál es el punto de reunión y quienes somos más independientes podemos llegar de manera autónoma”.
En Paseo a Ciegas los beneficiarios tienen un lugar para convivir con otras personas con este padecimiento, esto les permite intercambiar consejos y experiencias sobre cómo transportarse por la ciudad o lugares donde pueden trabajar.
Al integrarse al grupo hace tres años, Liz escuchó con atención las recomendaciones de sus compañeros, pues en aquellos días la joven recién había llegado a la CDMX en busca de oportunidades académicas y laborales :
“Yo soy de Guerrero y ahí los maestros no se tomaban el tiempo para enseñarte las cosas a uno como invidente. Después viví en Estados Unidos con una hermana y aprendí a hablar inglés, así que regresé a Acapulco a buscar empleo como traductora en hoteles, pero las empresas no son tan incluyentes como dicen”.
Su situación en la capital mexicana no fue lo que esperaba y no encontró otro empleo después de recuperarse de la operación , por lo que comenzó a t rabajar en la informalidad para solventar sus gastos, igual a como lo hacen cientos de discapacitados en el país .
En ese contexto, el Inegi reporta que en México hay más de 1.2 millones de personas que tienen algún tipo de discapacidad visual. Esta cantidad es equiparable con la población total del estado de Tlaxcala.
Mientras que en la Ciudad de México , el Instituto de las Personas con Discapacidad tiene registro de 481 mil personas con alguna discapacidad y de esa cifra se sabe que 106 mil padecen ceguera o problemas de visión.
Tradición ciclista
Manuel de la Torre fundó Paseo a Ciegas en enero de 2010. En aquel tiempo el gobierno capitalino impulsó el uso de la bicicleta como medio de transporte alternativo . Se construyó infraestructura y se crearon programas para invitar a la población a integrarse al ciclismo urbano.
Las rodadas dominicales en Paseo de la Reforma son producto de esas medidas y en ellas Manuel comenzó a ayudar a los ciegos a subirse a una bici, sin imaginar que su idea crecería hasta convertirse en una tradición ciclista la CDMX .
“En estos nueve años Paseo a Ciegas se ha convertido en una asociación muy influyente en el tema de recreación. Actualmente hacemos muchas actividades, vamos al cine, al teatro, a conciertos, fomentamos la cultura para que las personas con cualquier discapacidad s ensitiva ya sea intelectual, mental o motriz sean tomadas en cuenta en los espacios públicos ”, explica Manuel.
Al ser una iniciativa civil y sin ánimo de lucro , este grupo no tiene otros ingresos más que las donaciones que reciben de voluntarios , familiares de beneficiarios o empresas que los apoyan para comprar equipo.
Comenta que ha habido momentos en los que escasean sus recursos, los cuales se utilizan mayormente para alquilar bodegas donde guardan y dan mantenimiento a las más de 20 bicicletas dobles, remolques y triciclos con los que cuentan.
“En nuestra base de datos tenemos registrados a 527 beneficiarios o personas con discapacidad, que cada mes reciben un calendario de actividades para que elijan en cuales participar. En el caso de voluntarios son 380”.
Algunos voluntarios asisten sin falta a todas las actividades y también están otros que participan de manera ocasional o una sola vez, lo que causa que en momentos no haya suficiente personal para guiar a los beneficiarios durante las rodadas.
“Todos son personas que han decidido dar un poco de su tiempo para ir a rodar, para convivir con los beneficiarios. A lo largo de los años han sido miles de voluntarios los que participaron en algún momento y aunque ya no vengan, contribuyeron a que Paseo a Ciegas creciera tanto”.
Aprovechan sus otros sentidos
David Romero es otro beneficiario de esta asociación. Él se enteró de estas actividades al escuchar una mención en la televisión hace un par de años y le dijo a su familia que él también quería participar.
Desde entonces la mamá de David lo lleva a los paseos dominicales y algunas veces también los acompaña su hermana Susana, quien viaja de Querétaro a la Ciudad de México para convivir con su familia.
Pero uno de esos días no había voluntarios que ayudaran a David a manejar la bicicleta y se entristeció. Entonces Yemel García , quien es pareja de su hermana, se ofreció a acompañarlo a dar una vuelta.
Yemel dice que “ese día no sé cómo saqué fuerza, tenía semanas sin hacer ejercicio y dimos tres vueltas. Hay muchos beneficiarios pero a veces pocos voluntarios. Eso te motiva a seguir pedaleando porque sabes que los chicos no van a poder hacer esto sin ti ”.
En aquella ocasión también ayudó a guiar a un grupo de ciegos que venían del Metro Sevilla rumbo a la Diana Cazadora, lo que le permitió tomar conciencia del riesgo que significa para ellos moverse por la ciudad.
“Para mi fue brutal ver cómo aprovechan los demás sentidos que tienen, por ejemplo yo les dije ‘ahí viene un perro grande, hermoso’ y me respondieron que ya habían oído sus pisadas, me hizo valorar que tengo vista para poder ayudar a otros”, mencionó.
La razón por la que algunos beneficiarios de Paseo a Ciegas llegan en grupos es porque consideran que la ciudad no está adecuada para que discapacitados visuales transiten seguros . Por eso se ayudan entre ellos para evitar accidentes, sobre todo los domingos en los que, además de los automóviles, deben tener cuidado extra de los ciclistas.
En ese sentido, algunos beneficiarios coinciden en ciertas zonas y horarios es más seguro caminar por las calles que ir por las banquetas , ya que se encuentran saturadas de obstáculos como postes, teléfonos públicos, macetas, escalones, agujeros o puestos ambulantes.
Porque de los más de 10 mil kilómetros de calles que hay en la Ciudad de México, son alrededor de 250 los únicos que cuentan con banquetas adaptadas para que las personas con discapacidad motriz o visual puedan caminar de manera segura, según estimaciones de Roberto Remes, último director de la desaparecida Autoridad del Espacio Público.
Al respecto Roberto dijo que “ la ciudad tiene todavía retos muy importantes en materia de movilidad, dentro del trabajo que se hizo en la AEP fueron muchos proyectos para aumentar la accesibilidad de las banquetas . Se trabajó con diferentes secretarías y con personas en sillas de ruedas y débiles visuales en varios recorridos para que ellos nos dijeran qué estaba bien o qué estaba mal”.
Para que una banqueta sea accesible debe tener una anchura mínima de 1.20 metros , que es la norma internacional para que una persona transite de manera continua ya sea a pie o en silla de ruedas y evitar cualquier tipo de material liso o resbaloso como mármol o granito en su construcción.
También se deben coloca r guías podotáctiles en el piso , que son accesorios texturizados que dan ciertos señalamientos a los ciegos al contacto con el bastón que usan al caminar, al igual que rampas visibles en las esquinas. Ejemplos de este tipo de banquetas se pueden encontrar en el corredor Insurgentes y algunas calles de Zona Rosa.
Para tomar conciencia sobre las dificultades que los ciegos tienen al andar por la ciudad, Paseo a Ciegas organizan talleres con la sociedad en general, en los cuales se se les vendan los ojos a los asistentes y realizan algunas actividades.
“Son muchos los proyectos que tenemos, necesitamos un espacio donde guardar nuestras bicicletas, gestionar espacios con museos o teatros para organizar salidas. Queremos seguir generando este tema de la inclusión” , concluyó Manuel de la Torre, fundador de la organización.