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Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez
Fotografía actual: José Antonio Sandoval Escámez
Diseño web:
Miguel Ángel Garnica
La forma en la que ciertas calles se van especializando en la venta de un artículo en particular seguirá siendo todo un misterio, pero han sido tan importantes en la vida cotidiana de las mismas que en tiempos remotos esas calles tomaban el nombre de los establecimientos o de los oficios, como Plateros o Mesones en el Centro.
Sin embargo, también existen las zonas en las que tiene que haber cierto tipo de establecimientos para que sus usuarios se beneficien, tal es el caso de las zapaterías de Calzada de Guadalupe, que a pesar de no contar con un año en específico que marque su proliferación, varios archivos fotográficos pueden constatar que a finales de los años cincuenta e inicios de los años sesenta eran comunes los locales que se dedicaban a la venta de zapatos en las inmediaciones de La Villa. Para saber el motivo por el cual estaban ahí, EL UNIVERSAL se acercó a vecinos de la zona y al cronista Sócrates Vera y esto fue lo que descubrimos.
De acuerdo a nuestros entrevistados, el paisaje de Calzada de Guadalupe viendo hacia el norte, es decir, caminando con dirección a la Basílica de Guadalupe estaba dominado de locales de calzado, uno tras de otro, en los que podías encontrar una gran oferta de marcas.
Sócrates Vera, cronista de la colonia Estrella y vecino de La Villa, nos comenta que el paisaje relativo a las zapaterías ha cambiado desde hace un par de años: “considero que uno de los principales motivos por los que hubo tantas zapaterías tenía que ver con las peregrinaciones. Mucha gente utilizaba zapatos que ya estaban en malas condiciones para la caminata y al llegar aquí aprovechaban para cambiarlos; o quizás sus zapatos terminaban sumamente perjudicados y preferían adquirir unos nuevos.”
Sócrates recuerda que muchas de las zapaterías fabricaban los zapatos que pedían en las escuelas de la zona y que las familias acudían a los locales por comodidad. Ha atestiguado la desaparición de varios de estos establecimientos, recuerda que hace un mes cerró la zapatería La Guía (ubicada en el número 659 sobre Calzada de Guadalupe), que si bien no era barata tenía mucho tiempo sobre la Calzada.
Nos comenta que antes era muy común que las fábricas de calzado -algunos con dueños españoles y otros armenios- tuvieran sus propias marcas y por ende sus zapaterías, tal era el caso de Canadá, Tiendas Bingo o El Taconazo Popis. Todas ellas solían concentrarse en la acera poniente de la Calzada principalmente.
Algunas de las fábricas desaparecieron a finales de los ochenta y otras a principios de los noventa, por lo que cerraron sus locales. En el predio donde alguna vez estuvo la zapatería Canadá, hoy se encuentra el Mercado de Artesanías “La Villita”.
Al preguntarle a qué atribuye que estos locales dejen de existir, menciona que el paisaje de la Calzada ha ido cambiando paulatinamente, ya que al ser una de las zonas más turísticas de la ciudad, también se vuelve una zona comercial. Antes las calles lucían empedradas y había decenas de puestos de ambulantes, hoy todo está muy organizado en locales de comida, recuerdos, bancos y una que otra zapatería.
Su desaparición la relaciona con la apertura de varios centros comerciales -y cada uno de ellos tiene al interior zapaterías- y también con la venta de zapatos en supermercados y en prácticamente todos lados: “yo creo que la venta de zapatos por catálogo también le ha “pegado” al negocio de las zapaterías. Recuerdo perfectamente que cuando yo era pequeño me tocaba ir zapatería tras zapatería para encontrar “los indicados”. Esos recorridos eran, a veces, eternos porque había tanta oferta que uno no sabía qué zapatos eran los que más le gustaban… Ahora ya alguien va a tu casa, te los ofrece y te los lleva, aunque también está la compra de calzado por internet y ya te ahorras tiempo”.
Mercado de Artesanías "La Villita", en ese predio antes estaba la zapatería Canadá.
Margarita Carrillo, de 81 años, ha vivido por La Villa desde que era una niña. Recuerda que en aquella época los alrededores de la Basílica eran completamente distintos a como lucen en la actualidad -empezando por la misma Basílica-.
“Antes la antigua Basílica estaba rodeada de un barandal (reja), como la que suelen tener las iglesias de cualquier barrio y uno podía ver cómo llegaba el tranvía desde el Zócalo, que también pasaba por Tacuba”, comentó doña Margarita. Nos compartió que a lo largo de la explanada se extendía un tianguis que solía ofrecer comida a los peregrinos y visitantes del Templo, pero que a diferencia de ahora no tenían mesas y sillas para que pudieran consumir cómodamente sus alimentos, por lo que los clientes tenían que pagar un poquito más para que los marchantes les dieran un petate y se pudieran sentar a comer.
La antigua Basílica de Guadalupe y el Convento de Capuchinas en una fotografía captada por Hugo Brehme a inicios del siglo pasado. Se aprecia una multitud en los alrededores, así como el tranvía que conectaba esta localidad con la Ciudad de México y dejaba prácticamente en las puertas del templo. Crédito: Southern Methodist University, DeGolyer Library.
Doña Margarita ha sido testigo de la transformación de la Calzada de Guadalupe, la recuerda llena de puestos de artículos religiosos y entre los que más llamaban su atención eran aquellos donde la gente se acercaba a comprar un exvoto: “había personas que pintaban los milagros que los peregrinos -o cualquiera que venía a la Basílica- les contaban y que después ellos iban a colgar a la antigua Basílica en agradecimiento a los santos por haberlos ayudado. Creo que aún está la sala”, narró.
En su opinión, la existencia de tantas zapaterías en la zona tiene que ver con la cantidad de gente que va a visitar a la Virgen de Guadalupe: “no encuentro otra explicación, es que muchísima gente viene de todo el país y supongo que después del cansado viaje, aprovechan para comprar nuevo calzado. Quizás de los lugares que vienen no hay tantas (zapaterías) como aquí”. También nos dijo que ha visto cómo desaparecen y eso lo atribuye a que todo el sentido de la zona cambió; ahora la Calzada de Guadalupe es “plana” y está llena de otro tipo de comercios.
De las zapaterías que aún existen, su favorita es “La Perla”, ya que siempre encontró zapatos de buena calidad para sus hijos.
La antigua Basílica de Guadalupe y el Convento de Capuchinas en una fotografía de 1930. Al frente se ve la desaparecida Plaza Hidalgo y la glorieta que permitía a los distintos transportes llegar prácticamente a las puertas del templo. Colección Villasana - Torres.
Vista de las inmediaciones de la antigua Basílica de Guadalupe y la Iglesia de Capuchinas en los años cincuenta. Los arcos del Portal de Peregrinos desaparecieron tras la construcción de la nueva Basílica. Colección Villasana - Torres.
Imagen actual de la antigua Basílica de Guadalupe y el convento de Capuchinas. Los arcos del Portal de Peregrinos han desaparecido, junto con la plaza Hidalgo y los puestos comerciales, el atrio ha crecido y está prohibido el ambulantaje.
Asimismo lo constata Nayeli Reyes, una joven, que cuando era niña sus padres la llevaban a la Villa a comprarle zapatos.
“Era como una salida de paseo de familia. Yo tenía como siete años. Mis papás nos llevaban a las zapaterías que estaban por la Basílica de Guadalupe, porque había muchas y teníamos varias opciones para elegir. Era por la calidad del calzado y porque por mi casa, en Cuautepec, no había locales de zapatos. Íbamos en cualquier época del año y después nos llevaban, a mis hermanos y a mí, a comer a un establecimiento de pollo”, relata Nayeli.
Otra señora nos dijo que cuando sus hijos eran pequeños, cursaban la primaria en escuelas religiosas y cada año iban a agradecer a la Basílica, por lo que de vez en cuando visitaban las zapaterías porque tenían buenos modelos “no eran tan baratos, pero tenían calidad. Al final nos regalaban paletas para los niños y un calzador metálico para nosotros”.
También abordamos a una chica que iba saliendo de una de las zapaterías y le preguntamos si usualmente compraba en ese sitio, amablemente nos comentó que ella solía ir a la zapatería “La Guía”, que cerró definitivamente hace “uno o dos meses”. Le agradaba ir porque podía adquirir con facilidad el calzado escolar para sus hijos: “ellos van a una escuela de la zona y ahí podía encontrar los zapatos que exigen como parte del uniforme. También había lo que hay en cualquier otra zapatería como bolsas y productos para el calzado.”
Una nueva calzada
La intención del recorrido, además de platicar con los vecinos, era el conocer la historia de las zapaterías a través de sus protagonistas: los dueños o los empleados. Sin embargo, los locatarios dijeron no tener información certera mientras que entraban y salían personas, que al interior deambulaban entre los pasillos flanqueados por vitrinas que exhibían el calzado escolar y de moda.
Los grandes almacenes de la zona, como las zapaterías La Perla, La Santillana y Guadalupe, nos comentaron que al no estar el encargado o sus jefes directos no podían asegurarnos nada.
El único que nos regaló unos minutos fue el encargado de Zapaterías “La Perla”, quien nos dijo que su jefe, el dueño de las zapaterías estaba fuera de México pero que volvía a mediados de diciembre. Nos dijo desconocer los años que la zapatería ha estado sobre la Calzada, pero que a su modo de ver, las peregrinaciones en vez de beneficiarlos significan días de ventas bajas: “luego nos cierran o como hay tantísima gente, los clientes no pueden pasar y prefieren venir otros días”.
Las zapaterías “La Perla” tienen dos locales sobre la Calzada de Guadalupe.
A pesar de los años transcurridos y que la zona se ha vuelto muy comercial, en donde los restaurantes de comida rápida ganan terreno y empiezan a modificar el paisaje urbano de la zona, las zapaterías tradicionales de La Villa subsisten y en las aceras aledañas a la Calzada también hay pequeños locales que venden o reparan calzado o pequeñas huaracherías, que si bien no son parte de una cadena, sí son parte del barrio.
En este mapa de Google Maps, se enlistan más de diez zapaterías que rodean a la Basílica de Guadalupe.
En nuestra visita pudimos ver que independientemente del turismo, las inmediaciones de La Villa siguen siendo un sitio donde decenas de familias disfrutan de su día de descanso, en las que aprovechan para hacer las compras del hogar, visitar los museos de los alrededores (el de cera, el de curiosidades o la(s) Basílicas) o a profesar su religión.
Fuentes:
Sócrates Vera, cronista de la Colonia Estrella. Margarita Carrillo, vecina de La Villa. “Guía de Comercios Centenarios del Centro Histórico”, Gobierno de la Ciudad de México-Fideicomiso del Centro Histórico.